Sala Multiusos, Auditorio de Zaragoza. Sábado, 28 de septiembre del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
FIZ es sinónimo de fin de temporada. Con el festival independiente zaragozano se pone fin a la ronda de festivales veraniegos y se abraza al otoño, dando paso seguidamente a las Fiestas del Pilar de la capital aragonesa. Esta edición, la número diecinueve, partía con un protagonismo poco compartido en el cartel. Los madrileños Vetusta Morla se imponían al resto de grupos, todos ellos sin excesivo peso, lo cual dejaba muy claro lo que la gran mayoría de los 5000 asistentes iban a ver.
In Materia tuvo la dura tarea de abrir el festival con un aforo muy escaso que tardaría en llenar la Sala Multiusos del auditorio zaragozano. El grupo local aún así derrochó potencia en la línea del mejor indie patrio pues sus canciones eran un híbrido entre grupos de la talla de Viva Suecia o Supersubmarina, por citar algunas de sus referencias. Temas como "Inevitable" o "Nunca más de dos" convencieron, aunque lo que verdaderamente consiguió levantar al respetable fue la poderosa versión de "Yo quiero verte danzar" de Franco Battiato que ofrecieron en la última parte de su show.
Las Odio llegaron a continuación con un repertorio basado en el descaro y unos aires estilísticos en la línea de Los Fresones Rebeldes o Los Punsetes. "Yo lo vi primero", "Impresora 3D", "Mantis religiosa" o la versión libre de "Cuchillas" de Donatella Rettore consiguieron los vítores de cierto público entusiasta, pero en realidad no aportaron nada nuevo a pesar de su pose.
Desde Londres llegaron Monarchy con su apuesta tecno-pop cargada de sintes y actitud. El público no les esperaba a ellos, y de hecho el recibimiento fue algo tibio, pero poco a poco todos fueron rindiéndose a la electrónica potente del trío, una suerte de Depeche Mode renovados que manejaron con mucha soltura el ritmo consiguiendo que sus canciones se agarraran a las cabezas de los presentes casi al instante, como ocurrió con la precisa "Back to the Start" o la pegadiza "The Phoenix Alive". Monarchy se convirtieron, sin esperarlo, en la gran sorpresa de la noche acercándose al éxtasis colectivo gracias al cierre con la remezcla personalísima de "Lithium" de Nirvana. Y es que no hay que olvidar que los festivales están para esto, para descubrir nuevos talentos que podían haber pasado desapercibidos hasta ese momento pero que hacen que pagar una entrada merezca la pena.
Pero sin duda, lo que todos querían ver en el FIZ era de nuevo a uno de los grupos más sólidos del panorama nacional (y por qué no decir también internacional) en el final de su gira "Mismo sitio, Distinto lugar". Una gira que les trajo por estas tierras hace justamente un año y que, como en todos los sitios por donde ha pasado, dejó al público extasiado, rendidos ante la evidencia de tener delante una banda única con un carisma y un planteamiento sonoro y visual inconmensurable. Eso mismo se repitió el pasado sábado como cabezas de cartel del festival. Con un repertorio algo más ajustado que en su última visita a Zaragoza pero con el mismo derroche de potencia, los madrileños nos brindaron un concierto sublime. Técnicamente impecable y con la emoción como bandera, Pucho y los suyos fueron desgranando dieciocho canciones casi sin pestañear, haciendo alguna referencia política inevitable y apelando al poder del amor como motivo de esta particular reunión de almas, que entendieron que había que despedir uno de los discos más inspirados del sexteto por todo lo alto.
Desde la apertura con "Deséame suerte" pasando por las incisivas "El discurso del Rey", "Palmeras en la Mancha" o "Golpe maestro", el grupo se metió en el bolsillo a los 5000 asistentes que, ahora sí, llenaban el recinto. Hubo tiempo también para la calma con "Maldita dulzura", "Cuarteles de invierno" o una impactante "Copenhague" cantada casi de principio a fin por el público, al que el grupo cedió el micrófono. También interpretaron alguna sorpresa no muy recurrente en su repertorio como la fantástica "Boca en la tierra" y más incursiones en su último larga duración con un esquema visual calcado al que ya se ha visto en su gira a estas alturas pero que igualmente sobrecoge (atentos al aura semi espacial de "La vieja escuela", la intimidad del pequeño vals que es "23 de junio" o la explosión emocional de "Consejo de sabios").
Con "Mapas" Pucho se dio un baño de masas recorriendo toda la sala y cantando entre los asistentes, lo que dio paso a la recta final plagada de éxitos incontestables como "Sálvese quien pueda", "Valiente", "Te lo digo a ti" o "Fiesta mayor", antes de tomar un respiro para terminar con la siempre efectiva "El hombre del saco", no sin antes invitarnos a "transformar nuestro entorno y hogar", que es de lo que se trata creer en el poder de la música. El fin de fiesta con "Los días raros" se convirtió de nuevo en catarsis colectiva, seguros todos de haber vuelto a presenciar un concierto histórico, magnético y único. Porque Vetusta Morla consiguen esto: hacer de cada concierto un espacio íntimo para cada uno de los asistentes, no porque le falten decibelios, sino que siendo diametralmente opuesto a esto consiguen que nos plantemos cara a cara con el grupo y en plena comunión con sus poderosas canciones.
Para cuando nos quisimos dar cuenta la multitud que inundaba la sala desapareció y la valiente propuesta de Nunatak fue presenciada por un público algo escaso, pero eso sí, atento al poder de los murcianos, que con un pie en Bon Iver y otro en los Pixies intentaron crear un clima favorable para desgranar algunos de los éxitos de "El tiempo de los Valientes" como "Disonancia perfecta", "Bestias sedientas" o "Sigues en pie", que se convirtió en un pequeño regalo gracias al poder siempre amable del ukelele. El problema es que Nunatak partían en muy mala posición en el cartel. Conseguir convencer tras el maremágnum de los de Tres Cantos es sumamente complicado y por eso tras las primeras canciones llegaron a cansar al respetable a pesar de su toque certero.
Sabíamos de antemano que la decimonovena edición del FIZ quedaría marcada por el casi único protagonismo de Vetusta Morla, que aunque merecen toda la atención del mundo dejaron a medias al resto de las bandas que se dieron cita en tierras mañas. Aunque es difícil no rendirse ante lo incontestable. Vetusta vale de por sí todo un festival y por tercera vez en el FIZ lo corroboraron los madrileños, aunque esta vez siendo ellos y solo ellos los que se llevaron de calle a los afortunados que comulgamos con su propuesta. Quizá el FIZ deba replantearse el equilibrio en su cartel para que no queden conciertos masificados frente a otros con escaso público como ocurrió el sábado, pero lo que está claro es que el éxito del festival quedará un año más sin ser cuestionado tras haber hecho una apuesta segura e irresistible.