Sala Clamores, Madrid. Miércoles, 6 de noviembre del 2019
Texto y fotografías: Clara López Vallejo
El frio ha llegado y lejos quedan ya los festivales, las camisas hawaianas y las diademas de flores. Ponemos un punto y aparte a los conciertos al aire libre; ahora toca refugiarse en acogedoras salas a disfrutar de la música. La propuesta de Madrid este año para acompañar la llegada del otoño es acertada: un ciclo de conciertos de jazz protagonizado por mujeres. Distribuidas en diversas salas de la capital hemos podido presenciar una gran variedad de artistas que nos recuerdan que el jazz no es cosa del pasado, y que son muchas las mujeres que siguieron la estela de Ella Fitzgerald, Billie Holiday y tantas otras.
Dentro de este ciclo, Indra Rios-Moore actuó el pasado miércoles en la Sala Clamores. Los sillones de terciopelo rojo y las pequeñas mesitas redondas distribuidas a los pies del escenario fueron el entorno idóneo para la actuación de la cantante, que dio comienzo a la velada pasadas las nueve de la noche. Una decoración sobria y una banda compuesta tan solo por la propia cantante, un contrabajista y un saxofonista que hacía las veces de clarinetista. No hace falta más para llenar la sala y transportarnos a la noche neoyorkina.
Tras presentar a sus acompañantes, y no sin antes dar un breve discurso de agradecimiento a su público, Indra comenzó un concierto plagado de referencias musicales y políticas, con claras críticas a Trump. A pesar del panorama político presente en Estados Unidos, especialmente amenazante para una hija de inmigrantes, Indra se define como optimista. Y con estas palabras introduce “Keep on Pushing”. Se trata en este caso de una versión algo diferente a lo que nos tiene acostumbrados en sus álbumes de estudio, al faltar los coros y otros instrumentos que suelen tener cabida en sus temas. Sin embargo, esta versión algo más sobria y discreta es la adecuada para la ocasión: una sala pequeña, un momento íntimo, en que el público está tan cerca de los artistas que parecen un grupo de amigos a punto de entablar una conversación. Y es que el optimismo no está solo presente en sus letras, es un ente superior que trasciende y se mezcla con la voz de la artista y su performance envolviéndonos a todos.
La canción “Little Black Train” es presentada también con unas palabras, esta vez, en relación a la cultura embebida en la música jazz. Los trenes, esas grandes figuras que siempre parecen asomar en cada rincón de la música americana. Y esta vez Indra nos cuenta por qué: los trenes representan esperanza, al ser el medio de transporte que los que habían sido previamente esclavos empleaban para escapar de las opresoras tierras sureñas. En este tema la artista dio rienda suelta a su talento, dejando que su voz llenara la sala. Se echó en falta, no obstante, la guitarra presente en la versión de estudio. Por otro lado, y a pesar de ser Indra quien da nombre a la banda, la presencia del clarinete amenaza en ocasiones con ponerse a la par con la voz de la cantante, adquiriendo un protagonismo indiscutible. Solos que se dilatan en el tiempo e inundan la sala fundiéndose en ocasiones con las graves notas del contrabajo.
La melancolía y la nostalgia tuvieron también cabida a lo largo de la noche, en forma de largos solos de saxofón y de ritmos más pausados. Vemos esto en “Carry my Heart”, tema que da nombre a su álbum más reciente, lanzado en 2018. También con ritmos calmados, pero con tintes más alegres encontramos en este álbum “Love Walked In”, jazz en estado puro. Una de esas canciones que parecen compuestas para ser escuchadas una y otra vez contemplando la ciudad a través de la ventana mientras la lluvia golpea los cristales casi al unísono del contrabajo, que marca el esqueleto de la canción de principio a fin.
Finalmente, si algo le gusta a Indra, son las versiones de exitosos temas que poco tienen que ver con la música jazz. No obstante, la banda se acerca a ellos aportándoles su propio estilo, haciéndolos en ocasiones casi irreconocibles. En esta ocasión, pudimos disfrutar, entre otras, del clásico “What a wonderful world”, tema que cerró el concierto. No faltó tampoco “Heroes”, de Bowie, una interpretación bastante libre que se acerca más al blues que al rock. No soy una gran fan de las versiones, pero, en este caso, mereció la pena sin duda escuchar grandes clásicos desde una perspectiva más “jazz”. Queda mucho invierno por delante y el blues es un gran acompañante en estos tiempos.