Por: Kepa Arbizu
Puede resultar a priori chocante, y casi paradójico, que uno de los máximos representantes de la transgresión musical reclame, en su decimoctavo disco y a los 72 años, libertad. Una petición que es, sin embargo, el reflejo de ese anhelo universal e inseparable a la propia naturaleza del ser humano, sea cual sea su condición particular. La de este veterano e icónico rockero nos remite hasta su anterior álbum (“Post Pop Depression”), de contrastado éxito y calidad pero que acabó por vaciar emocionalmente a “La Iguana”. Si para aquel episodio buscó su séquito en bandas -cada una a su manera- de fuerte impronta como Queens of the Stone Age o Arctic Monkeys para dar forma a un rotundo trabajo, ahora, parece haber optado por cubrir su habitual desnudo torso con una americana, ponerse gafas de sol y emprender un paseo por alguna gran ciudad de profundos y enigmáticos anocheceres.
La búsqueda de ese ambiente y de un diálogo más intimista y crepuscular de nuevo le ha llevado a buscar compañía, una de hecho que resulta crucial a la hora de determinar la identidad de ese recorrido. En esta ocasión, son dos los nombres que van a actuar bajo un papel de mucha más enjundia que meros acompañantes, se trata del trompetista de jazz Leron Thomas y la guitarrista Sarah Lipstate (el cerebro escondido tras el proyecto Noveller). Ambos, además de su tarea instrumental, compartirán labores de autoría en la mayoría de los temas de este emancipador, reflexivo y otoñal álbum.
Siguiendo con las aparentes sorpresas, quizás los calificativos ya dedicados a este “Free” contrasten con los habitualmente vertidos sobre una carrera hecha a base de espasmódicos movimientos y andanadas ruidosas a través de unos irrepetibles The Stooges. La realidad, sin embargo, nos ha dejado claro que su presentación en solitario siempre ha tenido la intención de no responder únicamente a esos parámetros más salvajes y siempre ha permanecido inmersa en una continua búsqueda e indagación. Pasadas grabaciones como “Avenue B”, “Préliminaires” o “Aprés” no hacen sino ser los ejemplos más obvios de esa inquietud, sumándose el actual álbum a esa lista de explícitos caminos alejados de la inmortal leyenda punk. De hecho, el rol que las guitarras eléctricas van adoptar aquí va a ser residual, asomando únicamente entre una contundente sección rítmica para avanzar en un muy bien hilado in crescendo en “Loves Missing” o ya alejadas de agresividad en una más juguetona y burlona “James Bond”.
Todo el resto de composiciones, cada una en su ámbito y bajo su personalidad, se distinguirán por orientarse hacia la recreación de ese entorno noctámbulo, meditabundo y con un evidente deje jazzístico que sobre todo se manifiesta en el excelente sonido aportado por la trompeta, transmisora de un penetrante sentimiento entre lo onírico y melancólico que la empujará a ser protagonista a la hora de otorgarle toda su personalidad a la hipnóitca, evocadora y sobria canción homónima; a una robotizada “Glow In The Dark”, que finaliza como imbuida por las oscuras y lluviosas escenas de “Blade Runner, e incluso participando de algún que otro dislate como resulta ser la “hiphopera” “Dirty Sanchez”.
Los diferentes niveles y colores que adopta el tono recitativo que domina todo el disco, solo interrumpido por algún escarceo en busca de una entonación más melódica visible en “Page”, alcanzará su grado máximo en una trilogía final que, si bien en lo musical no alcanza mayor relevancia respecto a lo ofrecido hasta este momento, sí sobresale por su poder lírico, ya sea tomando prestadas las palabras escritas por Lou Reed (“We Are The People”), utilizando el famoso poema mortuorio de Dylan Thomas (“Do Not Go Gentle Into That Good Night “) o por medio de la taciturna “The Dawn”. Un contenido que sintetiza a la perfección el carácter de un álbum que se aleja del ruido, en lo musical y en lo simbólico, para sumergirse en una callada inmensidad en la que rebotan las eternas e inabarcables interrogantes humanas. Porque “Free” no es un disco ni mucho menos perfecto, pero es que los intentos por alcanzar la libertad tampoco nunca lo son, y eso no les resta ni atractivo ni mérito.