Sala Hangar, Córdoba. Sábado, 12 de octubre del 2019
Texto y fotografías: J.J. Caballero
Son unos clásicos y parece que ellos mismos aún no lo saben. Llevan casi veinte años pateándose los más diversos escenarios, prodigándose en los festivales de la escena y haciendo de eso del power pop algo verdaderamente importante. Posiblemente sean ya una banda legendaria, aunque pocos, incluidos ellos mismos, dudasen durante estas dos décadas de que lo suyo tuviese intención de prolongarse demasiado en el tiempo. Sin cambiar su base de operaciones en su Estepona natal, el trío malagueño no ha necesitado virajes repentinos ni inmersiones progresivas en sonidos que los pudieran despistar, y a sus seguidores también. Con cada nuevo disco la audiencia sabe perfectamente lo que se va a encontrar: Canciones rápidas en esencia, urgencia melódica y lírica certera y mucho más incisiva de lo que parece. Se entregan en cada concierto con precisión y sin despeinarse, con los decibelios como mejor arma, y el aspecto de tipos corrientes que solo quieren dejarse el corazón en cada canción les ayuda a convencer. Sus presentaciones no suelen durar mucho más de una hora y cada vez puede que les resulte más complicado elegir un repertorio con el que sorprender en cada ciudad, si bien es cierto que la misión ahora era probar los temas incluidos en “Cementerio indie”, un título maravilloso para una colección de nuevos himnos encabezados por el disparo inicial “Eleven y Mike”, tal vez aún no digerido del todo por los fans de toda la vida y algún que otro tímido reciente adscrito a su corona de reyes de la música sin aditivos. Si le damos el tiempo que merece, puede que este sea uno de sus grandes trabajos, cuatro años después del que parecía insuperable “Gotham te necesita”, al que le siguen dedicando casi idéntica atención a la hora de confeccionar el set list.
De la última hornada se explayan con las rotundas “Memoriax 500”, “Koi no yokan”, “El centro del mundo” y “Phantasma”, síntomas inequívocos por la manera en que suenan en directo de que aún hay grupo para rato, y no olvidan en ningún momento de dónde vienen y las canciones que los hicieron crecer. El momento de atacar “Roswell 1947” y “Marta no es una punk” son ya esperados picos de sus conciertos, aparte de la contundente forma de esquivar “La ola perfecta” con la que suelen despedirse recordándonos que también son una eficaz banda de surf rock cuando se ponen a ello. Que todo se reduzca al mínimo cuando Adolfo suelta sus riffs y Pepillo y Andrés hacen que el sonido levante el vuelo solo significa que los directos de Airbag están más que trabajados. Y parece fácil, pero vienen de una escuela que reivindica el pop por encima de todas las cosas, y reflejar el influjo de bandas de tan altas prestaciones como Teenage Fanclub o Gigolo Aunts entre otro material similar les hace ser conscientes de que sus raíces son las que son y no hay por qué pensar en darle la vuelta a unos orígenes que ya se han transformado en identidad. “Ladrones de cuerpos”, “Marcas en la hierba”, “Todo está bien” o “La vuelta a la manzana” son ángulos distintos de un mismo cuadro musical que mira hacia atrás y se torna perfecto en “Veintidós”, otro ejemplo de pop prístino y emocionante, la entrañable historia de “Coleccionista de discos”, la enorme “Big acuarium” y la recuperada “Territorio Dagger”. Hasta se podría decir que lo suyo tiene iconografía propia, como esos “Comics y posters” que los educaron hasta traerlos hasta aquí o el “Spoiler” que se hacen a sí mismos sin que a nadie le importe conocer el final de una historia de amor por la música, que al fin y al cabo es lo que representa una trayectoria tan coherente como la suya.
Sin dejarse arrastrar por la tristeza y utilizando como reivindicación y orgullo de clase el fallecimiento de Kim Shattuck, líder de otra de sus bandas más admiradas, The Muffs, demuestran que son además de amigos y compañeros de fatiga inseparables, tres individuos a los que les apasiona lo que hacen y solo le dan importancia a lo que verdaderamente la tiene. Así es difícil que te afecten los altibajos y vaivenes de la industria y el capricho de un público que en su caso hace de la fidelidad el arma perfecta para el disfrute. Quedó dicho al principio de esta crónica: Son unos clásicos, y hemos de tratarlos como tal. Larga vida a Airbag.