Sala Ambigú Axerquía, Córdoba. Domingo, 23 de febrero del 2020
Texto: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
El demonio del rock and roll es algo que, cuando se te mete en el cuerpo y le entregas tu alma durante el resto de tu vida, resulta un ente imprescindible para entenderla y disfrutarla. Sus múltiples derivaciones e influencias, desde el blues primigenio que Slim Harpo o Willie Dixon cultivaron con sus ubérrimas semillas y Muddy Waters y Howlin' Wolf entregaron a las multitudes, hasta el fantasma de la civilización sonora que pobló New Orleans en la mitad del siglo XX e hizo que Dr. John, Dave Bartholomew o Alen Toussaint fueran los hijos pródigos de la vasta familia incubada a orillas del Mississippi. Todos esos nombres y muchos más bullen en la fantasía musical de Jesús Miguel Sánchez, hijo de castellano-leonés y andaluza emigrado de niño al Reino Unido, y más de treinta años después aún siguen guiándolo por el buen camino. O por el malo, según se mire y se escuche.
El orondo Mike Sánchez, cincuentón de tupé cuidado y maneras finísimas al piano eléctrico, ha grabado una impecable colección de temas propios que él mismo ha ido esparciendo a lo largo del tiempo y que, entre colaboración y grabación ajena, fue posponiendo hasta encontrar el hueco que el tiempo y la justicia le conceden para que el mundo sepa de sus poderes. La escuela que durante cuatro años le proporcionaron varias giras con Bill Wyman’s Rhythm Kings (sí, el grupo que formó el ex bajista de los Rolling Stones en el que nuestro hombre ejercía de guitarrista y vocalista) y el prestigio de haber formado parte activa de las bandas de Jeff Beck, Mick Fleetwood, Eric Clapton, grabado con Albert Lee y otros ilustrísimos nombres de la escena rock, rhythm and blues y sonidos de raíz fructifican en una docena de títulos agrupados bajo el nombre “12 Original Scorchers”. Y ya era hora de que se pronunciara bajo su propio epígrafe y con la primera gira española con su banda, a la que aún no ha bautizado pero para la que intuye varios nombres, entre ellos el que esta noche se le ocurre, “Los Antipáticos”, solo por epatar un poco. El sentido del humor, algo que escasea tantas veces sobre los escenarios, es otro de los bienes que Mike ofrece en la sala Ambigú Axerquía de Córdoba una noche de domingo que en otras y más habituales circunstancias no habría tenido tan altas dosis de alegría.
“Ramblin boogie”, “Three months, three weeks, three” o “I don’t stand a chance” le dan varias vueltas a la base de rockabilly y blues con la que construye el cien por cien de sus piezas. El soporte profesional e impecable de Mario Cobo a la guitarra, Blas Picón a la guitarra (ambos lugartenientes cotizados que acompañaron en este mismo lugar hace cosa de un año a la gran Kim Lenz) y Javier Cortés al contrabajo engrandece la profundidad clásica de “Poor boy”, la concreción de una historia de confusión sentimental entre su prometida y la madre de la susodicha en la tremenda “Your mama’s got a crush on me” y la enésima canción sobre trenes, “Fast train”, tocada con la acústica por el tipo de la chaqueta blanca, que invita a corear el estribillo de otra joya, “Help me find my way” y se siente orgulloso de sus raíces tocando “Messed with an angel” y rindiendo homenaje a ídolos universales como Johnny Ace en la imprescindible “Pledging my love” como si todo el mundo supiera que al visitar Memphis lo primero que hay que hacer es visitar los estudios de Sun Records, darse una vuelta por lo que queda de la grandeza de la seminal Stax y, por supuesto, hacerse las fotos de rigor en los jardines de la mansión real Graceland. Elvis Presley, Otis Rush, Chuck Berry, Amos Milburn, Gene Vincent… A todos ellos le ha cantado Mike con sus bandas, y de todas esas ocasiones se siente orgulloso. No en vano fundó los Big Town Playboys, un combo que se regodeaba en su destreza para realizar covers magistrales, y giró por medio mundo antes de establecerse definitivamente en nuestro país, donde ahora vive plácidamente con su esposa y sus discos de cabecera en un casi inencontrable rincón rural de la provincia de Ávila. Todo es cíclico, aunque hay muchas cosas que permanecen.
A un artista de este perfil, una bestia de rock and roll que guiña el ojo a las chicas, posa para los objetivos y ladra a los teléfonos móviles, solo puede calificarse como leyenda oculta. Pasar de mercenario a jefe, encontrar tu lugar en el mundo y derrochar humanidad, amor por tu profesión y sobradas capacidades tampoco es algo que se deba pasar por alto con la ligereza con la que estos asuntos de la música en directo son tratados a menudo. Lo de Mike Sánchez es una cosa muy seria, pero muy divertida; y en absoluto prescindible. De aquí en adelante lo vamos a echar de menos cada domingo por la noche, sobre todo cuando es difícil encontrar algo que te alivie la grisura de un lunes más.