No hay como la fuerza de ciertas imágenes para generar emociones en el oyente. Y pocos grupos en nuestro panorama crean canciones usándolas tan bien como lo hace El Columpio Asesino, es un hecho. Frases, retazos al viento, y mil cristales rotos retorciéndose que se clavan por los cascos es lo que consiguen al escuchar su “Ataque Celeste”. Si a ello le sumamos unas ambientaciones decididamente kraut, retazos de rock y alardes de elegante pop sintetizado, la mezcla prende con acierto y sin dificultad en un trabajo que es toda una bofetada sonora.
Pero aún falta un elemento que creo que eleva el carisma y la capacidad de seducción de los navarros. Quienes redondearon una fórmula llamativa desde primera hora, al dotar de un protagonismo creciente a la voz y personalidad arrolladora de Cristina Martínez; quién entre delicadeza, languidez y una lluvia fina de cuchillos, se encarga de lanzar el casi siempre oscuro mensaje de Álbaro Arizaleta hacía el centro de la diana.
Historias que hablan del ángel y demonio que todos llevamos dentro, de soledad, crítica, existencialismo, hedonismo, reivindicación, desamor y entrega casi masoquista, puestas en su mayoría en boca de la mejor “frontwoman” del panorama. El caso más flagrante de secundario que enamora a la cámara desde Eduardo Benavente, pisó los escenarios como invitada de lujo, para acabar generando su propio lugar por dos condiciones: dicción y convicción. Ambas facetas las domina a la perfección. Sus forma de frasear, sin alardes ni impostación, es oro puro que compras sin remisión para caer como talibán en su discurso liberticida sin ambages.
Porque si a todo lo comentado anteriormente, le añadimos que el disco encierra cuatro o cinco pepinazos encubiertos que te abordan sobre la quinta o sexta escucha, para cambiar por completo la percepción de un álbum que en primera instancia te invita a descubrirlo más por sus letras que por cualquier otra cuestión.
Desde “Huir”, alegato noctámbulo, retazo de una relación química y amorosa rota, con atmósfera negroide, bajos casi funk, que rítmicamente invita al baile, mientras se disecciona el interés, la adicción “farlopera” y se devuelve la factura al machirulo de turno, en boca de una mujer totalmente emponderada, que rompe todas las reglas en “Preparada”, dolor y heridas abiertas con la venganza entre ceja y ceja a ritmo de pop, con plena disposición para comenzar una nueva etapa, donde todo quedará atrás, dejando entrever una muerte, no especificada, como única forma para empezar de nuevo. Rotunda, grandiosa.
Firme contraposición con “Sirenas de Mediodía”, donde la querencia kraut vuelve a imponerse, en una canción que habla de recaídas, cercana en sus parámetros a las genialidades de Javier Corcobado, y hábitos repetitivos, con un crescendo brutal, cuya línea temática sigue en “Mi General”, reflejo de un ambiente tóxico, donde la protagonista no es capaz de cortar el cable que une ambos polos, fomentando encuentros que bordean la legalidad sexual.
La segunda parte del disco cobra un tono masculino, aportada por la voz de Álbaro, en “Lechuzas, Cúters y Somniferos”, donde reflexiones nocturnas, inseguridades, vicio y sexualidad se abren paso, entre el vacío existencial y la patética soledad que sirven de complemento a “Tu Último Relato”, donde se pone de manifiesto que la vida avanza y quizás cualquier tiempo pasado fue mejor que el actual momento cercano al precipicio que vive su protagonista.
La contraposición mensaje femenino-mensaje masculino vuela por los aires con la letra de “Siempre estás Tú”, donde vuelve la narrativa en primera persona en un corte de ruptura, con voz de mujer y un hipotético receptor, quizás del mismo sexo, en otro repaso de literatura hiriente y directa que bien podría encerrar una crítica no a una relación sino a una adicción con la cocaína como protagonista.
Cerrando el minutaje con la cuasi instrumental canción titular, “Ataque Celeste”, híbrido del sonido propio de El Columpio Asesino con el Aviador Dro y New Order, donde el ya manido mensaje del yes we can es utilizado para demostrar que nos quieren vender algo que quizás no debamos comprar. Y que no poder, no es ningún drama. Corte que sirve para acabar con una colección de temas que crece con cada escucha y que sienta como un auténtico puñetazo en la mandíbula en la más oscura de las madrugadas, aquella que se vive con la soledad a cuestas y un espejo que muestra el reflejo inverso de aquello que mostramos en redes sociales.
Con un “Ataque Celeste” decidido, El Columpio Asesino nos vuelve a proponer un relato de frontera entre los vicios, las necesidades y anhelos, y las virtudes humanas; con la sombra de la noche muy presente, en la que hombres y mujeres interpretan sus papeles como marionetas tenebrosas entre cadenas inmorales y ansias de libertad, para romper los esquemas con mensajes cortos y directos que interpreta como nadie la actual jefa del cotarro estatal, Cristina Martínez.
No queda otra que disfrutarles en directo y darnos cuenta de que ya se han convertido en leyenda de nuestro rock. Actitud punk, canciones brutales, letras cortantes y estética de banda peligrosa, de las que se echan a faltar cada día más en el lobby blandito de nuestro pop-rock. ¿Quién da más? Actualmente me temo que nadie.
No queda otra que disfrutarles en directo y darnos cuenta de que ya se han convertido en leyenda de nuestro rock. Actitud punk, canciones brutales, letras cortantes y estética de banda peligrosa, de las que se echan a faltar cada día más en el lobby blandito de nuestro pop-rock. ¿Quién da más? Actualmente me temo que nadie.