Por: Javier Capapé
El más reciente lanzamiento de Lori Meyers redunda en varios lugares comunes de nuestro rock alternativo. El primero de ellos es la celebración de sus veinte años en el negocio, como ya hicieran en el mismo año 2018 (cuando se grabó este concierto) compañeros como Vetusta Morla o Love of Lesbian. Precisamente estos son algunos de los nombres con los que mejor podemos emparentar a los granadinos, tanto por público como por rotundidad y personalidad sonora. El otro de los lugares comunes es celebrar un concierto de estas características en el mejor recinto para estos casos en nuestro país: el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid (actual Wizink Center). Un recinto con capacidad para 15000 almas que ha acogido, entre otras, las grabaciones de directos como los de los ya citados Love of Lesbian y Vetusta Morla, así como de otros músicos muy respetados de nuestro territorio como Amaral, La M.O.D.A. y el mismísimo Leiva, que publicará próximamente el resultado de esta grabación en forma de disco. Un lugar donde dar cabida a grandes montajes sin renunciar a un sonido de altura y, por qué no decirlo también, visualmente impactante. Por último habría que incidir igualmente en que con Lori Meyers (y con muchas de las bandas ya citadas) se repite el esquema de público entrado en años (todos rondando la década de los cuarenta) que disfruta de la música en directo liderada por guitarras y que es a la vez carne de festival (Sonorama, MadCool o Primavera Sound están muy acostumbrados a ellos). Pero no solo de lugares comunes se nutre este combo de doble CDy DVD de la banda de Loja publicado el pasado 24 de enero. Lori Meyers ofrecen ante todo un pop de calidad que deja muestras del gran talento de la banda acompañado de un más que merecido reconocimiento por sus grandes logros convertidos en píldoras vitaminadas de poco más de tres minutos.
Podemos achacar a este importante lanzamiento en los primeros compases del 2020 la simpleza de su título (ese impersonal “Directo en Madrid Wizink Center”), y quizá una mezcla de audio un poco emborronada por momentos que hace que cueste seguir la voz de Noni entre una excesiva potencia sonora que a ratos enmaraña el resultado final. Pero poco más podemos echarle en cara, porque aquí vamos a encontrar treinta canciones sólidas que se mueven entre el espíritu festivo que tan bien domina el grupo y la reflexión existencial con toques irónicos. Todo ello aderezado con fuertes golpes de guitarra que entran en nuestro subconsciente y que crecen hasta hacerse inmensos y absolutamente necesarios. Éste es el directo que Lori Meyers merecía. Una celebración por todo lo alto a una de las carreras más sólidas del indie-pop español.
Si degustamos el disco más allá de las plataformas de streaming y nos introducimos en la magia de su película en vivo podremos disfrutar del colorido de estas canciones más allá de su chispazo sonoro, con una escenografía cuidada comandada por tres grandes pantallas que se superponen y ocupan el enorme frontal del Wizink Center. Con éstas juegan para ocultarse tras ellas en las partes más íntimas del espectáculo o en los cambios de ritmo más marcados, y también para pintar de color e ilustrar con acertados audiovisuales que conducen las canciones con extrema belleza. Y no sólo están las pantallas (recurso casi obligado cuando nos encontramos en estos grandes espacios, demostrando además que en este caso se les sabe sacar mucho jugo) sino también los bailarines que hacen acto de presencia en momentos puntuales además de los otros protagonistas de esta historia, el público, que copa algunos de los planos más emotivos de la grabación entre saltos emocionados y puños en alto.
Noni, Ale y Alfredo, a los que se suman Miguel López, Javier Doria y JJ Machuca (aunque a ellos les echamos en falta en más planos en la realización del vídeo), comienzan suaves, creando ambiente con “Vértigo”, que transmite desde la serenidad esa sensación de caída al vacío ante un concierto tan importante como éste. Pero el arranque pausado, como ya hacían en su último LP “En la Espiral”, es rápidamente sustituido por la inmediatez y esos exquisitos ecos a los R.E.M. de los 80 en “Planilandia”. Esas píldoras aceleradas de brillantez efectista pop que unen a los de Loja en comunión con los de Athens es una de sus características más genuinas con las que no puedo evitar rendirme. Y así, desde el segundo tema de la noche, me tienen ganado irremediablemente hasta el final. Las revoluciones suben y suben y el público coge calor coreando otra de sus canciones imprescindibles, “Luces de Neón”. El concierto estará plagado de estos himnos festivaleros como pocos compañeros de su generación han sabido hacer. Habrá tiempo para momentos más prescindibles, pero la tónica general trazará una línea ascendente estratosférica que apenas concederá descanso.
El pop sesentero algo más suave llega con temas como “Sus nuevos zapatos”, “Dilema” o “La pequeña muerte”. Las canciones se suceden con soltura y se convierte en tarea difícil mejorar melodías tan amables y sugerentes como “Tokio ya no nos quiere”, que se redondea con un final explosivo y catártico. Con “Luciérnagas y mariposas” nos dan un ejemplo de lo que mejor saben hacer: aunar emotividad con garra, creciendo en el tramo final con un público más que entregado. Quizá cuando más baja ritmo del espectáculo es al tomar las riendas de la voz Alejandro Méndez, que canta “Explícame” con un tono muy cercano a Iván Ferreiro, pero al que le falta la personalidad de Antonio López “Noni”, que hace suya de nuevo la versión de “Esperando Nada” de Antonio Vega como si fuera una más de su repertorio por derecho propio.
“Impronta” vuelve a demostrar su gran belleza melódica, en un pop de factura "beatle", que se remata con los preciosistas pasajes sonoros de “Eternidad”, arreglados para la ocasión con una sección de cuerdas en directo, que bien podría haber tenido algo más de presencia en unos cuantos temas más. Los estribillos de “El tiempo pasará” y “Zona de confort” hacen magia, y sobretodo esta última, que nos da muestras de cómo los granadinos pueden volverse más trascendentales sin perder esas ganas de explotar que tan bien quedan reflejadas en el cambio de registro de la parte final de la canción.
No era necesario en esta ocasión, pero parece que en este tipo de eventos es inevitable dar cancha a un set acústico, que en este caso ralentiza el ánimo de los presentes. Los tres miembros originales de la formación afrontan ellos solos, y con ritmo del sur, “Saudade” y “Rumba en atmósfera cero”. Al menos este pasaje no se alarga y rápidamente vuelven a subir la intensidad en la parte final del show (y eso que aún nos quedan más de cuarenta y cinco minutos del mismo) empezando con “Alta fidelidad”, con Noni correteando por el escenario despojado de su guitarra. Otro bombazo infalible, como el menor, pero no menos redondo “Ham'a'cuckoo”. Desde ahora ya no habrá descanso, tan sólo si acaso se acerca a ello la más suave interpretación de “Océanos”, de nuevo de la mano de Ale y con arreglos de cuerda in situ. La infatigable “Evolución”, la rocker “De Superhéroes”, el éxtais de “Siempre brilla el Sol”, el desenfreno de “Pierdo el control” o la generacional “Emborracharme” suponen una sucesión casi perfecta de temas absolutamente brillantes, de una contundencia infalible, donde ya no hay manera de no rendirse al combo granadino y donde los propios bises se funden con esa euforia final para no saber donde termina el show y donde empieza la fiesta que durará toda la noche en los cuerpos rendidos ante la inteligente electricidad de nuestros protagonistas.
“Religión”, “A-HA han vuelto” y su indiscutible bombazo “Mi realidad” suponen los últimos coletazos de una celebración que va mucho más allá de los veinte años de este grupo. Suponen la admirable existencia de una vigorosa música pop española que ha encontrado en nuestros nutridos grupos de la escena “alternativa” su verdadera punta de lanza. El Wizink puede caerse, como dice Noni, porque veinte años no son nada y pretenden darnos mucho más para seguir haciendo realidad los sueños de aquellos que no podemos prescindir del inmenso placer que nos proporciona la música en directo. Pero sobretodo la música que, como la de Lori Meyers, está llena de alma y carisma y nos arrastra para hacernos un poco más felices durante su escucha.