Sala Joy Eslava, Madrid. 17 de octubre de 2019
Por: Jesús Elorriaga.
“Esa fuerza ha llegado y requiere de ti”, rezaba el cartel promocional del concierto de Fuerza Nueva en Madrid el pasado 16 de octubre. Esa llamada a la acción cumplió de sobra su cometido al llenarse la sala Joy Eslava con las entradas vendidas desde hacía semanas. Y es que había una gran expectación por ver cómo se plasmaba en vivo la magnificencia sonora e interpretativa de esta unión entre Los Planetas y Francisco Contreras (Niño de Elche). Visto el resultado final no podemos menospreciar el mérito de su victoria, aunque llegaran como claros favoritos para ganar este partido. Afuera, tenían un escollo de prejuicios difícil de sortear, en una época de dictaduras de lo políticamente correcto, del simplismo ideológico y cultural que alimenta cualquier clickbait en donde la gresca fácil y el menosprecio hacia el mensaje alejado de lo superficial golpean con fuerza y con suma velocidad.
La premisa de Fuerza Nueva consiste en “vaciar el contenido ideológico original de sus temas y entregarlos al disfrute del pueblo”, como señalaron en una reciente entrevista. De ahí que, desde el nombre mismo de la banda, usen fuera de su contexto símbolos tan nuestros como la Semana Santa, La Legión o himnos de exaltación nacionalista y les cambien el significado primario para desvirtuarlos y dejarlos carentes de sentido. Es cierto que tampoco han descubierto el fuego pero lo que destaca de este proyecto, y en eso el disco queda comprobado, es que la suma de estos talentos de la música que se sienten cómodos en la heterodoxia adquiere una profundidad y un sentido propio para que sea algo más que una simple “broma hípster”, como les describían desde otro medio más conservador.
El hecho de levantar ampollas entre aquellos que se erigen dueños de los valores de esos símbolos justifica ya de por si su argumento original. Pero es que el resultado tanto del disco como de su puesta en escena en directo, acompañados de los audiovisuales de Andrés Duque y Javier Aramburu (autor de la portada del disco, en una evidente muestra de conexión con el simbolismo de Joy Division) obliga a valorarlo más allá del meramente creativo. La expectación por ese concierto otorgaba una especie de liturgia que hizo elevar al personal congregado desde el primer minuto, incluso antes de que la banda saliera al ruedo con esa pieza audiovisual que mezclaba imágenes y sonidos relacionados con el folclore español de rancia tradición así como proclamas patrioteras y cantos revolucionarios a través de las barricadas de una guerra que parece que se resiste a desaparecer del imaginario colectivo.
En poco más de una hora, y con un repertorio de once canciones, desgranaron todas las canciones del disco y unos cuantos homenajes y autohomenajes planetarios. Comenzaron con la reinterpretación del himno de Andalucía (“Santo Dios”) que fue adquiriendo progresivamente intensidad y psicodelia, y que abriría una trilogía de los temas más oscuros y aflamencados de Semana Santa del disco, “Campanilleros” y “Mariana”. Pero no fue hasta “La cruz” cuando el público empezó a despertar de esa conexión hipnótica y a volcarse con más pasión en la homilía libertaria. La voz de Contreras parecía que quería escaparse por encima de la densidad sonora de Los Planetas mientras las imaginativas guitarras de Florent vestían de elegancia sinuosa las atmósferas en la que trascendían, al ritmo apasionado de Eric Jiménez, como unos Velvet Underground en un viaje cósmico a través de la España profunda.
A partir de entonces alcanzaron las cotas más altas a nivel interpretativo gracias a “La canción de los gitanos”, alabanza a la cultura romaní y sus himnos de hermandad (“Gelem, gelem”) que fue una de las más aplaudidas, a las que acompañó los homenajes a Enrique Morente (“Que me van aniquilando”) y la colaboración de este con Los Planetas (“Tendrá que haber un camino”), dos piezas que el propio Nicho de Elche interpretó ya con los granaínos en el concierto de estos durante el pasado Festival Flamenco de Madrid.
El tono reivindicativo de “Canción para los obreros de la Seat” donde deconstruyen el himno catalán “Els Segadors” entregándolo a proclamas más proletarias amplificó la emoción y fuerza que ya venían de serie en el disco, al igual que el travestismo simbólico del canto de la Legión, “El Novio de la Muerte” cuyo estribillo fue de los más aclamados. Entre las dos, una dedicatoria a un grupo de neonazis que pasaron por la puerta de la sala minutos antes del concierto con su “Una, glande y libre”, bajando la intensidad que los otros dos temas insuflaron en el ambiente, y cerraron el concierto en lo más alto con “Santo Domingo”, tema que también cerraba el disco de debut a modo de epílogo.
“Traicionar la tradición con una nueva traducción”, ese era el lema de Enrique Morente y que recupera el escritor Pedro G. Romero, partícipe ideológico y escribano de este proyecto. Fuerza Nueva presentaron con sobriedad su particular traducción, ajenos a cualquier dogma reaccionario o signo de autocomplacencia, pero que dejó a la gente con ganas de más.