Por: J.J. Caballero
Se le achacaba en cierta medida a León Benavente que con su segundo disco, de escueto título “2”, no habían hecho sino prolongar de forma más o menos acertada los hallazgos que tanto sorprendieron en su debut. No será aquí donde discutamos la veracidad de aquellas críticas, sino donde nos congratulemos porque en esta tercera entrega en largo –hay un fantástico EP por medio que tampoco es moco de pavo- la banda comandada por ese pequeño gran hombre de curioso pseudónimo, Abraham Boba, se desprende de ese halo de continuismo y sin abandonar los presupuestos que los situaron en la primera línea de fuego del actual rock independiente en nuestro país se vuelcan a nuevas dimensiones, expanden su radio de influencia y se postulan como una referencia básica cuando se trata de hacer canciones abiertas, llenas de recovecos y en algunos casos sencillamente apabullantes.
La producción, realizada en familia en un pequeño estudio aragonés, no quita ni pone una sola nota a las necesarias para que las letras de Boba se entiendan en su esencia. Desde “Cuatro monos”, un brutal retrato de la alienación colectiva, hasta “Tu vida en directo”, llena de frases hechas y lugares comunes a los que todos recurrimos para excusarnos en demasiadas ocasiones, cada tema de este maravilloso “Vamos a volvernos locos” toca un punto débil en el progreso de la especie humana e implica al oyente en una disidencia sonora que vuela entre múltiples referencias. El kraut rock con el que siempre se les ha asociado se entremezcla con el hip hop en la brutal “Amo” (gran colaboración de Eva Amaral) o se transforma en pop indie en la paisajística “La canción del daño”, puede que la pieza más accesible para el gran público que hayan grabado hasta ahora. Las teclas, las programaciones, las guitarras sintetizadas, las percusiones, todo está en el sitio justo y hasta las voces invitadas, que aparte de la citada incluye a María Arnal en “Como la piedra que flota”, una oda desesperada a la indolencia, y a Miren Iza en “Mano de santo” (“Me pregunto si lo que pasó es algo nuevo o es histórico”, otra frase esclarecedora), justifican de pleno las canciones con su aportación. Pocas veces se ha retratado una resaca como en “Ayer salí”, una inclasificable barbaridad, y también es difícil de rastrear algo tan intenso en su mensaje, aquí explicado con las mejores guitarras del disco, como “Disparando a los caballos”. Por si fuera poco, se pueden bailar sin miedo a hacer un mal uso de ellas “No hay miedo” y “Volando alto”, sendas diatribas con el individualismo por bandera. Hay para todos y desde varios puntos de vista, y no es fácil llegar a los lugares que llega este trabajo con solo diez canciones. ¡Pero qué canciones!
Si afirmamos que este es ya con toda seguridad uno de los tres o cuatro mejores discos publicados en España en lo que va de año, y dudamos que aparezca otro a su altura, pueden pasar dos cosas: Que nos crean los más fieles devotos del sonido León Benavente, si es que tal concepto es descifrable; o que nos llamen exagerados quienes aún no lo han escuchado detenidamente. Si es así, se aceptan discrepancias, pero no se lo pierdan por nada del mundo. “Vamos a volvernos locos” de dicha porque existan bandas así.