Por: Pepe Nave
Nuevo disco de The Divine Comedy, doble esta vez. El título y la portada hablan con claridad del contenido lírico. El primer single avanzado, "Queujumper", es una pegadiza canción de tempo rápido con aromas a cabaret que encaja bastante bien en el imaginario de Neil Hannon. La letra dedicada a un caradura (o colón, como dice el título) de esos que pasan por encima de todo el mundo por su interés y que tanto nos suenan a todos.
Todo apunta a un nuevo buen álbum de lo que esperamos de este artista, pop melódico con grandes arreglos inspirado en Burt Bacharach, Scott Walker etc. Es por esto que la primera escucha completa, desconcierta mucho. La segunda no cambia nada. Hannon explica en una entrevista reciente que es muy prolífico componiendo y que le gusta jugar, probar y componer rarezas que normalmente en discos de diez canciones suelen quedarse fuera y que en este caso le apetecía incluirlas, por lo que ha publicado dieciséis canciones. Por supuesto, todo artista tiene derecho a ir más allá de lo que se espera de él, y ese afán ha generado grandes obras en la historia del rock y del pop, pero también es cierto que no siempre sale del todo bien, y más si no se aplica un filtro reduciendo el número de temas presentados. Tampoco el disco es un completo desastre, ni mucho menos, dentro de la cantidad también nos regala unos cuantos momentos brillantes y las letras en general rayan a gran altura, una pena que para el público no anglófono esto vaya a ser más difícil de apreciar.
Entre las canciones más brillantes en su estilo, “Norman and Norma” nos regala un estribillo marca de la casa y nos presenta a este matrimonio mayor que había perdido la chispa y la recupera participando en una recreación de una batalla del siglo XI entre Normados y Sajones. Anteriormente, la canción que titula el disco, describe el ambicioso y deshumanizado entorno de una gran oficina al modo en que lo haría una serie sarcástica como "The Office" y al ritmo de una especie de disco funk ochentero que no sonando mal, quedaría a la altura del betún en un disco de Prince. “Absolutely obsolete” recupera el piano, los arreglos orquestales y un buen estribillo. Hace un juego de metáforas entre quedarse obsoleto y ser declarado prescindible sin ningún tipo de miramientos en una relación y en una gran empresa, donde lo realizado en el pasado no cuenta para nada.
A lomos de un bajo al estilo de los Depeche Mode del "Violator", “Infernal machines” lo dice todo con el título, mientras que “You’ll never work in this town again” volviendo a la instrumentación clásica es una especie de consecuencia de la anterior, se burla de aquella vieja profecía de algunos progresistas ingenuos que aseguraban que en el futuro se eliminaría el sufrimiento en el trabajo gracias a las máquinas, y resulta que se ha hecho además a costa de eliminar el empleo en nuestras ciudades y pueblos.
Si alguna de las anteriores canciones nos había hecho arquear una ceja por la desacostumbrada instrumentación, “The Synthesiser Service Centre Super Summer Sale” sería el típico interludio bizarro si durase un minuto, el problema es que dura cuatro. “Life and soul of the party” nos trae a Neil Hannon transmutado en el Tom Jones de finales de los noventa, sí, el de “Sex bomb”, pero por más hortera que pareciera aquella, tenía más pegada que ésta. "A feather in your cap” una clásica y bonita balada de amor, parece puesta ahí para decirnos que, efectivamente, estamos escuchando un disco de The Divine Comedy, no nos hemos equivocado de cubierta de vinilo. “I’m a stranger here” y “Dark days are here again” tienen la teatralidad de gran parte de la obra del grupo y cierto poder de evocación de tiempos pasados para quejarse de la extrañeza y la oscuridad de estos tiempos modernos.
Una nueva broma, ésta tiene cierta gracia, es “Philip an Steve’s Furniture Removal Company”. Como él mismo explica al principio imagina que los músicos minimalistas Philip Glass y Steve Reich trabajan en una empresa de mudanzas, y como eran dos artistas que trabajaban con la repetición de secuencias, Neil repite el título, el nombre de la compañía imaginaria, durante los casi cinco minutos que dura la canción, mientras el acompañamiento musical va creciendo al ritmo de nuestra incredulidad.
Decidido a no causarnos más sobresaltos, el tramo final lo componen tres canciones en su línea clásica, con arreglos de cuerdas y vientos, a las que quizás les falta la brillantez melódica de sus mejores canciones. En la última, muy apropiadamente “When the working day is gone”, habla del final del día de trabajo y la vuelta a casa y la sensación de desazón por lo mucho dado y lo poco recibido.
Cuando alguien tiene tanto talento para la melodía y los arreglos y tiene un cancionero tan excelso, el nivel de exigencia es mayor. Recomendable fijarse más en los textos y de vez en cuando levantar la aguja hasta el siguiente surco o darle al icono de “siguiente”. Sabe mal decirlo en un disco de Neil Hannon, pero igual que él ha decidido compartir de más, nosotros podemos decidir quedarnos con menos. El que quiera y guste tiene el menú completo a disposición.