Por: Javier Capapé
Enfrentarme a un disco de Fon Román en profundidad era para mí una tarea nueva, pero se intuía interesante desde el momento que publicó su primer adelanto en forma de versión acústica de “El equilibrio es posible” junto a Iván Ferreiro. Una canción premonitoria acompañada de una estrategia que podía ganar a todos los seguidores de los Piratas. Pero la canción era mucho más que un gancho para esos nostálgicos. Era una pequeña pieza confesional y delicada que quedaba perfecta a dos voces y que en su versión de estudio (ya solo con la voz de Fon Román) nos acercaba a una propuesta que podía emparentar con los Beatles más clásicos de mediados de los sesenta mientras se convertía en un alegato para conseguir la paz y el equilibrio con los demás y con uno mismo. Quizá por eso fue presentada en su versión mano a mano con Iván Ferreiro, como queriendo dejar claro que el entendimiento entre los dos era más que un hecho.
De todos es sabido que tras dos discos en solitario, el guitarrista del grupo vigués Piratas abandonó su tierra para instalarse en México donde buscó inspiración a la par que desconexión. Y tras estos ocho años al otro lado del charco la experiencia se nos sirve en forma de disco, pero no de un disco cualquiera. “La Chispa, la Llama y el Humo” es una colección de canciones en la línea de sus anteriores trabajos “Entretelas” o “Silencio cómodo en un jardín descuidado”, pero mucho más elaboradas que éstas, a pesar de que en apariencia puedan parecer más sencillas en adornos o estructuras. Fon Román se nos presenta no tanto como un guitarrista inquieto entre efectos y ruidismo, sino más bien como uno clásico, que disfruta sacando los acordes precisos de su acústica o se acompaña de un delicado rasgueo con su guitarra española de toda la vida.
Según avanzaba el pasado verano el músico gallego continuó con la estrategia iniciada con “El equilibrio es posible” y así publicó otros dúos con artistas que comulgaban a la perfección con su propuesta, cediendo el protagonismo para presentar sus canciones a Zahara, que interpretó “La chispa”, Coque Malla, que hizo lo propio con “Territorio herido”, o Izal con “La llama”. Todas se presentaron con sendos videoclips en versiones acústicas que se antojaban ejercicios con mucho estilo que nos descubrían la cara más amable y cercana de Fon Román, mostrándose de frente y no tan escondido tras su guitarra. Su voz ganaba en empaque y nos descubría unas canciones delicadas pero con mucho carisma, presagio de lo que podía ser un disco de altura. Y así llegó el lanzamiento definitivo del álbum el pasado 27 de septiembre confirmando lo que ya intuíamos. “La Chispa, la Llama y el Humo” es un disco elegante a la par que emocionante y delicado. Predominan los sonidos acústicos aunque mucho más adornados que en las versiones mostradas en formato video durante el verano. Aquí hay mucha madera, pero mezclada con los metales, también muy presentes en la mayoría de estas once canciones, lo que les da una personalidad única y algo más alejada del pop-rock desnudo que veíamos en los mencionados adelantos.
“La chispa” abre el disco con aroma a roble viejo. Los bajos se nos presentan marcados, como guiando con firmeza el rumbo de un disco que se asienta por encima de todo en la voz de Fon, que se dulcifica, al igual que sus canciones, para otorgarles una magia especial que por momentos nos remite a los clásicos de los sesenta gracias también a los arreglos de cuerda y vientos, muy presentes en este inicio comandados por la trompeta del puente de “La chispa”, perfecta imagen del amor puro, ese que se nos presenta como el más poderoso de todos los dones. En “Lo que no soy capaz” vuelve a dominar desde el principio la acústica dando suavidad a una canción sentida y profunda que explota con la frase final a modo de mantra. Los vientos siguen presentes en “El equilibrio es posible”, que persigue en su mensaje esa paz reconfortante con uno mismo que apuntaba antes. Una de las canciones de la colección a la que más cariño le tengo, quizá porque supuso de nuevo la unión de Fon Román e Iván Ferreiro, haciendo clara alusión desde su propio título a nuestros añorados Piratas, aunque mostrando igualmente el enorme estado de forma de estos dos miembros de la banda viguesa, que no necesitan recurrir a su grupo para defender el enorme potencial de sus composiciones más actuales. Y de entre todos los mensajes que nos deja la canción quizá el más acertado sea el de aceptarse a uno mismo y dejarse querer, uno de los mejores antídotos para encontrar ese equilibrio del que habla.
El ritmo sube con “Latido unánime”, un tema con el que se te van los pies, desprendiendo aromas brasileños y guitarras latinas junto a los omnipresentes vientos. La canción invita al movimiento y recuerda a algunas de las últimas composiciones de Jorge Drexler. Concretamente parece estar extraída de “Amar la Trama”, aquel fantástico disco del uruguayo grabado en un falso directo. “Territorio herido” es cruda y se apoya únicamente en la guitarra eléctrica en casi todo su desarrollo. Conmueve por el sentimiento que aflora en forma de grito, como sucede de alguna manera en la más comedida, pero igualmente efectiva “La llama”. “Canción de luna a Mariña” nos pone los pelos de punta por su sencillez y ternura, algo que se rompe al llegar a “Gente puentes”, cuyas rotas guitarras y efectos son lo que más cerca nos va a dejar de la sonoridad que perseguía nuestro protagonista en el imprescindible “Relax”, aunque aquí destacan también los coros en su crescendo final marcando la diferencia con aquel disco. El piano manda en “Tu cama”, quizá la que más se aleja del espíritu conjunto de la colección, aunque remonta de nuevo con el impulso de la alegre “Lennon y Yoko”, otra firme defensa del amor genuino con el júbilo y el baile presentes. Toda la melodía invita a levantarse e incluso escuchamos fraseos juguetones con la voz que refuerzan su épica, cerrando con calma con “El humo”, donde el uso de las cuerdas nos remite al estilo más soleado de la costa oeste americana y nos conduce a un magnífico final envolvente, cerrando un círculo que se emprendió con esa chispa inicial en forma de éxtasis emotivo y termina con la paz y los restos de las brasas y el humo. Porque en definitiva éste es un disco que tiene un sentido conceptual, que se ordena en capítulos desde su propio título y que consigue reflejar muchos de los estados de excitación, preocupación, emoción, alegría, serenidad o madurez por los que pasa una pareja, que enciende la chispa, que pasa por la fogosidad en llamas a pesar de las heridas, y que consigue levantarse ante las adversidades. Un ejercicio de estilo necesario, que además pone en su sitio a un gran artista que ha permanecido casi oculto por la larga sombra de su pasado, pero que ahora se nos presenta optimista y seguro, con hermosas canciones que no dejan ninguna duda acerca de su potencialidad y carisma. Sólo se le puede pedir una cosa más al disco para aquellos que anhelamos también éstos como objetos de colección más allá de su escucha en Spotify: una edición que incluya las maravillosas versiones desnudas presentadas como adelantos en forma de videos para redondear más si cabe una auténtica obra de orfebrería.