Sala Joy Eslava, Madrid. Domingo, 24 de noviembre de 2019
Texto y fotografías: Jesús Elorriaga
Algún que otro parroquiano apostaba estos días, no exento de cierta temeridad, que el regreso de Curtis Harding, apenas cuatro meses después de colgar el cartel de “No hay billetes” en su pasada visita madrileña a la sala El Sol, no llenaría la sala Joy Eslava un domingo por la noche. Craso error. Si bien al principio la afluencia de sala parecía relajada, en cuanto terminaron los teloneros se empezaron a juntar los más rezagados que llegaron a poblar el primer y segundo anfiteatro de la sala para poder tener una buena vista de un concierto que prometía, al menos, la misma conexión de energía del anterior.
Con solo dos discos en el mercado, el artista de Michigan se ha colocado en los puestos más relevantes de esto que llaman neosoul o, como él lo rebautiza, “slap’n’soul”, y que no deja de ser una (otra) nueva evolución de la música negra con más actitud de los 60 y 70 mezclado con rock’n’roll, fuzz, blues y, por supuesto, mucho soul. Una vuelta de tuerca a un multigénero que lo identifica y donde marca con fuego su inconfundible sello personal. A las nueve y media de la noche salió el grupo que le acompaña en esta nueva gira europea y pocos segundos después apareció en el escenario Harding como un auténtico soul man, elegante en la vestimenta y en los complementos, ataviado con unas gafas Gucci que no se quitó en todo el concierto, y con ganas de pasar (y hacer pasar) un buen rato. Contó una anécdota muy del agrado del respetable, aunque no tanto de los músicos, evidentemente, que se dirigieron nada más llegar a Madrid a la sala equivocada (sala But, tal y como indicaba el primer cartel promocional) ante la sorpresa del personal que allí estaba trabajando a esas horas.
Dejando de lado esas anécdotas de músicos en la carretera, rápidamente se lanzó a sus pedales para juguetear con lo efectos que arrancan “The drive”, perteneciente a su primer disco, "Soul Power" (2014). De los 17 temas que interpretó, fue intercalando tanto de este como de su trabajo más reciente," Face your fear" (2017), con ventaja en el recuento general del último sobre el primero. “Go as you are” sonó atmosférica y cuidada en su viaje a los tuétanos lejanos del soul, pero el público parecía demasiado frío hasta que se empezó a animar (tímidamente) con “Next time”. “Drive my car” sonó oscura, canalla, con esos aires blueseros que nos lleva a un viaje al fin de la noche americana. El entusiasmo del público volvió, sobre todo en las primeras filas, con uno de sus éxitos más celebrados, “On and on”, dejando la guitarra a un lado y golpeando con brío su pandereta. No se echó en falta los coros originales mientras el falsetto característico de su estribillo encontraba imitadores con más o menos fortuna entre mis compañeros de grada.
Tanto Harding como el público empezaron a contagiarse del calor del momento, así que llegó el momento en el que se quitó la chaqueta y se dejó llevar por el soul más primario de temas como “Till the end” hasta que se enfundó de nuevo la guitarra en “Face your fear”, un funky distinguido con predominancia de teclados. “Castaway” y “Keep on shining”, muy aplaudidas, sonaron con más riqueza incluso que en su versión original, y volvieron a animar al público que se contagió de la energía contenida de “Heaven's on the Other Side”. Reclamó silencio a toda la sala para arrancar con fuerza en el inicio de “Need my baby” antes de dejar para el final “Wednesday morning atonement” y su mayor éxito de la noche, “Need your love”.
Para los bises regresaron con una versión del éxito de los Bee Gees, “To love somebody” y finiquitaron el asunto con uno de los temas que mejor sonaron en directo, “As I am”, emotivo cierre donde Harding aprovechó para presentar a la banda antes de desaparecer del escenario. El de Míchigan ofreció un concierto donde supo manejar los tiempos con bastante inteligencia ante un público más observador que entregado (al menos hasta la mitad del show) aunque en muchos casos, incluso, eran repetidores de la vez anterior, lo que demuestra que todavía sigue habiendo en mi ciudad seres ávidos del buen soul más garajero que bailongo.