Acercándonos a mediados de los años setenta Bryan Ferry se había consolidado ya al frente de Roxy Music. Era la voz y presencia reconocible dentro de una banda cuyo paradigma de sofisticación estaban al alcance de muy pocos coetáneos. Formación de éxito casi desde primera hora, con demasiado talento a bordo, e ideas contrapuestas acerca de lo que debería ser el arte también de forma prematura.
No es por ello de extrañar que a pesar del éxito de sus dos primeros álbumes, “Roxy Music” y “For Your Pleasure”, y tras la marcha de Brian Eno, en 1973 Ferry decidiera dar vida a un ejercicio de estilo,“These Foolish Things”, en el que se pegaría el gustazo de versionar un puñado de canciones relativamente conocidas, un repertorio a mitad de camino entre el soul y el rock, que le permitiera ampliar miras y realizar un disco que fue abrazado por público y crítica, que en buena medida es la base sobre la que ahora se ha editado este “Live at the Royal Albert Hall 1974”-BMG-, con el permiso de los temas que pertenecieron también a “Another Time, Another Place”, poniendo la semilla de lo que sería y sigue siendo una fructífera carrera en solitario.
El directo, puesto en el mercado más de cuarenta y cinco años después de su grabación, es una maravillosa prueba del estado de forma en que se encontraba Bryan Ferry en aquel momento; secundado por una más que solvente banda, donde resaltan los nombres de Phil Manzanera y Paul Thompson, ambos nombres ligados a Roxy Music, sobre todo en el caso del primero, guitarrista principal y siempre personalísimo a la hora de arrancar sonido a las seis cuerdas, que sobredimensiona un repertorio conocido, llevándolo a cotas sorprendentes, para abrir la veda de algo que será una constante a lo largo de su carrera, el acercamiento a repertorios ajenos para potenciarlos con la que es su principal virtud, el carisma.
Aquí sobresale una voz profunda, cálida y un estilo interpretativo de los mejores que un servidor ha presenciado en directo - aunque es cierto que en los últimos años la edad le ha pasado factura de manera inequívoca- que si bien no ensombrece la calidad de las adaptaciones, sí hace que brillen menos en virtud de la fuerza escénica del eterno dandy británico.
Desgranando ciertos temas, “Simpathy for the devil” suena hipnóticamente enmarañada, encandilando en “I Love How you Love Me” y haciendo más grande aún “It´s My Party” con esos vientos empastando con los coros, con los que tan bien ha jugado durante toda su carrera, dotando por momento de un aire orgánico y mágico al clásico de Beach Boys, “Don´t Worry Baby”, sin que tampoco falte la ya habitual disección de “A Hard Rain´s A-Gonna Fall” del genio de Duluth.
Un trabajo especialmente pensado para coleccionistas y amantes de la arqueología musical, que tendrán en él una bonita mirada al pasado, al comienzo solista de Bryan Ferry, en el que observarán las pautas que marcaron algo que se convertiría en costumbre a lo largo de los años. Conciertos repletos de elegancia, acercamientos al soul, bandas de sonido envidiable y coros femeninos que sirven de soporte, que arropan, al carisma de un tipo cuya presencia sobre el escenario siempre justifica el pago de una entrada.