Por: Javier Capapé
Podríamos hacernos otra pregunta al hilo del título de este disco: ¿Por qué Liam? Porque nos gusta. Simplemente por eso. Porque sigue siendo uno de los emblemas vivos del rock. Porque su música es atemporal y sabe ofrecernos lo que buscamos. Porque desde que arranca el primer riff de estos catorce cortes sabemos que disfrutaremos fácilmente. Sin buscar delicatessen, pero seguros de que las seis cuerdas sonarán afiladas y que su particular voz nos volverá a recordar que estamos en casa. “Why me? Why not” no ofrece nada que no sepamos, pero convence, como hace dos años hizo con su debut en solitario, lejos ya de sus tiempos en Oasis y Beady Eye. Este disco es algo más suave que su debut y en él vuelven a sobrar algunas canciones, pero suena más si cabe a nuestros añorados Oasis, consolidando su propuesta individual mientras continua agarrado a sus principios de siempre. Y así como hasta ahora su hermano Noel le aplastaba por goleada con sus sólidos discos junto a los High Flying Birds esta vez parece que es el pequeño Liam quien le atesta un buen derechazo a Noel, ya que el clasicismo del menor de los hermanos se impone a los caprichos pseudo electrónicos en forma de singles lanzados últimamente por el mayor.
El disco se abre con mucha fuerza gracias al ímpetu de “Shockwave”, a base de guitarras desgarradas y toques de armónica con una pegada calcada a la apertura de su debut con “Wall of Glass”. Rápidamente nos impregnamos de las referencias directas a Lennon en canciones como “One of Us”, otro de sus singles de presentación, como la canción que abría el disco, que se apoya en las cuerdas y los coros remarcando la épica de los temas más sonados de su banda madre como aquel “Whatever” al que nos remite y que nos hace dibujar una sonrisa en nuestros rostros. No, este no es un disco de Oasis, pero se le parece mucho, como si la banda hubiera retornado a su actividad tras “Be Here Now” y lo hubiera hecho con una apuesta clásica y segura, no como fue aquel pretencioso “Standing on the shoulder of giants”. La acústica abre paso a “Once”, una de las joyas del álbum, mostrando así que el arranque del mismo es de lo más granado, consiguiendo que no queramos dejar de escucharlo, aunque a partir de la quinta canción la cosa pierda fuerza y flojee a ratos. Antes de esto aún hay sitio para cierto toque mod con “Now That I've found you”, que nos remite al modfather Paul Weller y que nos engancha por su carácter amable pero no falto de precisión. Una canción para levantar a un estadio.
La línea más clásica se pierde en parte con “Halo”, más cerca esta vez de Beady Eye, con un piano que lleva la voz cantante y un solo distorsionado fuera de lugar, aunque hay que decir que como experimento sobrado de frescura y rimas fáciles puede valer. Eso sí, como antes apuntaba, a partir de aquí la calidad baja salvo algunas excepciones como la canción que da título al disco, que reafirma a Liam Gallagher como compositor (una vez más ayudado por sus últimos colaboradores Greg Kurstin y Andrew Wyatt) y le convierte en heredero natural del más puro sonido Oasis. Es ésta una afirmación severa, pero aún reconociendo mayor riesgo y calidad en los álbumes de Noel, Liam consigue que las imágenes del grupo que enarboló la corriente del Britpop a mediados de los noventa inunden nuestro cerebro irremediablemente. Y es esto lo que los seguidores de los mancunianos están buscando, no salir de esa zona de confort que a Liam le sienta tan bien, ignorando quizá que el mayor de los Gallagher está un paso más allá intentando no quedar estancado en su pasado.
La inmediatez representada en un sonido más duro y potente conduce “Be still”, una canción perfecta para mostrar la actitud chulesca de nuestro protagonista pegándose al micrófono y desafiando al respetable. El clasicismo vuelve de la mano de “Alright now”, de nuevo vestida con cuerdas y coros y con una melodía que roza las producciones del sello Motown. Otro de los aciertos del conjunto. En “Meadow” brota el espíritu de Harrison en todo su esplendor con su derroche de psicodelia desde los primeros compases. El propio George parece encargarse del solo central de guitarra y los últimos compases nos remiten a “Blue Jay Way”. Sí, estas canciones están cargadas de referencias ajenas, ¿pero es que acaso no lo estaban también las composiciones de Noel en Oasis?
Con “The River”, otro de los adelantos, vuelve con éxito a un terreno muy conocido y podría encajar perfectamente entre los discos paridos por los dos hermanos durante el primer decenio del nuevo siglo. “Gone” quiere imitar descaradamente cierta actitud cercana al western adoptada por su hermano en canciones como “The Death of you and me”. El aire tarantinesco del principio desaparece por el abuso de las cuerdas, que le quita rudeza y originalidad al tema, aunque sobrevive con nota como cierre de la edición sencilla. Los extras de la edición Deluxe nos sirven algunas canciones más (tónica aparentemente obligada en cualquier publicación actual que se precie), pero sin aportar nada digno de mención. El calco pobre de “D’you know what I mean” que es “Invisible sun”, los aires emotivos pero realmente vacíos de “Misunderstood” y la ligereza con cierto aroma a los cincuenta de “Glimmer”.
No es la colección definitiva de Liam Gallagher, aunque lo que sí que ha conseguido a estas alturas, dado el enfoque de su sonido, es representar por sí mismo el nombre de Oasis. Aunque no fuera labor exclusivamente suya será casi imposible superar alguna vez lo que hiciera con “Definitely Maybe” o “(What’s the Story) Morning Glory”, pero no nos engañemos, eso no está en sus planes. Si nos quitamos pesadas etiquetas de encima, este “Why me? Why not”, además de funcionar como declaración de intenciones, nos convence y reafirma el carácter incorruptible de nuestro protagonista.