Sala Oasis, Zaragoza. Sábado, 1 de junio del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
Cada vez que he visto en directo a Xoel López he quedado sorprendido por algo y siempre me he descubierto diciendo que es uno de los mejores artistas que he visto sobre las tablas. La noche del sábado en la zaragozana sala Oasis no fue una excepción, pero diría que esta vez puede que sea con la que más he gozado con el artista gallego. He podido disfrutar de su música en vivo en formatos muy diferentes, cuando aún militaba en Deluxe, a solas con su guitarra o con la banda al completo en sus últimas dos giras, pero todavía no lo había visto en este formato de trío, que él mismo llama acústico. No veremos ninguna guitarra eléctrica, pero por supuesto fue un concierto “enchufado” donde no faltó su energía característica ni sus siempre envidiables momentos para la improvisación. Y sin duda, de todos los que he visto, me quedo con este formato. Por su conexión y cercanía con el público sin descuidar a la vez unos arreglos meticulosos y una precisión abrumadora en la manera de cantar. Los dos escuderos de Xoel, Adrián Seijas en las guitarras y percusiones (más electrónicas que acústicas) y Charlie Bautista en los teclados, ayudan a que sus canciones tomen otros cuerpos, se despojen de su vestimenta habitual, aunque sin perder su esencia, y nos lleven muy lejos. Aunque no sólo ayudaron ellos a que el concierto del sábado saliera redondo, sino que también fueron herramientas clave los elegantes efectos de luz y el fantástico sonido comandado por el productor y técnico de estudio de los últimos álbumes de Xoel, Ángel Luján, responsable en parte de ese sonido limpio que permitió saborear cada fraseo, arreglo vocal o susurro como pocas veces ocurre. Un auténtico lujo que permitió a todos los asistentes adentrarse con mayor facilidad en el particular universo de las canciones de "Sueños y Pan", sin olvidarse también de recalar en "Atlántico", "Paramales", así como en alguna parada del exquisito cancionero de Deluxe, que sin embargo va siendo cada vez menos necesario en sus presentaciones debido al altísimo nivel de sus discos más recientes.
Dos horas donde afloró por encima de todo la pasión, donde el formato reducido no impidió que las canciones de Xoel López sonaran rotundas e infalibles. Dos horas que se abrieron con el guiño a su tierra que es "A serea e o mariñeiro", la canción en galego más coreada por los melómanos de la piel de toro, y es que Xoel ha conseguido que esta oda a la mar sea lo más parecido a un himno en su lengua natal. Con las percusiones electroacústicas de Adrián Seijas, los coros compartidos con Charlie Bautista y sin necesidad de guitarras, se conseguía un ambiente muy similar al que nos brinda esta canción en "Paramales", dejándonos exhaustos desde el primer momento, para rápidamente bajar las revoluciones e invitarnos a sus noches de desvelo con "Insomnio", una canción que funciona como mantra, que nos abre la mente y anticipa un concierto exigente y poco convencional. Las palabras de Xoel fueron desde el principio de agradecimiento y complicidad con un público fiel y abierto a las nuevas propuestas con las que nos sorprende en cada una de sus presentaciones en vivo. Aquí estaba claro que el tono acústico compartiría protagonismo con la percusión marcada y los teclados ambientales, y sabernos ante un concierto diferente al que hace poco más de un año le trajo también por Zaragoza para presentar este mismo disco no hizo sino avivar más nuestra curiosidad y capacidad de sorpresa ante lo que nos fuera deparando la velada. "Lodo", convertida en uno de sus nuevos temas fetiche, nos mostraba la capacidad vocal de nuestro protagonista, que parecía estar en su mejor forma, ya que su voz fue creciendo canción a canción, derrochando escalas. En "Madrid", Bautista se calzó una mandolina para el tema más guitarrero de su último álbum, que se encuentra ya en un estado excelente de rodaje tras año y medio de continuos conciertos. Después llegó "Reconstrucción", una de sus imprescindibles de la etapa Deluxe que no podía faltar, dándonos cuenta de que es todo un clásico aunque tenga poco más de diez años de vida. Los juegos vocales programados en el disco para "Frutos" sonaron aquí totalmente en directo mano a mano entre Bautista y Seijas, los cuales también se hicieron cargo de la parte vocal de Miren Iza, de la que previamente Xoel se deshizo en halagos mientras nos narraba su colaboración en la grabación de “Sueños y Pan”. “Hombre de ninguna parte” y "La boca del volcán" nos llevaron a ese disco de retorno tras su prolongada y fructífera estancia en Latinoamérica que impregnó desde entonces a todo su cancionero, antes de atacar "Antídoto", en la que se acordó de Jairo Zavala, y una intimista y desgarradora "De vino y espejo" sentado al piano.
Xoel nos invitó a un pasaje más desprovisto de efectos en las siguientes canciones y, sentado, arremetió con su plegaria "Por el viejo barrio", una canción que resuena a juglaría por todos sus poros, uniendo tradición y contemporaneidad como nadie. Nos habló de las primeras canciones que escuchaba en su casa, de todo lo que aprendió de los songwriters de los sesenta y setenta, y casi sin pensarlo estaba improvisando el clásico de Simon & Garfunkel "The Boxer" en una toma casi perfecta aunque hubiese alguna estrofa perdida de por medio. Esta es la magia de sus conciertos, donde se permite estos escarceos sin miedo y de los que sale victorioso gracias a su gran capacidad interpretativa sin perder la humildad que le caracteriza. "Tierra" sonó a lo que es: un himno inconmensurable, una de las mejores canciones escritas en castellano. Imprescindible. Y la enlazó con "Patagonia", que tiene mucho que ver con la anterior, formando las dos caras de una misma moneda. Escuchar estas dos canciones seguidas no tiene parangón. Puro gozo.
Algunas frases de "With a little help from my friends" de sus admirados Beatles se colaron antes de "Jaguar", en la que también dejó rienda suelta a la improvisación en su parte final demostrando que no es necesario tener una guitarra eléctrica distorsionada para flotar, basta con unos buenos juegos vocales, las referencias a algunos clásicos de la tradición popular y el buen hacer de los músicos que le acompañan, que saben seguir perfectamente cada uno de los desbarres de nuestro protagonista para convertir en únicos momentos como estos. “Cometa” siguió en la línea de la anterior aunque algo más comedida en su adaptación al formato, y volviendo de nuevo al piano nos invitó a un poco de merengue para sin dilación dejar de nuevo rienda suelta a la espontaneidad y lanzarse a por un "Ojalá que llueva café" como intro para “Balas”, donde Xoel López y Charlie Bautista se encararon con las teclas mientras Adrián Seijas se entregaba en los coros. “Todo lo que merezcas” fue otro estallido colectivo antes de tomarse un respiro y volver al escenario para afrontar aquellas canciones que demandara el público. Los tres músicos se miraban para confirmar cuál de las muchas peticiones atacarían y cómo iban a hacerlo. Con total naturalidad, como si estuvieran en el local de ensayo. Así se despacharon "Rostro de actriz" y la muy demandada "Caracoles", donde invitó a cantar mano a mano con él a Antonio Pérez, miembro de su equipo que puso el perfecto contrapunto vocal a la canción.
"El amor valiente", otro de sus temas casi obligados, se convirtió una vez más en una canción tótem, que crece y explota hasta transformarse en una revelación con ese "ahora entiendo el sentido de las cosas, el equilibrio de la balanza" cantado al unísono como grito de guerra, pero también como grito de esperanza, porque canciones como ésta son ya una parte de nuestra vida, inseparables e irreemplazables. Con ellas caminamos, de ellas aprendemos y a ellas siempre volvemos. Pero aún después de dejar el listón en lo más alto, a Xoel López le quedaba otro de sus cartuchos más poderosos. "De piedras y arena mojada" se estiró con estilo hasta los casi diez minutos mientras volvía a entonar en su parte central algunos versos del clásico de Juan Luis Guerra que nos había regalado anteriormente, así como del "Ojalá" de Silvio Rodríguez en una interpretación desgarrada y desbocada. Mientras escuchaba esos versos que tantas veces me han acompañado y emocionado, esta vez en la voz del coruñés, recordaba la mítica frase que Woody Guthrie pintó en su guitarra: "This machine kills fascists". Eso es lo que hace también Xoel, dispara dardos convertidos en canciones, y los dispara con un gusto exquisito, dando en el clavo para hacernos pensar a la vez que vibramos con ellas. Y es que sus conciertos están cargados de vivencias personales y de confesiones hechas música sin perder su espíritu de celebración. Dos horas en las que puedes llorar, reír, soñar, acompañar con tus manos el ritmo, vibrar, emocionarte, caerte y volverte a levantar. Dos horas que nunca se olvidan.