Sala 0, Madrid. Martes, 3 de Septiembre de 2019
Texto y fotografías: Jesús Elorriaga
Hace meses, en aquel efímero invierno, cuando Steve Gunn publicó su último disco, "The unseen in between", decía a mis amigos que este disco me hacía sentir bien. No sólo demostraba que podía darle un nuevo aire a la escena neo folk norteamericana, siempre con los ojos y los oídos dirigidos hacia el otro lado del Atlántico, sino que también conseguía una atmósfera muy cómoda en la que mostraba una colección de dolores y personajes en la cuneta de la vida, con recuerdos entrelazados de nostalgia por seres y lugares ausentes. En ese lugar indeterminado, se sucedían canciones que enganchaban y otras que te elevaban por terrenos más chamánicos, aunque siempre en vuelos de baja altura, como si quisiera que disfrutáramos de ese paisaje sonoro.
Steve Gunn supo trasladar de una forma muy particular ese estado emocional de bienestar, sin apenas pretenderlo, en su concierto del pasado 3 de septiembre en Madrid. Podías verle merodeando por la sala mientras tocaba su telonero, Valley Maker, como si fuera uno más entre el público, buscando un lugar interesante para poder disfrutar del show. Con sus vaqueros holgados y su camisa por fuera, el pelo revuelto y el rostro rozando lo inexpresivo, sobre el escenario se muestra como un tipo corriente que esconde realmente a un guitarrista excepcional e imaginativo, ya sea realizando arpegios o maltratando su guitarra para generar nuevos espacios musicales alejados de lo convencional. Sin virtuosismos ni poses impostadas.
La sala 0 madrileña, en los sótanos del majestuoso Palacio de la Prensa, presentaba media entrada (siendo generosos) para ser testigos de un momento de calma entre el bullicio de la capital a la vuelta de las vacaciones. Esperábamos más ambiente ya que es prácticamente la presentación de su disco en España y es un artista de sobra reconocido (al menos fuera de los circuitos más convencionales) que hace giras por medio mundo, ya sea con su banda o en solitario, como en el próximo tour de Dinosaur Jr. por la costa oeste de EEUU. Aún así, agradecimos esa especie de intimidad y cercanía, como se demostró desde el mismo momento en que salieron a tocar, probando y afinando concentrados sus instrumentos entre el silencio respetuoso y atento del público.
El repertorio fue bastante escueto (nueve temas en total) pero eso le permitió regocijarse y experimentar en cada tema sin mirar el reloj. Lo bueno de Steve Gunn es que sabe llevarte, casi sin que te des cuenta, por el rico y vasto terreno de sus canciones, ya sea las más conocidas como “New moon” (armónica colgada al cuello a lo Dylan incluida) o el muy aplaudido single “Vagabond”, hasta momentos psicodélicos de andar por casa pero no por ello menos potentes y hechizantes, como “Paranoid”, “Lightning Field” o “New familiar”. No sólo hubo espacio para los temas de su último trabajo: Arrancaron el concierto con “Old strange”, del disco "Time off" (2013), con ese estilo fingerstyle de tocar la guitarra tan característico suyo, e incluso homenajearon al músico británico Michael Chapman, un referente absoluto en la obra de Gunn, con la delicada versión de “Among the trees”.
A medida que se desarrollaba el concierto pudimos disfrutar de la buena energía y complicidad entre Steve Gunn y los miembros de su banda (Erik Heestermans a la batería, Tommy DeNys al bajo y Will Kidman a la guitarra), y de cómo jugaban con los pedales, los acoples y los arriesgados movimientos de guitarra para generar ese ambiente hipnótico, siempre con la melancólica voz de Gunn colándose por las rendijas de esa muro de sonido.
Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a los bises, en los que nos deleitó con “Morning is mended”, él solo con su guitarra acústica Guild D-35 (cuánto hubiéramos deseado que hubiera repetido este momento con la maravillosa “Stonehurst cowboy” que al final no interpretó) y terminó, esta vez acompañado por el resto de la banda, con “Way out weather”, de su disco homónimo de 2014. Una hora de folk, rock, blues y psicodelia sui generis de un artista que sabe difuminar como ningún otro cualquiera de estos géneros con elegancia y sin aparente esfuerzo.