Por: J.J. Caballero
Ese extraño fenómeno, o afección, que uno ya no sabe cómo encajar ciertas expresiones recurrentes en esto de la crítica musical, como es el caso del “difícil tercer disco”, empieza afortunadamente a dejar de tener sentido. Ignoro si aún hay alguien que pretenda evaluar el alcance artístico de tal o cual nombre en función de la supuesta enjundia, convertida en difícil asignatura, de un disco que pueda conectar más o menos con un amplio sector de público. Viva Suecia tienen aprobadas varias anteriores en las que los conceptos básicos fueron superados con solvencia y momentánea brillantez. De hecho, el continuismo y el más que evidente riesgo de convertirse en una banda del montón que rozaron con su anterior trabajo, el irregular “Otros principios fundamentales”, son obstáculos superados de sobra con la apuesta de este “El milagro” que, lejos de ser un ídem en términos estrictos, se postula como el eslabón más sólido de una discografía que aún debe dar frutos igual de jugosos. O más. Hay en las nuevas canciones de los murcianos un ansia de aperturismo que ennoblece su causa sonora, que por otra parte continúa por la senda de las proclamas emocionales y los sentimientos de autoafirmación personal como seña ya indeleble en su lírica, sobre todo. El peso del pasado se convierte en bagaje e ímpetu para afrontar un futuro al que le ponen buena cara en general, pese a la aparente pesadumbre de las letras.
El ancla con lo ya grabado se halla en “La fuerza mayor”, que aporta unos coros livianos de Amparo Llanos (ex guitarrista de Dover y ahora embarcada en los muy interesantes New Day) y la misma onda expresiva; y el paso adelante se ejemplifica en la espina dorsal de “Algunos tenemos fe”, probablemente el tema con más profundidad rítmica que hayan concebido hasta el momento. De ello se responsabiliza en gran parte el trabajo de Carlos Hernández, productor de referencia en el pop independiente hispano de los últimos lustres. Hasta las orquestaciones de temas como “Días amables” se distancian de la pomposidad esperada y pasan a formar parte de la propia esencia de la canción, con lo cual se puede afirmar con rotundidad que este disco ha sido bien meditado, dispuesto y ejecutado. Las estrofas cantadas por Rafa Val siguen apelando a la autoafirmación y el orgullo que deberían significar las derrotas propias, y el tono profético, como de verdades absolutas, que suena en “Lo que te mereces” y “Será”, una lección puntual de power pop en la onda británica que les suele definir, se torna no solo adecuado sino además perfecto para meterse en la piel de los sentimientos, porque es de eso, más que de historias con un principio y un final, lo que cuentan sus canciones.
Si esto es indie, mainstream o carne de festivales es algo que no debemos decidir nosotros ni siquiera su público. Ellos simplemente se encargan de rememorar sus filias noventeras con piezas épicas como “Qué querías ser de mayor” y los caminos abiertos por bandas contemporáneas –Vetusta Morla continúan en la sombra- en el tema que bautiza el álbum. Las melodías sintéticas de Joe Crepúsculo tienen cabida en “Fóllame”, un título tan valioso como desconcertante, y los propios fantasmas de los miembros del grupo asoman en “Creo que aprendí a decir que no”, de lo más previsible de un trabajo que también se toma un respiro de tanta intensidad en momentos como los de “Necesitarnos tanto”, en la que vuelven al romanticismo afilado ya exhibido con anterioridad. En definitiva, la temida diatriba de la que hablaba al principio se salda con una enorme lección de humildad, responsabilidad creativa y buenas, a veces excelentes, canciones. Un milagro que no lo es tanto si tenemos en cuenta las enormes prestaciones que desde el comienzo de su carrera demostraron los músicos de Viva Suecia. Un milagro que nos devuelve la fe que algunos siguen teniendo, como ellos mismos afirman, y sin necesidad de iconografía religiosa en portada.