Es curiosa la sensación que te invade en primera instancia al enfrentarte al nuevo disco de Diego Vasallo, firmado una vez más en solitario, aunque a lo largo del mismo y por muchos factores planeé la omnipresente sombra de Fernando Macaya. Te abruma y te noquea. Su cadencia, pretendidamente lenta, te lleva de principio a fin, sin darte la oportunidad de absorber la totalidad de los matices y detalles que encierra. No da tregua. No queda más remedio al terminar, toca empezar de nuevo. Una y otra vez, descubriendo, redescubriendo y disfrutando. Aquí hay mucha tela que cortar y esa es la principal diferencia entre esta obra y muchas de las que día a día se suelen editar en el mundillo musical. Hay una sutil diferencia. Solo una. Se llama grandeza.
Días atrás se lo dije a la cara, Diego, “has editado tu mejor trabajo en solitario hasta la fecha”, y lo reafirmo. Un disco de canciones, rock de autor, minimalista y áspero, aunque con un tono optimista, que evoca una felicidad vital en éste nuevo Vasallo, que sin palabras nos está diciendo que vuelve para quedarse, que estamos de enhorabuena, ya que intuyo que el creador se siente con fuerzas y muy en forma, presto a dar batalla.
En lo musical estas “Rutas Desiertas” dan la sensación de haberse facturado con la mente puesta en los “American Recordings” de Johnny Cash, pero sin dejar pasar la oportunidad de acercarse a Tom Waits, una vez más, y a Nick Cave, rozando sonoridades y cadencias velvetianas¸ bordeando las orillas, en el fondo y forma, del señor Lou Reed, dando todo ello brillo al disco que más agradecerá tocar en directo la banda que acompaña al señor Vasallo, porque si enlatado suena de maravilla no quiero imaginarme cómo puede ser llevar estas canciones al directo.
La batería oscura y esa colosal apertura de “Mi Historia”, título premonitorio y rasgos autobiográficos, dan paso a unos teclados y unos guitarrazos de absoluta categoría, continuando con “Cargamento”, que nos remite directamente a la Velvet Underground, en un tema brillante de mensaje positivo, no en vano, para nuestra sorpresa el donostiarra nos invita a esperar las “cosas buenas en camino”, para dejarnos con la relativa desnudez sureña de “Mecha en la Tormenta”, llegando a uno de los momentos clave del disco con “Esta Noche no se Parece a Ninguna”, donde nos sentimos en el pantano, en un brutal hit que desde ya se ha convertido en uno de nuestras canciones favoritas de Diego, contraposición a las formas mucho más clasicistas y delicadas de “Entre el Olvido y el Perdón”.
La crudeza se retoma con “Érase una Vez”, un corte de hechuras acústicas, que recomendamos escuchar con los cascos por su poder de evocación, fabulosas esas mandolinas, que antecede a una de las mejores y más bellas canciones de amor escuchadas nunca en castellano que es “Allí te Esperaré”, simplemente es indescriptible, previa a la explosión que encierra la crudeza y rabia musical de “El Río Baja Crecido”, con ese ritmo que va in crescendo y que la hace irresistible.
La recta final del disco nos lleva hasta “Intemperie”, otra de esas joyas de sonidos orgánicos, de ritmo lento y aromas mediterráneos, casi con sabor a fado, a madrugada solitaria, humo, alcohol y dolor, y a “No me Niegues Nada”, con una brutal base rítmica y una plegaria que sabe a rendición descorazonadora, acabando con la titular, “Las Rutas Desiertas”, tan ambiental y con ese órgano entrando y saliendo, con ese claro sabor a final y a maravillosa despedida.
Diego Vasallo siempre ha sido un gran autor de canciones, pero en esta ocasión firma una colección sobresaliente de principio a fin. Una obra mayúscula, colosal y profunda, tanto en intensidad como en sentimiento e instrumentación. Nada mejor que usar sus palabras para rematar este texto. “Pan de oro recubriendo los lamentos” … con un toque optimista y vital, de bagaje y no carga. Un artista único para minorías de buen gusto y noches de disfrute en salas pequeñas. Que “Las Rutas Desiertas” nos marquen desde hoy las coordenadas a seguir.