Por: Javier Capapé
Siete años hemos tenido que esperar los seguidores de Keane para volver a verles en acción. Para hacer realidad la recuperación de una banda que no debió abandonar en uno de sus puntos álgidos, tras la edición del imprescindible “Strangeland”. Después vinieron proyectos paralelos, pero la complicidad de Tim Rice-Oxley y Tom Chaplin no debía olvidarse y así ha sido retomada en este “Cause and Effect”. Un disco en el que esperar su eterno pop barroco repleto de momentos épicos y estribillos coreables. No hay demasiado de lo que sorprendernos en estas once nuevas canciones (trece en su edición Deluxe), pero tampoco lo buscábamos.
David Kosten produce unas canciones que conmueven gracias a un Tom Chaplin con una voz más rotunda y unos arreglos donde no se alejan de lo que verdaderamente importa, dando siempre al piano omnipresente la contundencia con la que se ganaron a un numeroso público en su glorioso debut de hace ya quince años. Porque este “Cause and Effect” no ofrece nada nuevo más allá de la oscuridad hipnótica de su arranque (casi dos minutos instrumentales que explotan tras los primeros versos de Chaplin en “You’re not Home”) o de la escondida versión acústica donde brillan las guitarras en “The Way I feel”, pero aún así nos encanta. Desde la sensibilidad de “Thread” al colorismo de “Stupid Things”, con su tremendo estribillo, pasando por los juegos hipnóticos gracias a los coros en “Put the Radio On” o la ligereza de “Love too much”, que por momentos se asemeja a “Spiralling”.
Con “Strange Room” nos emocionan con poco más que el piano y la voz de Chaplin, esta vez más arrastrada. Una canción cercana a “Hamburg Song” aunque a la vez a años luz de ésta, rozando su misticismo pero sin convencer de la misma manera. En “Chase the night away” buscan la personalidad con arreglos de cello y en “I need your love” recuerdan a The Killers con ese aire mesiánico mientras asoman las programaciones sin molestar lo más mínimo, como perfecto complemento a la base rítmica de Richard Hughes y Jesse Quin, que abandona casi por completo esta vez las guitarras y se centra en los bajos. “I’m not leaving” refuerza la épica de la banda con un marcado bajo y uno de esos estribillos tan reconocibles que se agarran a tu mente y que tan bien maneja la banda de East Sussex. Con aires a canción de cuna sorprende “Difficult Year” (aunque esta pequeña maravilla solo podamos escucharla como bonus track en su edición Deluxe), delicada a la par que solemne para cerrar un álbum de notable, al nivel de sus canciones más granadas.
Al ahora cuarteto le sigue sobrando personalidad y empuje, pero siempre dentro de los límites que llevan trazando sin apenas cambios en sus seis álbumes de estudio (si contamos también el EP “Night Train”). Encontraremos canciones que ya se han ganado por derecho propio el status de clásicos del grupo en un tiempo récord desde su presentación, como ocurre con “The Way I feel”, arreglos de cuerda para adornar las ya de por sí emotivas composiciones de Rice-Oxley como “Thread”, temas que les sacan levemente de su zona de confort como “Phases”, e incluso canciones amables que podrían venir tocadas por la batuta de McCartney como “New golden age”. En definitiva, un disco que no engaña y nos ofrece ese pop delicado a la par que conmovedor que define a los británicos, que pone de nuevo en la palestra a un grupo de gran empaque, nadando siempre entre los gustos de un público numeroso y aquellos que no reniegan y saben deleitarse con una música de factura impecable, buenas formas y resultados envidiables. Sin duda estas canciones son causa y efecto de una carrera que afortunadamente ha recuperado su brío y a buen seguro le quedará mucho por recorrer.