Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid. Martes, 25 de junio del 2019
Texto y fotografías: Oky Aguirre
Con el estómago lleno de hormiguitas, volvíamos a las Noches del Botánico, después del gran recuerdo que dejó el año pasado este festival plagado de calidad, palpable en su entorno, organización y cartel. Lo de David Byrne fue tan original (doce músicos en un escenario; sin ningún cable), que nos dejó a todos realmente sorprendidos. Ayer todavía se hablaba de él por las colas y las barras. Con razón lo traslada a Broadway.
Pero esta vez sí sabíamos lo que íbamos a encontrarnos. The Chieftains: puede que el grupo más renombrado y venerado de los últimos 57 años, creado en 1962, reconocidos por reinventar la música tradicional irlandesa a una escala contemporánea e internacional; seis veces ganadores de Grammy (aunque eso es lo de menos), y con el que todo Dios de la música ha colaborado y querría colaborar, y no al revés. Además la noche venía con regalito, con un Carlos Núñez con el que se volvían a reunir después de 30 años, cuando hace 22 sacó "A Irmandade das Estrelas" y giró junto a Paddy Moloney, Matt Molloy y Kevin Conneff, los tres miembros fundadores aún con nosotros.
El gaitero vigués hizo de maestro de una noche realmente ceremoniosa hacia una música celta que nunca dejará de conmovernos y movernos. Antes de empezar con su banda, dejó claro que esta noche “los que mandaban eran los jefes”, lo que no impidió que nos diera un comienzo de concierto espectacular, con una acordeonista maravillosa y un violinista sublime (Jon Pilatzke) tocando Carlos “Camino de Santiago” con su flautita, hablándonos de historias celtas acerca de lo que significa el “paraíso del sur” para un irlandés o gallego en “Real Roots” o disfrutando del otro violín, tocado por una Tara Brin, que además baila que te mueres, en un tema que Moloney dedicó a su nieto “Fion”.
Con “Amanecer” es cuando salió ese bajito maravilloso que es Paddy, cuya gaita fue llevada a su asiento como si fuera el bastón de Ra. Ahí empezó una vuelta al mundo, siempre partiendo desde Irlanda, entre flautas, violines, tambores, harpas y gaitas, ya fuera recordando a Brasil con Milton Nascimiento en “Mambo” o a Cuba con Compay Segundo, del que hicieron un “Galleguita” que nos lloramos todas, como con una emocionante “Rias Baixas”, ya con Molloy y Conneff en el escenario. Entonces Carlos mandó a descansar a nuestro querido “tesoro irlandés”, seguramente no apto para el pasote de versión del “Baba O´Riley” de los Who, otro de esos grupos que han formado parte de la historia de “Los Jefes”, y cuyo “Teenage Wasteland” sonó casi perfecto en la voz del violinista, peor en los presentes, yo incluido, con lo que casi agradecimos el descanso de media hora. ¡¡Lo dimos todo!!!
Con la birra y el cigarrito (si, se puede fumar) ya en mano, asistimos a un emocionante video de repaso a su carrera, donde fueron pasando muchos de los artistas que ya son de la familia Chieftains (la lista es interminable), enlazando con el mítico “Cotton-Eyed-Joe” (uno de los mejores temas de la historia para pasarlo bien, con ese estribillo: “Where did you come from, where did you go? Where did you come from, Cotton-Eye Joe?), anunciando lo que ya iba a ser una auténtica “Celebration of The Lizard” a la irlandesa, que sólo puede empezar de una manera: con una canción homenaje al whiskey y a los pubs, por lo tanto a la amistad. Al himno “Here´s a Health to the Company”, con la sola voz de Kevin Conneff , que ya está dentro de todos nosotros, le siguieron dos incunables irlandeses , “ Women of Ireland” (Mná na h-Éireann) y “An Gaoth Aneas” (The Wind From The South). También vimos un video donde nos habló Moloney del tema que ha compuesto para la NASA, que ha llevado dos de sus flautas a la ISS y que hizo sonar una astronauta en el espacio.
Sin darnos cuenta, salieron tres señoritas irlandesas, rubias y vestidas de verde, haciendo el típico baile irlandés, pero el de verdad, el de raíces, bastante alejado de aquél “Riverdance” lleno de virtuosismo pero falto de espíritu, que es el que pusieron estas chicas, zapateando y balanceando sus piernas en perfecta armonía. El espectáculo de danza irlandesa que vimos daría para un concierto entero, con dos tíos bailarines muy cercanos a Farruquito, tanto en técnica como en alma. Impresionantes. El momento chicas se vio también engrandecido por la aparición de Alyth McCormack, cantando un par de canciones tradicionales, “The Foggy Dew” y una especie de hillbilly en gaélico que me enamoró.
Núñez hizo subir a Elma Sambeat (estuvo actuando horas antes dentro de las tardes del Botánico) para poner a todos de pie para cantar “Rianxeira”, “Non te enamores, mi niña” y un “Dueling Chanters” de donde vimos roturas de cuerdas en violines y humo saliendo de gaitas. Luego es cuando Paddy se puso de pie con su flautita e hizo pasar a una banda de gaiteros, la Rosalía de Castro, para hablarnos de San Patricio y tocar el “March To Battle”, esa cosita que hizo con Ry Cooder en forma de disco. Es indescifrable, porque te ha pasado seguro, lo que te ocurre por dentro cuando 20 músicos sienten lo que hacen, predominando esta vez entre todos una minúscula flauta del jefe Moloney, mandando con miradas y haciendo marchar con su dedo índice a 12 gaiteros mientras suena una música que haría emocionar hasta a Aznar. Como cuando llegó el momento de “Muñeira da Chantada” (probablemente una de las más hermosas melodías jamás paridas) y “An Dro”, haciendo Núñez subir a bailar al escenario a 30 personas para completar esta ceremonia de amor hacia la música celta, Patrimonio de la Humanidad.
El final también fue típico irlandés: largo. Durante quince minutos gozamos de cada uno de los 12 músicos, dando a cada uno un espacio que agradecimos todos, juntando canciones rápidas con melodías lentas, mientras todos cantábamos, marchando junto a ellos “Too Rye Ay”. En el escenario de Las Noches del Botánico han pasado y pasarán muchas cosas, puede que tan hermosas como esta enigmática noche Celta. ¡¡¡Viva Irlanda y Galicia!!!!!