Ambigú Axerquía, Córdoba. Viernes, 31 de enero de 2020
Texto: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
Una banda capaz de escribir estrofas como “que le den por culo a tus amigos” (“Tus amigos”), “a lo mejor soy idiota” (“Idiota”) u “os pasáis a Garcilaso por el forro” (“Tu puto grupo”) para burlarse de su propio discurso y quitarle hierro a un mensaje ciertamente demoledor merece siempre el triunfo. Los Punsetes lo han conseguido a base de coherencia y de no intentar salirse de un guión que desde el principio los marcó, por voluntad propia, como un grupo con personalidad y ganas de desmarcarse del resto. En su anterior gira ya demostraron una evolución como banda de directo que les abrió las puertas de salas de mayor aforo y un bien ganado prestigio cada vez más asentado, hasta el punto de que en las presentaciones del fantástico “Aniquilación” amplían la leve experimentación demostrada en algunas de sus últimas canciones, como el abrumador epílogo instrumental de “Estela plateada” o la inusitada seriedad de “Estrella distante” y “Miguel de Molinos”, el tramo más slow de un set list marcado por la velocidad, la distorsión puntual y el cruce de guitarras, con un Antonna inspiradísimo al mando y una Ariadna tocada con cofia de doncella y maquillada cual Morticia Adams indie. El papel que juega el estatismo de la vocalista ya es leyenda y obviamente el elemento de sorpresa ya no es tal, pero la admiración ante su impasibilidad –solo alterada al final, cuando saluda escuetamente como brevísima despedida- es indiscutible. Ni introducir tema alguno le hace falta, ni presentar a sus compañeros, ni siquiera sonreír en señal de agradecimiento. Con una voz uniforme, sin matices ni inflexiones superfluas, relata las historias que escribe el guitarrista sin despeinarse ni dar a entender si realmente se cree lo que está cantando. Eso tampoco lo necesita.
La banda se desengrasa a gusto con los medios tiempos, si en ellos eso es un término admisible, de “Dinero 2”, “Seres humanos” y “Un corte limpio” y se despacha a placer con “Atraco perfecto”, “Dos policías”, “Mabuse”, “Viva” y los himnos recientes “Vas hablando mal de mí” y “Una persona sospechosa”, todos alternados y adornados con fuerza y el guante de unos arreglos que a veces te retrotraen a los mejores tiempos de Jesus & Mary Chain, otras a la plenitud melódica de Wire y las menos al lado infeccioso y oscuro de The Cure. Todo para contarnos que les encantaría morir en una discoteca llena de “Maricas” o que si les llenaras la casa de mierda de perro y cogieras los libros y los discos que tienen y los llevaras al monte y les prendieras fuego no podría ser peor que lo que acabas de hacer. Por eso “Alférez provisional” suena más certera que nunca y “Lo dejo” tira por otros y nuevos derroteros que quién sabe si pueden indicar otras direcciones inexploradas hasta ahora por el grupo. Eso sí, sin perder el norte en ningún momento y mejorando a cada bolo lo ofrecido en estudio. Es lo mínimo que se le debe pedir a cualquier banda de sus características.
Bárbaros en su actitud explícita, orgullosos de pertenecer a ese núcleo más reducido de grupos que no encabezan carteles ni cuelgan el cartel de sold out con frecuencia, el boca a oreja es más efectivo que nunca cuando se trata de evaluar los logros de Los Punsetes, y el eco de cada uno de sus conciertos tiene efecto retroactivo en cada oreja que los disfruta por primera vez. Convicción, humildad y mensaje. ¿Qué más necesitan para comprometernos con su música?