Sala Oasis, Zaragoza. Viernes, 10 de enero del 2020
Texto y fotografías: Javier Capapé
El concierto de Viva Suecia del pasado viernes en la sala Oasis zaragozana no fue un milagro en el sentido estricto de la palabra, pero sí podemos decir que el cielo se abrió ante los ojos de los presentes mientras las canciones de los murcianos se iban sucediendo en una noche épica y a la que sólo se le puede achacar cierta aceleración que impidió que nos quedásemos a vivir en esas canciones por más tiempo. Viva Suecia arribó en una sala con todas las entradas vendidas desde hacía más de un mes, cosa que Rafa Val agradeció desde el primer momento que dirigió unas palabras a los presentes. El público esperaba ansioso escuchar los inmensos temas de “El milagro” en directo, claramente constatado al ver la respuesta de los zaragozanos, aunque el cuarteto (quintero en directo gracias a las aportaciones de Rodrigo Cominero a los teclados, guitarras y coros ocasionales) no quiso olvidarse de los clásicos de un repertorio que se está convirtiendo en referencial dentro de nuestro preciado indie.
Cierto es que el setlist parece estar medido al milímetro en las presentaciones en vivo de esta primera parte de la gira, pues el grupo no se distanció lo más mínimo de lo que han tocado en sus directos previos. Pero es un detalle que apenas nos importó, porque desde el primer momento los “suecos” salieron a arrasar y a llevarse al bolsillo a todos los presentes gracias a su derroche de potencia y certeras palabras. Desde su arranque con “Necesitarnos tanto”, con esos coros de estadio que se están convirtiendo en marca de la casa, hasta el cierre convertido en éxtasis gracias a la repetición incansable por parte del público del estribillo de “Bien por ti”, Rafa Val y los suyos dieron en el clavo sin dejar apenas momentos para el descanso, permitiendo así refrendar que sin duda son difíciles de imitar en el panorama estatal en lo que a himnos generacionales se refiere. Además, también dejaron claro que es difícil hacerles sombra en directo, pues su máquina funciona como un cilindro perfectamente engrasado. Es cierto que podrían explotar algo más la oportunidad que les ofrecen los conciertos exclusivos en salas, ya que por lo ajustado de su duración parece que estemos dentro de un festival (algo a lo que los murcianos están muy acostumbrados). Podrían regalar a sus seguidores tres o cuatro temas más escogidos de entre los menos esperados, lo que haría de sus conciertos algo más diferenciado de lo esperable. Aunque claro, esto les llevaría inevitablemente a bajar las revoluciones en más momentos y eso es algo que parece que no están dispuestos a permitirse, porque salvo la magnífica “Días Amables” o la más espiritual “El Milagro” todo son temas acelerados y abrasivos. Una lección de cómo la palabra entra mejor en píldoras directas e incisivas.
La fidelidad a sus versiones originales no desmerece la actuación debido a que las dieciocho canciones interpretadas son de una calidad incuestionable. Tan solo algún aporte distintivo las aleja de lo que suena en sus discos, como ocurre cuando Rafa Val deja el micrófono abierto para su público convirtiendo sus interpretaciones en un éxtasis colectivo. No queda atrás ningún verso. Todos se recitan al unísono por los presentes como si los llevaran tatuados en la piel, grabados a fuego, como si representaran paisajes de su propia vida. El público hace suyas estas letras y el grupo las lanza como proclamas al vuelo con toda la parroquia de su parte.
“Necesitarnos tanto” y “¿Qué querías ser de mayor?” abrieron de forma contundente (incluyendo hasta las campanas que arreglan el estribillo en esta última), aunque con algunos ligeros problemas que crearon una leve maraña sónica que impedía disfrutar del mensaje en su totalidad. Rápidamente subsanados estos detalles propios del arranque de muchos bolos, cedieron terreno al disco que les cambió la vida, ese que dejó bien claros los “principios fundamentales” del grupo. Y así sonaron la desgarradora “El Nudo y la Esperanza”, la terapéutica “Casi Todo” o la reveladora “A dónde ir” (uno de sus temas más acertados), que contó con un final explosivo a la guitarra además de sus indudables guiños mesiánicos. Después dieron paso a la que presentaron como una canción que se resistían a quitar del setlist por todo lo que suponía para ellos y que a pesar del paso del tiempo necesitan seguir cantando. De esa manera arrancó “¿Nos ponemos con esto?” bajando las revoluciones. La misma línea que siguió “Días Amables”, una de las más queridas por el público y a la que solo pondré la pega de que utilizasen recordings de su parte orquestada en lugar de haberse arriesgado preparando un nuevo arreglo para su versión en directo. “Los años” volvió a subir el pulso dejando cantar a pleno pulmón a las novecientas almas que llenaban la Oasis, que se atrevieron incluso a bailar con la más rítmica “Algunos tenemos fe”. Las canciones se sucedieron casi sin descanso y de esa forma parecía que el concierto pudiera quedarse a medias, pues se pasó en un suspiro el grueso del mismo antes de los bises con una sucesión de medios tiempos que no llegaron a perder el músculo (algo que es significativo de esta banda) como ocurrió con la más densa “La fuerza mayor”, con un Rafa ganando cuerpo en su voz en “Permiso o Perdón”, o con la significativa “El Milagro”. Previo al descanso sonó otro de sus himnos indispensables como es “Hemos ganado tiempo”, donde el mismo cantante se dio un baño de multitudes entre el público.
La tanda de bises arrancaba apenas una hora después de haber empezado el espectáculo (una duración demasiado ajustada para un concierto en sala), pero ofreció algunas de las píldoras más desatadas del grupo. “Será” marcaba su melodía pop acelerada hasta explotar en “Fóllame”, erigida como clásico instantáneo del grupo, ganando muchos más enteros en directo que en su versión de estudio, no sólo por contar con proyecciones con parte de los mensajes de la letra en el panel de pantallas del fondo del escenario, sino porque su interpretación vocal se siente de esta forma mucho más descarnada y vital. “Lo que te mereces” en la recta final se convirtió en una explosión de puños en alto, refrendada por la incuestionable “Amar el conflicto”, con el público coreando incluso las líneas dibujadas por el bajo de Jess Fabric, y concluyendo con el gancho unánime de “Bien por ti” y su mítico estribillo repetido por todos hasta la saciedad.
Un concierto medido, discreto en duración, pero repleto de emoción desbocada que se entrega a espuertas a un público que ya ha encumbrado a Viva Suecia al altar de los imprescindibles, sin la necesidad de recurrir a la imaginería religiosa de su último disco. Ellos se lo han ganado, lo han conseguido en poco tiempo, pero lanzando canciones que son experiencias vitales para ellos y sus seguidores. No son flor de un día, como demostró su cuidado disco “El Milagro” y como se constata al verlos en directo: derrochando verdad y escupiendo decibelios mezclados con frases lapidarias que se graban en nuestra memoria enmarañadas entre un potentísimo muro de guitarras. No dejéis de verlos. Sus canciones crecen y se elevan hasta los cielos en directo. Quizá no haya muchas sorpresas, pero con un repertorio así y una entrega que huele a verdad por todos sus poros poco más se necesita.