Por: Jesús Elorriaga
En la primavera del 2006 un grupo de músicos del área de Detroit y Cincinnati se juntaron en el estudio casero de uno de ellos para grabar y producir uno de los mejores debuts de los años dos mil, “Broken Boy Soldier”. Los músicos respondían a los nombres de Patrick Keeler, Jack Lawrence (sección rítmica de The Greenhornes), Brendan Benson a las voces y, a las guitarras, un celebérrimo y dos veces ganador de los premios Grammy con The White Stripes: John Anthony Gillis (a.k.a. Jack White). A los cuatro les unió el deseo de darle una vuelta a la tuerca del rock alternativo más bluesero y ruidoso de la época, pero sin perder su vertiente más melódica, como estaban haciendo coetáneos suyos de la talla de The Black Keys o Radio Moscow. Todavía hoy al pronunciar la palabra “Raconteur” nos vienen a la cabeza grandes temas de ese disco como “Blue veins”, “Steady, as she goes” o el homónimo “Broken boy soldier“ y su “The boy never gets older…
Dos años después, tras el éxito del primer trabajo, lanzaron "Consolers of the Lonely" y, tras un par de años de conciertos, de repente la tierra les tragó y no supimos nada de estos sujetos (al menos como grupo) hasta el doble sencillo que publicaron el año pasado (“Now that you're gone y “Sunday driver”) que también han incluido en este su tercer disco, "Help us stranger" (Third Man Records, 2019). Doce canciones que les rescatan de los fondos de catálogo random de las playlists tipo “Éxitos indies” y de las derivas en las que cada uno de sus miembros (en solitario o en proyectos paralelos) han estado embarcados durante este tiempo.
Han vuelto con las mismas ganas que hace trece años, con ese estilo tan blues-rockero (aunque menos distorsionado) y sonando deliberadamente muy oldschool, muy Led Zeppelin callejeando por Motor City, como se refleja en el primer corte, “Bored and Razed” y en “Help me stranger”, aunque aquí algo más a lo Grand Funk Railroad. En “Only child” se moderan un poco, con la dupla White y Benson a las voces sonando como McCartney y Lennon en “Dig a pony”. “Don’t bother me” es puro r’n’b, divertida y enérgica, mientras que con “Shine the light on me” parecen emular a los primeros Queen.
“Hey Gyp (Dig The Slowness)”, es una versión canalla y asalvajada en medio de una tormenta de arena del tema original del Donovan de su época más folkie (antes de sucumbir al "Flower Power"). “Sunday Driver” y “Now that you’re gone”, los primeros adelantos del disco, nos recuerdan los largos que han sido estos años sin un disco de los de Míchigan. El primero, más animado y, de nuevo, con más guiños a los últimos Beatles. El segundo, mucho más pesado dentro de la senda bluesera que siguen la mayoría de los temas, como “Somedays (I Don't Feel Like Trying)”. Con “Live a lie” regresan al rock químicamente puro, con Jack White gustándose en sus riffs camaleónicos al igual que en la erótica-dominante “What's yours is mine” (parece mentira que apenas llegue a los 3 minutos) para terminar con el cigarrito de después: “Thoughts And Prayers”, a la que cuesta engancharse hasta el tercer acto para poder cerrar el disco a lo grande.
The Raconteurs han vuelto para encontrar una identidad dormida con un puñado de composiciones con un marcado sonido que recuerda al añejo y combativo Detroit de los MC5 o los Stooges. "Help us stranger" es un disco donde cuatro buenos músicos quieren refugiarse en alguna parte de la carretera de la nostalgia rockera, entre los 60 y 70, donde las guitarras sonaban afiladas y polvorientas en amplificadores que olían a humo y escupían blues huérfano. El espejo sobre el que se pulen estas imágenes vuelve a cobrar vida, una vez más.