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Chromatics: "Closer To Grey"

Por: Pepe Nave 

Siete años después de su anterior LP, y tras cinco años en los que se anunciaba el inminente lanzamiento de "Dear Tommy", un disco conceptual, Johnny Jewel alma mater de Chromatics, decide publicar "Closer To Grey", otro álbum que estaba realizando en paralelo y manteniendo postergando el esperado trabajo. En una reciente y exclusiva entrevista para un medio francés asegura que verá su edición a lo largo del año próximo y que aunque tuvo una versión finalizada del mismo hace tiempo, no se sentía a gusto con el resultado. Así de perfeccionista y peculiar es, y es que él compone, toca y produce todo, solo cede el protagonismo de la voz, a cargo de Ruth Radelet, en todas las canciones.

Recordemos que aparte de Chromatics, él es el responsable de las bandas Glass Candy, Desire y realizador de bandas sonoras como las de la película "Drive" (Nicolas Winding Refn, 2011) o recientemente uno de los artífices de la música de la serie "Twin Peaks: The Return" (David Lynch, 2017).

A primera escucha todo sigue en su sitio, con ese reconocible sonido que tanto puede evocar las luces de neón en paseos nocturnos en coche por el centro de una gran ciudad o ambientes futuristas a lo Blade Runner. Y en uno en el que el espacio entre notas, el silencio, es tan importante como lo que suena. Así, es todo un alegato abrir con "The Sounds of Silence" de Simon & Garfunkel, que aunque se percibe lejos de su imaginario, Jewel la hace suya en tres minutos. Cuidadoso con todos los detalles, el primer sonido es el de una cerilla prendiendo una vela y a continuación un metrónomo, como si nos invitara a pasar a una sala oscura y empezara a contar el tiempo de lo que va a venir.

Aunque las primeras canciones, medios tiempos con una buena base rítmica y potencial de single como "You’re not good", "Twist the Knife" o la titular, parecen anunciar una colección de hits orientados casi a la pista de baile, posteriormente los beats y los sintetizadores prácticamente desaparecen. Jewel insiste en que los teclados que ha utilizado, incluyendo melotrón, órgano celesta y piano Rhodes, son artefactos datados desde finales del siglo XIX a 1973, con lo que quería conseguir un sonido más cercano; a tal efecto también ha hecho cantar a Ruth más cerca del micro que nunca y la ha subido en la mezcla. Quería la sensación de ella cantando en la oreja del oyente, y lo ha conseguido. Las letras no son mero attrezzo y merecen ser tenidas en cuenta. Hablan de pérdida, abandono, soledad, paso del tiempo, incomunicación o amor a pesar de todo.

Enigmático es el texto de "Touch Red" ("Touch red, you're cold as ice/Touch blue, the taste of wáter/ Touch red, inside your eyes/Touch blue, the world needs color"), lo que unido a que el nombre del grupo hace referencia a los colores, Jewel dice identificar cada canción con un color al principio, para a partir de ahí llegar al sonido que quiere. En ésta, una elegante balada con ligero aroma trip hop, acaba con lo más parecido a un solo de guitarra, filtrada pero cálida, que ha hecho nunca.

Puede que el sonido del grupo tenga reminiscencias ochenteras, pero más a una idealización que a algo en concreto. Puedes pensar en tecno pop misterioso a lo Soft Cell, oscuridad melancólica a lo New Order, elegancia a lo Sade o The Blue Nile, pero no se parece a ninguno de ellos. Incluso puedes notar el ramalazo a la revisitación de los sesenta de los Jesus and Mary Chain, sin el ruido por delante; aunque algo hay, porque la segunda versión del disco es "On the Wall", de los hermanos Reid, la que hacen casi épica alargándola hasta más de ocho minutos, repitiendo el mantra "soy como el reloj en la pared".

En un ambiente casi de pesadilla, "Whispers in The Hall" es una curiosa exhortación a su hijo pequeño a hacerse fuerte en la escuela a partir de la amenaza de los demás y del intento de dominación del sistema. Se le ocurrió cuando le dejó allí solo por primera vez. Tras un interludio instrumental, que es como un retazo de sus bandas sonoras, nos deja con el misterio en todo lo alto al lado del pozo de los deseos ("Wishing well"), donde los sueños están en venta en una habitación con vistas y donde las moraduras son azules. Cantado con esa voz gélida, bella y magnética de Ruth Radelet, increíble en todo el minutaje, el efecto que produce es mayor.

Termina así el disco, y es tan diferente el lugar donde te ha hecho sentir, que no te apetece salir tan pronto sino volver a prender la cerilla y regodearte de nuevo  en los sonidos del silencio.