Por: J.J. Caballero
El debut en disco largo de Mighty Bombs, trío hispano-suizo, no es más que la afortunada constatación de lo que ya apuntaban sus singles previos. Punk-rock de batalla, silueta garagera con base clásica y plagada de cortes precisos y directos al objetivo. No en vano su curriculum les avalaba antes de entrar al estudio, pues Onneca Guelbenzu, la parte española, cantante y guitarrista, viene de hacer el gamberro a base de bien en formaciones tan aguerridas como Las Perras del Infierno y Las Furias, con las que nunca fue conveniente plantearse una noche sin ruido. Si alguien recuerda al combo instrumental Demon Vendetta, otros en la misma onda, han de saber que parte del resto de la banda proviene de ahí. La receta, como se podrá comprobar, está servida y lista para estallar en el estómago.
Si pensamos que en estos diez cortes solo hay rock and roll sucio y desarticulado puede que cometamos un leve error. El ímpetu a lo MC5 que presentan temas como “Don’t tell them” los emparenta con una serie de grupos que no solo se basan en aporrear los instrumentos como si no hubiera un mañana, sino que adecenta su perfil y los sitúa en otro ámbito en el que el criterio acompaña a los disparos. Las corrientes surferas que atraviesan “Stellar parallax” o el ensuciamiento del pop de los setenta que evidencia “Dizzy love” son sendas muestras de que detrás de tanta tralla hay algo mucho más meditado de lo que parece y una intención clara de mostrar unas costuras que nunca se rompen, desde que empieza el espectáculo con la tenue “Oh Dear” a modo de carta de presentación, nunca mejor dicho. También recuerdan que son hijos de la cultura de los noventa y devotos de varios discos de Hüsker Dü e incluso del power pop de toda la vida, con todo lo que ello conlleva, y así lo demuestran en “With your eyes”, otro vómito de sinceridad sonora. En la variedad está el gusto, obviamente, pero todo dentro de un orden, porque habría que irse a los límites del metal al escuchar “Whatever it is” y oír cómo te desarman casi sin despeinarse. Cuando se hace lo que te gusta con tanta devoción es fácil conectar con el oyente más o menos predispuesto.
“Begin anywhere” es un disco de efecto inmediato, sin efectos secundarios y apto para ser recetado en caso de que la incertidumbre y el caos acechen nuestras fronteras emocionales. La desconexión y la vehemencia a las que te impulsan estas canciones no salvarán la vida de nadie, pero tampoco causarán preocupación alguna. Lo verdaderamente pernicioso sería pasar por alto el hecho de que la música, en demasiadas ocasiones, debe ser ante todo urgencia y rabia por vivir lo que aún no hemos vivido.