Por: Javier López Romo.
¿Vuelve Tino Casal? Sí. Aunque es como si nunca se hubiese ido, ya que permanece eterno dentro de la discografía española. Pasarán los años, las décadas, los siglos, vendrán tiempos nuevos, más modernos -como él quería-, llegarán nuevas tendencias musicales, bailaremos nuevos ritmos, todo puede pasar, pero Tino Casal siempre estará ahí, como un murciélago al acecho de morderte en el cuello y succionar toda tu sangre como un ambiguo vampiro. Demasiado moderno para su tiempo y demasiado moderno incluso para el actual. Él siempre por delante de su época, y transgresor. Por eso se fue a Inglaterra, a la tierra de su admirado, querido y amado, David Bowie, en busca de esa tendencia del glam rock. Quería ser pintor, pero como aprendiz, no le
dedicó su tiempo, y volvió como un mediocre artista, currante, pero no había en su bata grandes manchas de colores.
Mientras, en España, "la movida" estaba en su pleno furor, y se dedicó a ella olvidando una -nunca perdida- vocación. Aunque a él le gustaba lo vivido en Inglaterra, la New Wave, el pop-rock de aquí le llamaba como una campana que sonaba en su puerta, pero lanzándose a buscar otras tendencias que se hacían. No deseaba competir con las mismas armas, él era diferente y buscaba musicalmente algo diferente: transformar lo que acontecía en algo diverso. Pero se vino de la isla británica
con las manos vacías, con mucha moda en su cabeza, tanta, que ahora le tocaba hacer el trabajo de picar en surcos de acetato toda esa pretensión de lo aprendido.Y ese puro aprendizaje supuso su diferencia: diverso, mitad humano,
mitad diablo. Supone un riesgo lanzarse a correr, y él se puso zapatos de tacón para bailar mejor. Y es que este asturiano de cabeza y mente andrógina, nacido como José Celestino Casal Álvarez, en Tudela Veguín, Asturias , un 11 de febrero de 1950, se convirtió en una figura clave de la denominada Movida Madrileña, aunque a él nunca le gustó y gestionó otras modas más afines a su condición.
Él siempre destacó por sus infinitas audiciones musicales, tenía montañas de discos que los examinaba con lupa, era capaz de memorizar en un día un centenar de singles, y era un adicto a un claro y sorprendente barroquismo visual, con toda la estética que le proporcionaba aquella vorágine estilística de voz y formas. Un Bowie a la española, del que incluso versionó la canción “Life On Mars” en 1981 en su disco “Neocasal”, álbum que alcanzó el número uno en España. [..."Pero su amigo no está a la vista en
ningún sitio,ahora, camina a través de su hundido sueño, hasta el asiento con la vista más clara, y está enganchada a la pantalla de cine… Oh tío, mira a esos cavernícolas, es el espectáculo más estrafalario…"].
De ocupación siempre activa, si no
lo era en la música,cultivaba otras facetas como la de pintor, decorador, escultor, estilista o productor. Así llegó a grupos como Vídeo, quienes abanderaban el tecno-pop, muy al estilo de Mecano y Olé Olé. ¿Quién no recuerda aquello de: “La
noche no es para mí...”? Fue alguien que tocaba todos los palos en el engranaje cultural: desde el Glam Rock, tecno-pop, New Wave, el semi Punk, disco-mod, la New-romatic, el rock gótico, la electrónica, disco-funk, el dance-pop, hasta
llegar incluso al rock, produciendo a grupos como Obús, a quienes les llegó el estrellato con el álbum “Prepárate” (1981), producido por el mismisímo Tino Casal, siendo número uno en la radio en los 40 principales.
A día de hoy me pregunto si siguiese entre nosotros, ¿cómo sería su música, qué tipo
de versos estructurarían sus canciones, qué mensajes nos darían sus letras, como habría evolucionado, qué estilo le definiria…? No lo sé. Y nunca lo sabremos, a no ser que bajemos a los avernos en su búsqueda. Porque algo tenía de diablo y de vampiro, y vaticinó su muerte, al igual que lo hizo su amado Bowie. Meses atrás había contado en una entrevista que a él solo le mataría una estaca clavada en el corazón. Una declaración realmente curiosa. Aquel 22 de septiembre
de 1991, un Opel Corsa iba en la noche a
demasiada velocidad por la M-500 y acabó estrellándose contra una farola a pocos metros
del Puente de los Franceses. El golpe fue tan brusco que una de sus costillas acabó alojándose en su propio corazón. El destino de Tino Casal estaba escrito con letras de sangre.
Ahora, 41 años después, sale al mercado lo que se supone será su último recopilatorio; a no ser que las disqueras sigan mirando con los ojos del
negocio. Aunque no deben de ser muy listos cuando de “Integral” tan sólo han sacado 300 copias, ya agotadas al momento, triplicando en la reventa su precio al saber que no habrá más posibilidades de reedición, quedando ya solo el triste trabajo de la piratería y el clamor de los incondicionales fans y coleccionistas preguntándose cómo ha podido suceder esto.Y es que la verdad, la obra completa de Tino Casal, tiene su peso en oro. Yo llegué tarde, como casi siempre,tener que hacer cientos de kilómetros para algo en concreto es un arduo trabajo. Lo intentas por internet, incluso por Amazon, y te ves condenado a conducir para nada.
Un fan me deja curiosearlo, y solo ver las fotos, algunas son tan preciosas, ya maldices el haber sido tan lento en carretera.
“Integral” tiene su propio peso, impresiona tenerlo en las manos, te hace tener
una clara idea del contenido tan impresionante
que hay: 6 vinilos de diferentes colores, como el pintor que fue, 7 CDs, 1 DVD y un libro en formato elepé de 168 páginas con cientos de
fotografías, la mayoría inéditas, que hacen de todo ello una presentación idílica, poco dada en estos tiempos. Y se agradece, y mucho, estas ediciones que sirven
de homenaje a quienes realmente merecen la pena, la mayoría olvidados, en nuestro gran legado musical. Todas las grabaciones contenidas parten de nuevas digitalizaciones desde las bobinas originales con un máster analógico especial para vinilo, y otro digital para CD, más el DVD. Un regalo para quienes en aquella época de finales de los 70 y principios de los 80 vieron a Tino Casal como una explosión de libertad, autor de cosas buenas y mejores, pese a que se le mirara de reojo, y se le tratara de "maricón"; porque no se le entendía. Era un adelantado a su tiempo, como he dicho antes y como él mismo declaró en esa Inglaterra a la que partió como pintor: "Me atrevería a decir que soy más auténtico pintando que en la música. En la música hay que pasar por cantidad de matices, tamices, gente, intermediarios, historias… Mientras que en la pintura, ahora, hoy por hoy, soy mucho más libre
y hago más lo que me apetece". Allí siempre se preocupó por dejarse caer por el underground de
los bares y pubs, viendo y absorbiendo todas las corrientes modernas, mientra los “punkys” le escupían por considerarlo extravagante, por su conducta poco común y extraña. ¡Malditos idiotas…!