Por: Javier Capapé
Después de la oscuridad de “Nocturnal” llegó la luz con “Salto al Color”. Pero a pesar de que esto pueda parecer algo deseado, el colorido del octavo disco de estudio del dúo zaragozano nos deja algo desconcertados. “Nocturnal” supuso la confirmación de un cambio firme para Amaral, que ya habían iniciado con “Hacia lo Salvaje”, apostando por textos más crudos y sonoridades de fuerte pegada y cierto dramatismo. Las buenas sensaciones del que hasta ahora era su último disco, que ha tenido una larga vida con una extensa gira y una continuación en forma de disco de versiones acústicas más grabación en directo, hacían presagiar un reto de gran calibre para afrontar su continuación. Desde el principio, cuando se adelantó el título de “Salto al Color” algo nos decía que se convertiría en un punto y aparte con respecto a “Nocturnal”, en un disco de ruptura y donde no sería raro encontrarnos con un giro en su sonido de 180 grados. Poco tiempo después, cuando conocimos su primer adelanto, “Mares igual que tú”, confirmamos que el salto sería de altura y que esta vez los derroteros nos llevarían hacia la electrónica y los sonidos festivos. Esta evolución en sí misma es agradecida en cuanto a que el dúo se muestra inquieto y con ganas de no estancarse en sus tintes más oscuros, pero a la vez el giro de timón es tal que descoloca por momentos y nos hace plantearnos si ha merecido la pena semejante contraste. Porque eso sí, la ruptura con sus anteriores trabajos es grande, pero los aciertos son cuestionables. Amaral han optado por acortar significativamente la duración de sus canciones (pocas pasan de los escasos tres minutos), centrarse en temáticas más banales o ligeras (perdiendo la sustancia más existencial de sus últimas obras) e incluso tapar las guitarras características de Aguirre que tanto les definían. Aquí priman más las acústicas mezcladas con todo tipo de programaciones que aportan matices interesantes en algunos casos pero sin llegar a redefinir su estilo hacia terrenos más inquietantes. El color lo inunda todo, aunque su exceso pueda empacharnos.
La verdad es que este “Salto al Color” parece que se lo pedía el cuerpo y suena sincero, ya que en él también caben sorpresas nada esperadas como la intro de la mano de Carlos Nuñez en “Olas do mar de Vigo” (que puede despistar si el oyente espera seguir con más folk en el resto del disco) o el cierre semi ambiental de “Halconera” (de nuevo con la participación del músico gallego). Hay espacio para temas introspectivos y delicados como el bello pasaje de “Peces de colores” o los ecos flamencos de “Soledad” de la mano de la guitarra española de Víctor Iniesta, pero lo que más abunda entre los trece cortes del disco es sin duda la ligereza representada en temas tan kitsch como “Bien alta la mirada” (sobre un ritmo “dancehall”) o “Juguetes rotos” (con esos toques al estilo de Depeche Mode tan revitalizantes) y el coqueteo con la escena bailable como ocurre en “Señales” o “Tambores de la Rebelión”. Aquellos que tengan miedo de haber perdido la esencia de uno de nuestros grupos mainstream más reconocidos no tendrán que preocuparse ya que se cuela su filosofía más clásica entre los surcos de canciones como “Nuestro tiempo” o su siempre reivindicativo amor por la naturaleza a modo de lucha combativa ecologista en temas como “Lluvia”. También vuelve la pegada de sus anteriores trabajos en la muy acertada “Entre la Multitud” (en la línea de la brillante “Lo que nos mantiene unidos”), sin olvidarse tampoco de lo que mejor saben hacer en composiciones tan identificables en las formas como “Ruido”.
Aunque si de aciertos y desatinos hay que hablar destacaría varios de ellos. El primero de los tropiezos sería el regusto a canción de segunda de “Mares igual que tú”, que solo consigue sorprender por los ritmos entrecortados programados, y podría aventurarme a afirmar que éste ha sido uno de sus adelantos más fallidos de entre todos los que hasta ahora ha lanzado el dúo en sus respectivos discos. Tampoco me parecen afortunados los coros iniciales del Diversity Youth Choir en “Juguetes rotos”, que se quedan en un adorno demasiado vacuo cuando en apariencia parecían pretender emular al “You can’t always get what you want” de los Stones. “Tambores de la Rebelión” también se queda a medias en lo que puede considerarse una reivindicación algo impostada, no aportando nada nuevo a nivel sónico fuera del barniz electrónico. A pesar de los aciertos de “Halconera”, que refuerzan su carácter místico, esta canción da la impresión de estar inacabada, como esperando la intervención de Juan Aguirre para que la pudiera convertir en algo diferente a la reversión de “Laberintos” que contenía “Nocturnal Solar Sessions”, a la que inevitablemente me recuerda.
En el apartado de aciertos convence la contundencia adictiva de “Entre la Multitud” (que será sin duda un bombazo en directo), la inmediatez de “Nuestro Tiempo” o la magnífica orquestación de “Peces de Colores”, que lejos de parecer una canción demasiado edulcorada se convierte en un canto convincente y poderoso gracias a la siempre en forma voz de la zaragozana que cuadra a la perfección con los arreglos de cuerda de Steve Sidwell. Pero poco más se puede rascar a esta apuesta del dúo, que quizá tenga que recubrirse de una pátina más cercana al rock para sus presentaciones en vivo que les permita no alejarse en exceso de sus últimos y poderosos directos, para lo que quizá deban perder el poso electrónico que les han conferido a estas canciones en el disco. Aunque todo son conjeturas. Habrá que ver si son capaces de realizar un compendio equilibrado entre su pasado firme y su presente por momentos tembloroso e impredecible y con el tiempo comprobar si el efecto de este disco sigue siendo el mismo tras su reposo.
Sin embargo no podemos dejar de afirmar que “Salto al Color” es un disco heterogéneo, sin olvidarse de que aquí el leit motiv es la electrónica y el color, donde los característicos golpes de guitarra eléctrica de Juan pasan a un segundo plano pero la voz de Eva se refuerza, donde quizá se pierda ese intento de alejarse de lo más convencional en anteriores entregas apostando esta vez por la escena imperante en una desesperada vuelta a gustos más amplios. ¿Desatino? Quizá el dúo tenga muy claro que ésta es la senda a transitar en los años venideros, aunque definitivamente el disco deja con sensación de riesgo poco aprovechado. Sin duda el color no lo es todo cuando en la oscuridad nos desenvolvemos como pez en el agua, pero ya no hay más blanco y negro porque estos peces se han teñido de vivos colores y, al menos por la acogida del público, parecen no haberse equivocado.