Por: Artemio Payá
Febrero de 1989.
Sale al mercado “Don’t Tell a Soul”, sexto elepé de The Replacements, tercero para una multinacional, y con el que dejan atrás una turbulenta etapa marcada por la expulsión de Bob Stinson, pieza fundamental de su sonido, y dando paso a Slim Dunlap, fichado un año antes para ejecutar “Pleased to Meet Me” en directo. En aquel momento eran una banda muy querida en Norteamérica, admirada por el underground y por la juventud universitaria que se desgañitaba con sus himnos repletos de realidad post-adolescente. Solamente les faltaba una cosa, o al menos así pensaba su disquera: quería reflejar la brillante reputación de la banda transformándolo en ventas millonarias.
Con ese objetivo, se encerraron en los estudios Bearsville de Woodstock bajo la batuta de Tony Berg, pero el desencuentro con Paul Westerberg fue total y el proyecto tuvo que ser retomado posteriormente por Matt Wallace, que a la postre sería el productor del disco, aunque Warner decide involucrar a Chris Lord-Alge para mezclarlo, un tipo acostumbrado a dulcificar, rellenar y domesticar todo lo que pasaba por sus manos. El resultado final del álbum fue tibiamente recibido por la prensa especializada por mostrarse sobreproducido y sin chispa. Visto todo ello con el tiempo, lo que es innegable es que contenía (y contiene) grandes canciones y curiosamente fue el álbum más vendido del grupo (número 57 en los charts) a pesar de estar lejos de las pretensiones de su discográfica. Es decir, que ni crítica, ni público ni banda, quedaron a gusto con el resultado, y a la postre fue otro empujón más en el camino hacia el final del grupo, que únicamente llego a editar un último disco que de milagro llevó el nombre de la formación.
Estamos ahora en septiembre de 2019. Han pasado treinta años y a pesar de que hubo una revisión del álbum hace once, Westerberg y Stinson vuelven sobre sus pasos y desentierran la versión que ellos hubieran querido sacar con la mezcla de Wallace. ¿Era necesaria otra reedición, ampliada, lujosa, cara y remezclada de un disco que no está considerado entre los mejores de la banda? Pues quizá no, pero estamos hablando de los Mats y cualquier cosa puede pasar y ha pasado. “Dead Man’s Pop” viene enfundado en una lujosa presentación que contiene el disco como fue pensado originalmente añadiendo las sesiones previas a la grabación en los estudios Bearsville y un directo de la época para reivindicar que, aunque en disco sonaban más blandos, en directo podían seguir siendo, cuando querían, una pedazo de banda de rock and roll. En total 4 CDs y un LP con abundante material y comentarios a cargo del mentado Wallace y Bob Mehr, amplio conocedor y biógrafo de los de Minnesota.
Pero vayamos por partes. Tanto el vinilo como el primer cedé los ocupan la remozada visión del disco llamada “Dead Man’s Pop” (el título original) que cuenta con una secuenciación diferente y aunque no supone un cambio revolucionario en el sonido, ya que todo parte de las mismas grabaciones, si que podemos apreciar algunos matices que hacen al producto altamente interesante para los fans de The Replacements. En primer lugar, porque aparece más presente la particular voz de Westerberg y además porque aligerando de reverb la mezcla se aprecia más el nervio interpretativo de los Mats. Es un placer volver a disfrutar de esta forma de “Talent Show”, “We’ll Inherit the Earth” o los singles “Achin’ to be” y “I’ll be you”, que por cierto aparecen todas ahora en una imbatible cara A. Mención especial también para la remozada “Rock and Roll Ghost”, que suena más intima que en la versión primigenia.
En el segundo CD se aloja también suculento material. Aquí aparece un buen grueso de las sesiones previas al álbum junto a Tony Berg, que decidió llevárselos a Woodstock para alejarlos de la vida nocturna y acabo desquiciando a la banda. Testigo de ello fueron los propios Metallica, que en aquel momento estaban mezclando “…And Justice for All?” y que vivieron en sus propias carnes cómo se las gastaban estos tipos. Cabe destacar entre otras una versión más country de “Portland”, el ramalazo punk de “Wake Up”, la fabulosa “Last thing in the world”, “Date to Church” o “We Know the Night”, que luego repiten en dos tomas junto con Tom Waits. Hasta cinco cortes aparecen aquí en una jam con el de Pomona. Dicen los cronistas que se presentó a las sesiones muy formalito junto a Kathleen Breeenan y que cuando ésta se marchó a casa comenzaron a darle a la botella cosa mala, algo que se puede apreciar claramente en los cortes junto a él, que rezuman cansancio y embriaguez, logrando alcanzan buenos momentos únicamente en la versión con banda de “We Know the Night”.
Para el final dejamos los dos últimos plásticos que contienen un directo grabado el 2 de junio de 1989 en la Universidad de Wisconsin y que confirman que el combo estaba perfectamente engrasado, y que a pesar de rebajar los decibelios en sus dos últimos trabajos ellos seguían siendo una imbatible máquina sobre los escenarios cuando les daba la gana. Es este disco en vivo el complemento perfecto al editado hace un par de años, “Live at Maxwell” de 1986, y las canciones nuevas suenan de maravilla. Aderezan el fenomenal repertorio reivindicando sobre las tablas a KISS, Johnny Thunders o The Only Ones.
Al final, y respondiendo a la pregunta que hacíamos a mitad de crónica, desde luego que el artefacto merece y mucho la pena. Es cierto que a veces es complicado rehacer el oído a canciones que tenemos impregnadas desde hace muchos años en nuestro cerebro sonando de diferente manera, pero teniendo en cuenta lo placentero de la escucha, los numerosos extras que lo acompañan, además del excitante directo y de la lujosa presentación, estamos ante una golosina diría que casi necesaria para los fans de The Replacements.