Por: J.J. Caballero
Después de varios intentos por acercar su música a audiencias más grandes y encontrar el altavoz mediático que sin duda merecen, el ahora dúo murciano Clara Plath entrega el trabajo más sólido y a la vez más denso de su carrera, “Oscura”, cuyo título evidencia las pretensiones y el tono de su contenido. Básicamente, temas intensos, en general carentes de luminosidad en el sentido más popular del término, y una intención por aproximar el conjunto de canciones a la idea de disco conceptual, algo que casi consiguen teniendo en cuenta que su forma de hacer y de tocar –el álbum ha sido grabado por ellos mismos en su estudio casero, prácticamente con la única base de un iPad- se enfocan a un objetivo que parece claro después de varias escuchas: Crear ambientes tenebrosos y llegar a extraer emociones que no salen a la luz con demasiada facilidad.
En la oscuridad que destila el grueso del disco está su virtud. Los fantasmas que pueblan el clima tenso de “La sombra”, una de sus mejores creaciones hasta la fecha, son solo la punta de lanza de un pesimismo consciente, un trasfondo de conciencia creativa que trasciende al plano espiritual y a una intimidad buscada a fuerza de reiterar ritmos, frases que funcionan como mantras y momentos de mirada interior poco fáciles de describir. La poesía de Clara, que no es sino su ocupación complementaria, y el aporte como arreglista de Rober, las cabezas pensantes del proyecto, se explaya en la rudeza de “Autopsia”, en la que proclaman sentimientos rayanos en la sordidez. Y a lo inquietante de la letra de “Hotel Honduras” se une una instrumentación nada amable, lo cual incluso se agradece una vez que entras en su universo personal. No hay nada malo en sentirse triste, se podría añadir, sobre todo si se cuenta entre líneas de electrónica oscura lo mismo que ya contaron con anterioridad, porque “I’m special, “Over me” y “Second floor” (esta última bautizando el espacio en el que hacen sus canciones) no son sino revisiones de algunos de esos poemas musicados con diferentes rasgos. Incluso la versión final de “Truly”, un tema original de los delicados Cigarettes After Sex, puede adscribirlos a esa sección de bandas que hacen de la delicadeza y la profundidad emocional su principal seña de identidad.
Todo eso, unido a ciertos rasgos que rescatan el lado más brillante de las producciones ochenteras, hacen de este disco una rara avis disfrutable de principio a fin. Una de esas agradecidas ocasiones en que te topas con un grupo diferente, con el que sabes que vas a pasar muchos días –muchas noches más bien- intentando escudriñar los posos de tu corazón sin morir en el intento. Así es la vida a veces, despiadada y encantadora al mismo tiempo.