Por: Pepe Nave
Fotografías: Primavera Sound
Un año más, y van ¿quince?, nos plantamos al final de la Diagonal de Barcelona, en el recinto del Forum, otro Primavera Sound. Me acompañan mis hermanos y un par de amigos en lo que ya es una tradición para nosotros. Esta edición se ha presentado como la del giro del festival hacia los llamados sonidos urbanos que incluyen el hip hop, trap, reguetón, R&B, neo-soul etc., aunque lo cierto es que esta tendencia viene produciéndose progresivamente desde hace unos años. Cierto es que sigue habiendo una gran cantidad de bandas de los géneros clásicos del festival, rock, indie, americana, etc., y que con los horarios impresos mostrando los doce escenarios con programación abundante y otros cuatro menores, uno puede organizarse el recorrido de forma que terminando el sábado a última hora no haya visto a ninguna de las nuevas figuras, o incluso géneros, si no ha querido hacerlo.
También es el año en que más artistas mujeres copan los escenarios principales, desde la organización se ha destacado este hecho y lo cierto que no es nada forzado si vemos las listas de mejores discos del año pasado de medios nacionales e internacionales.
Jueves 30 de mayo
Llegamos a las cinco de la tarde con mucho sol y poca sombra en el recinto, y a esta temprana hora ya nos hemos perdido a Bridget St. John o Las Odio. En el pasillo de entrada nos encontramos con menos merchandising de marcas de productos ajenos a la música, hubo algunos años que el festival sucumbió a esta forma de hacer ingresos y a los cinco minutos de entrar ya te habían intentado poner encima un sombrero, unas gafas, un balón de playa, una bandolera, unos chicles…afortunadamente hace tiempo que esto no es así. Sí que vemos una tienda de ropa de una multinacional que patrocina un escenario, pero está a un lateral del pasillo y la puedes dejar atrás sin que nadie te invite a pasar.
El primer concierto que vemos es el de Alice Phoebe Lou, joven sudafricana con buena voz, de tonos graves, acompañada por una banda de formato clásico que incluye trombón y saxo, sonido orgánico, aires a las "torch songs" de los 50 y 60, algo de soul y un recuerdo a esas bandas sonoras de la época dorada de Hollywood. Tiene buena pinta, si aparte de ser tan fiel a esos estilos añejos consigue poner un poco más de su personalidad puede llegar a hacerse un nombre. Quizás el vestuario de la banda, en plan "lo que llevo desde hace diez años para andar por casa" no ayuda a casar con el ambiente que genera su música. Es un mal generalizado, sobre todo en festivales. Por cierto, dedicatoria a la lucha feminista y la mayor presencia de la mujer, pero todos los miembros de la banda que acompaña a Alice son masculinos, quizás ahí hay un margen de mejora para el futuro.
Avanzamos unos metros y en el escenario del ágora, está empezando Soccer Mommy, artista de Tennessee de 22 años, que se podría encuadrar en el género americana con un toque a rock noventero de ritmo pausado. Su banda suena bien, el escenario orientado a poniente recibe a estas horas el sol de cara y nuestros cogotes también. Es uno de los inevitables problemas de los festivales, el sudor y el dolor de cabeza de la incipiente insolación ("¡ponte una gorra!" diría mi madre), nos hace abandonar a los quince minutos, por lo que el criterio para elegir el siguiente concierto es ir a uno de los escenarios con sombra, en la parte más cercana al mar.
Allí Dream Wife, tres chicas con el refuerzo de un batería, están tocando ya, y su look y su sonido nos indica a gritos su procedencia, el Reino Unido. De hecho suenan a la herencia del punk y la new wave filtrada por el pop con ascendencia noventera de bandas como Elastica, Lush o Bis, y cuando voy a comentarle a mi hermano que hay algo ahí de las Spice Girls, sueltan unos versos del, en una época, omnipresente "Wannabe". Pueden tener su gracia para muchos, ya que descaro y actitud en el escenario no les falta, yo no les pillo del todo el punto.
Nos desplazamos con dudas hacia el territorio de los escenarios grandes, conocido por los habituales como Mordor, por lo alejado y masificado en horas punta. A las siete de la tarde hay menos gente, tocan Big Thief, que acaban de publicar uno de los discos mejor valorados de este año. Tocan cinco canciones de dicho álbum entre la docena que interpretan. Del anterior cae "Shark Smile", lo más parecido a un hit que tienen. El escenario es enorme, ellos son cuatro y se han apiñado en el centro del mismo rodeados por ramos de flores, como queriendo buscarse un espacio íntimo en ese gigante espacio. Suenan más eléctricos, con más fuego que en estudio y por contra menos delicados, de hecho hay dos guitarras eléctricas sobre el escenario y la acústica no aparece hasta la cuarta canción. Adrianne Lenker tiene buena voz, canta bien y tiene presencia escénica acentuada por la rapada al uno que luce y cierta dureza en las facciones. El guitarra Buck Meek canta una canción en solitario, parece ser que de cosecha propia. Buen concierto que hubiera ganado muchos enteros en un espacio acorde a la música, más recogido y sin el sol de cara sobre los artistas.
Volvemos a la brisa y la sombra para ver a Clairo, jovencísima norteamericana en boga en las publicaciones del ramo con su bedroom pop. A tenor de la gran cantidad de público que la espera parece que es cierta la expectación. Lleva banda acompañándola y combina el pop acústico a lo Suzanne Vega con alguna canción más bailable con base electrónica, todo ello con cierta languidez o delicadeza según se quiera ver. En una de las canciones invita a Cuco, otro de los adalides de este pop de dormitorio que como su nombre indica quizás no sea para los grandes escenarios, aunque por su entusiasmo, veo que el joven público discrepa de mi criterio. Quizás aquí es uno de esos momentos donde más noto la brecha generacional.
Coutney Barnett es todo lo contrario. En escenario grande, ya de noche y en formato trío, sin requerir de una segunda guitarra que la respalde, se sobra y se basta, con ese carisma en la forma de cantar con los fraseos a lo Lou Reed o Patti Smith, mucha seguridad en sí misma y toda una guitarrista de rock and roll que sabe incendiar sus canciones cuando corresponde. El grueso del repertorio lo forman sus dos aclamados discos, caen todos los singles, con alguna canción de los primeros EPs y su último y reciente "Everybody here hates you", con un aire al mítico "Wild Thing". El cierre por todo lo alto lo pone "Pedestrian at best". Una de las triunfadoras del festival sin duda.
Casi hubo que correr para hacerse un hueco en las primeras filas para ver a una de las leyendas del indie rock americano, los Guided by Voices, en su primera actuación en el país desde el lejano 1997. Su líder Robert Pollard ha compuesto y grabado unas 2.500 canciones entre los discos de la banda y otros en solitario o con otros proyectos, este mismo año han publicado dos con 32 y 24 canciones respectivamente pero esta burrada no sería reseñable si buena parte de las mismas no fueran pequeños hits en potencia de power pop, punck rock o rock and roll en general. El término indie se les queda pequeño. A nuestro lado, apiñados para ver el concierto con tiempo de antelación, músicos de aquí como J de los Planetas, Manu Ferrón y el nuevo artista indie Marcelo Criminal, a quienes les oigo cantar a voz en grito varios de los temas. Serán 30 en 75 minutos, abriendo con la nueva "My Future in Barcelona" (un guiño, claro), cerrando con la mítica "Glad Girls". En medio himnos como "Motor Away", "The Best of Jill Hives" o "My Kind of soldier." La banda con el guitarra Doug Gillard de lugarteniente, suena con fuerza, precisión y Pollard cantando sin perder un ápice de emoción. Entre canciones apenas habla, solo para decir que como tienen poco tiempo y mucho que tocar no hablará casi nada. Como se suele decir, en un mundo justo deberían llenar estadios, su legión de fans gritan "GBV! GBV!" con dicción inglesa entre canción y canción.
No bien recuperados del impacto, nos apresuramos para ver a una de las artistas de los nuevos sonidos que más nos han gustado, 070 Shake, afroamericana de New Jersey que parte del hip hop pero acercándose al soul y los estilos jamaicanos al cantar más que rapear. Se presenta únicamente con un dj que le suelta las bases, llegamos con el show empezado y suena una de las mejores canciones del año, "Morrow", que los más veteranos quizás le vean una conexión con el "Unfinished sympathy" de Massive Attack. Observamos que buena parte de las voces son pregrabadas también, ella canta por encima, o fragmentos en solitario, corea etc., para los viejunos como nosotros es un defecto, pero lo cierto es que en estos artistas urbanos es práctica habitual y a su público natural, los jóvenes de ahora, no parece importarles lo más mínimo. Nos vamos al final con la duda de si adaptarnos o no en ese aspecto, el repertorio ha sido impecable eso sí.
Relacionado con esto último, aunque solo vimos dos canciones de lejos, no puedo dejar de comentar que la artista Charlie XCX, una de estas nuevas divas disco pop tras la estela de Madonna, Lady Gaga etc., no tiene ningún complejo en no llevar siquiera un dj en el escenario. Toda la música suena desde la mesa y ella canta, suponemos, y baila y exhibe tipazo. Aquí sí que no conectamos para nada y ni nos acercamos. Un amigo suelta uno de los términos de moda en medio de nuestra espantada “ya nos pueden llamar pollaviejas”.
Quizás para intentar quitarnos el estigma, decidimos cruzar el largo puente que conduce a una de las zonas nuevas en el festival desde hace unos pocos años, conocida como Primavera Bits y dedicada a los sonidos más electrónicos y bailables. Serán más de las 2h de la madrugada y no tenemos ya ningún concierto que tengamos ganas locas de ver a esas horas. Las cervezas ingeridas durante todo el día tampoco ayudan a estar fino y lúcido. Está actuando una rapera ante poco público, Gangsta Boo, a continuación el dj y ¿rapero? Rico Nasty; el tío jalea y grita sobre las bases, pero no recita, no rapea. Salimos por patas, cruzando el puente de vuelta como si viniera una horda de cosacos con sables detrás nuestro. El intento de quitarnos el dichoso apelativo ha sido un fracaso, y más aún si se tiene en cuenta que nos acercamos a la sesión de dj del veterano Jarvis Cocker, el mítico líder de Pulp, que ya peina canas. No nos convence su propuesta, quizás estamos ya también para entregar la cuchara y doblar la servilleta. Por esta noche, suficiente.
Viernes 31 de mayo
De nuevo a las cinco de la tarde en otro día soleado cruzamos la valla del recinto, divididos en estrechos pasillos, tarjeta y pulsera en mano. Hay división de quorum en el grupo, ellos quieren ver a uno de los nuevos valores del pop de aquí, el desinhibido Putochinomaricón y yo me decanto por Snail Mail, alias de la aún diecinueveañera Lindsey Jordan, de Maryland, cuyo disco de reminiscencias noventeras en la onda de Liz Phair, Juliana Hatfield etc., fue de los destacados el año pasado. Los compañeros de banda parecen ser tan jóvenes como ella. Su voz y su forma de cantar un tanto desganada tienen encanto, la guitarra tocada al estilo jangle suena bien, pero al conjunto le falta rodaje, un punto de empuje y fluidez, valores que podría adquirir con el tiempo si persiste en este difícil mundillo. Al igual que la mayoría de grupos americanos que hemos visto, se dirigen al público para decir lo contentos que están de estar en el Primavera, que es uno de los mejores festivales del mundo y si se vienen arriba mencionan a otra banda del cartel que van a ver, la originalidad y la provocación no son valores que abunden entre los músicos hoy día y menos en los de la esfera indie. Finalizan tras desgranar casi todo su único disco.
Como cambio, la siguiente propuesta es de músicos más experimentados y se nota, mucho. Beak> es un trío liderado por Geoff Barrow, miembro de Portishead, que aquí toca la batería y canta, los otros dos miembros tocan el bajo y el tercero alterna teclados con la guitarra. Suenan a un cruce entre bandas de krautrock alemán, Kraftwerk y Joy Division o Gang of Four sin guitarras ni épica. En directo reproducen fielmente el sonido de sus discos, tocando todos los instrumentos analógicamente. En un momento que falló uno de los sintes, mientras le cambiaban un cable, Barrow comentaba que si llevaran todo en un pc, esto no pasaría. Tampoco sonarían como suenan. Pese a no ser una propuesta fácil, congregan a una buena cantidad de gente a las siete de la tarde, muchos mueven la cabeza con los hipnóticos ritmos del grupo.
Los canadienses Fucked up dan lo que se espera de ellos, hardcore con briznas de indie y de pop, el carismático y muy visible cantante Damian Abraham, cantando con la garganta se pasea arriba y abajo del escenario. Les cae un recadito a los fachas que se crecen por todo el mundo, él les plantará cara y nos pide que estemos todos juntos en contra de esos esperpénticos individuos.
Vemos empezar el concierto de Liz Phair, veterana del indie rock americano con toques folk, que lucía un aspecto brillante después de tantos años desaparecida del mapa. Se presentó con una potente banda de rock con tres guitarras contando la de ella, sonando engrasados y muy apegados a la tradición americana, acercándose incluso al country rock mainstream. Es para gustos, no nos convenció, y a otro sitio.
Por primera vez entramos en la carpa destinada a los conciertos sorpresa, aunque se habían desvelado dos semanas antes del festival, tocaba el grupo argentino de indie rock El Mató a Un Policía Motorizado, que ha ganado muchos adeptos por estos lares con sus últimos dos discos, así que fue una especie de fiesta celebratoria de su música, con el público coreando a voz en grito cada uno de los estribillos. Otro de los alicientes era ver a los cantantes invitados que se habían anunciado. La primera, Amaia la ex concursante de OT que no encontró el tono para secundar la potente y grave voz de Santiago “Motorizado”, sonando demasiado aguda y por momentos desafinando. Que conste, que no nos había disgustado acompañando a Carolina Durante y que tratamos de huir de los prejuicios, pero entre los que comentamos la jugada pensábamos igual. Luego salió J que tiene más tablas y resolvió la papeleta incluso con entusiasmo, cantando la eufórica "Yoni B" con la carpa viniéndose abajo. El final con "Mi próximo movimiento" y todos los invitados, incluyendo a Manu Ferrón, aún subió más la temperatura de la carpa, no es un decir, se sudó la camiseta.
Salimos a todo correr hacia el escenario con más carga emotiva del festival, el que incluye las gradas en forma de ágora, pillamos a Brett Anderson de Suede empezando con el baladón "The 2 of Us", el tipo mantiene voz, presencia escénica y tipazo. Fueron sonando algunos de sus clásicos no tan evidentes y el público no parecía estar tan eufórico como Brett, hasta que sonaron seguidas "Trash" y "Animal Nitrate", y por fin el público reaccionó a lo que les demandaba, cantar a bloque los estribillos. En la recta final, iniciando la bonita "The Wild Ones", salida apresurada del concierto para llegar a tiempo y a primera fila para uno de los conciertos más esperados. Es una de las partes más odiosas de los festivales, tener que dejar a medias conciertos que te están gustando porque quieres ver otro que supones te gustará más.
El concierto aludido no era otro que el de Low, el trío de Minnesota (sí, el bajista Steve Garrington se ha ganado con creces la titularidad junto al matrimonio formado por Alan Sparhawk y Mimi Parker) sacó uno de los discos más sorprendentes del año pasado que a la vez de aclamación también generó discusiones entre sus fans por la producción deconstruyendo su sonido de esa manera. El silencio que había entre el público y que se mantuvo durante todo el concierto era de celebración religiosa fervorosa en una catacumba. En años de festivales no había visto nada parecido. A las pocas personas que se les oía una palabra les chistaban los de al lado. La hora idónea, bordeando la medianoche. El repertorio se centró en su último disco, abriendo de igual forma con "Quorum" y "Dancing and blood". En el escenario solo los tres miembros, sin ayuda extra excepto la del silencio, que es el cuarto miembro. En cuanto a lo visual, mucha oscuridad y al fondo, tres columnas con fluorescentes horizontales que le daban un toque de ciencia ficción y ellos, los tres de negro y pantalón largo, nada de bañadores y camisetas playeras dos tallas grandes como los grupos indies más jóvenes. Eso es controlar hasta la puesta en escena y todo suma. El sonido de la guitarra cambiante con la pedalera, el bajo muy saturado y los toques precisos y graves de los tambores, contrastaban con las angelicales voces de Mimi y Alan. Incluyeron algunas de las canciones antiguas, de las que más encajan con el repertorio actual, destacando "Monkey" y la extensa "Do you know how to waltz?", que sonó como un blues futurista. El cierre con la canción que más me gusta del nuevo, "Disarray", que en el momento final en que las voces de los dos haciendo coros se juntan, toca la gloria. Si me preguntan a mí, el concierto del festival.
El concierto aludido no era otro que el de Low, el trío de Minnesota (sí, el bajista Steve Garrington se ha ganado con creces la titularidad junto al matrimonio formado por Alan Sparhawk y Mimi Parker) sacó uno de los discos más sorprendentes del año pasado que a la vez de aclamación también generó discusiones entre sus fans por la producción deconstruyendo su sonido de esa manera. El silencio que había entre el público y que se mantuvo durante todo el concierto era de celebración religiosa fervorosa en una catacumba. En años de festivales no había visto nada parecido. A las pocas personas que se les oía una palabra les chistaban los de al lado. La hora idónea, bordeando la medianoche. El repertorio se centró en su último disco, abriendo de igual forma con "Quorum" y "Dancing and blood". En el escenario solo los tres miembros, sin ayuda extra excepto la del silencio, que es el cuarto miembro. En cuanto a lo visual, mucha oscuridad y al fondo, tres columnas con fluorescentes horizontales que le daban un toque de ciencia ficción y ellos, los tres de negro y pantalón largo, nada de bañadores y camisetas playeras dos tallas grandes como los grupos indies más jóvenes. Eso es controlar hasta la puesta en escena y todo suma. El sonido de la guitarra cambiante con la pedalera, el bajo muy saturado y los toques precisos y graves de los tambores, contrastaban con las angelicales voces de Mimi y Alan. Incluyeron algunas de las canciones antiguas, de las que más encajan con el repertorio actual, destacando "Monkey" y la extensa "Do you know how to waltz?", que sonó como un blues futurista. El cierre con la canción que más me gusta del nuevo, "Disarray", que en el momento final en que las voces de los dos haciendo coros se juntan, toca la gloria. Si me preguntan a mí, el concierto del festival.
Aún sobrecogidos, nos tocaba otro concierto con carga ideológica, la británica Kate Tempest, muy sobria con solo una teclista acompañándola con los sintetizadores, piano y las bases rítmicas y una lona blanca circular de algo más de dos metros de diámetro que parecía imitar una luna llena y sobre la que se proyectaba la sombra de Kate al cantar delante. Combinó canciones del exitoso "Let them eat chaos" de hace ya 3 años, como "Ketamine for breakfast" o "Europe is Lost" con unas cuantas canciones nuevas del disco que va a publicar el 14 de junio. Realizó hasta algún recitado a capella con esa dicción tan inglesa y marcando tanto las sílabas y que hace que si prestas atención y tienes unos conocimientos medios de inglés puedas seguir la mayor parte de las letras, muy críticas con el mundo que habitamos.
Por si faltaba alguna banda de sonido militante que ver, mis amigos eligieron Lisabö, yo como los había visto recientemente en Bilbao iba a decidirme por Swervedriver, pero a veces en los festivales te apetece compartir las experiencias así que me uní al grupo y fuimos a ver a los de Irún. Con bastante público para la hora que era. Una vez más sonaron atronadores con los dos baterías como dos bestias siamesas generando el ruido de base al que se suben los compañeros, saturando guitarras y culminando con las voces con los gritos a plena garganta. No hace falta entender euskera para quedarte impresionado y apabullado. Se despidieron por todo lo alto con recadito en castellano para los "primos de Rivera y Abascales" que acosan a las lenguas y culturas minoritarias pero que no podrán con ellas.
Con los oídos pitando, nos acercamos a la barra del escenario más próximo. ¿Alguien sabe qué hay ahora? Mientras, alguien sacó el programa para leer Flohio, una rapera londinense de color, tomaba el escenario, haciendo un hip hop contundente que si en disco tiene un punto más emotivo, en directo parecía más agresivo y festivo, aumentada la sensación por los bailes y las carreras desenfrenadas por el escenario del DJ, micrófono en mano jaleando al público. Se ve que es parte de las nuevas tendencias, hace años los DJs de hip hop no se movían de detrás de la mesa.
Como remate a la jornada, a las 3.30h, se anunciaba al grupo navarro de rock, entre el pop y el punk, Kokoshka haciendo versiones de Las Grecas. Allí acudimos con curiosidad y mucho público del terreno. Abrieron fuego con "Te estoy amando locamente" los cuatro miembros habituales acompañados de dos cantantes coristas situadas al lado de Amaia, la líder, a modo de trío rumbero. La verdad que sonaba todo muy bien, se les veía sonrientes y con cierto cachondeo, pero no era un rollo irónico sino que parecían disfrutar de la interpretación. Siguió el "Achilipú" y otros éxitos de los Chichos y los Chunguitos, cerrando con una gran versión disco rumba del "Son Ilusiones", gran letra por cierto. El omnipresente J de Los Planetas se apuntó a dar palmas y hacer coros en alguna de las canciones con un entusiasmo muy propio de esas horas de la noche.
Siguiendo con el ambiente del concierto, o de las películas que contenían estas canciones, una vez ya en la calle, paramos un taxi y salió del asiento de atrás un tipo enorme y calvo con un traje color oro con una guitarra enfundada que se dio a la carrera tambaleándose, tropezando con los contenedores y la pared y casi con nosotros, el tipo estaba haciendo “sinpa” en toda regla, el taxista no le siguió. Hora de ir a dormir.
Sábado 1 de junio
Último día, con el cuerpo indicándonos qué cómo duran tres días estos eventos, ¿no será suficiente ya? Un poco más, venga. Mi hermano y un amigo que llevan un chisme en el reloj de esos que miden lo que andas, contabilizan ambos más de 14 km al día. No me lo imaginaba, en fin, vamos allá.
Empezamos con Cariño, un grupo de tres chicas que hacen lo que en los 90 se llamaba tontipop, pero con unas letras cargadas de cierta ironía y mala leche que le dan un punto a la propuesta. En el escenario, bastante desparpajo para lo que estamos acostumbrados en bandas indies primerizas. El público animado y bailando.
Tras ellas el grupo catalán "Retirada!". Dúo de guitarra y batería entre pop psicodélico en la onda de Felt, o Real Estate cuyo disco "Son" nos ha gustado bastante, pero en directo con muchos fragmentos de guitarra pregrabados (¿tanto cuesta reclutar a un colega?), el look de “ropa para limpiar la cocina de casa” y cierta falta de intensidad, le restaron mucho a las expectativas que traíamos al venir a verles.
El inclasificable show de la japonesa Haru Nemuri de disco pop cantado con gritos propios del hardcore, con ella y un dj en el escenario, y sus bailes y saltos que ciertamente contagiaron a buena parte del público, nos dejó sin saber cómo reaccionar. El siguiente concierto era de una de las jóvenes promesas del indie británico, la joven Nilüfer Yanya, con banda también jovencísima y su hermana a los coros. Por cierto, ambas sobrinas del productor del "Échate un cantecito" de Kiko Veneno y algún disco de Radio Futura; Jo Dworniak. En estudio suena muy sofisticada con un pop con un taque jazzy con saxofón en algunas canciones y ecos a Orange Juice, Everything but the girl y a los más recientes King Krule o Yellow Days. En directo, tiene buena voz, el sonido del grupo no es deficiente, pero falta la contundencia y la precisión del disco. Así como cierta falta de soltura en la propia Nilüfer muy rígida y estática con su guitarra. Su hit de indie rock "In your head" que sonó la última dejó buen sabor de boca al final. A seguir su evolución en el futuro.
Tenía ganas de ver a Loyle Carner con su flow grave y estiloso, muy old school, pero en aras de la variedad nos decidimos por la diva del neo soul Kali Uchis, norteamericana de origen colombiano, que actuaba en el escenario más lejano de Mordor. Me impresionó pese a que la vimos de lejos, pues no había unanimidad en la cuadrilla y el cansancio hacía buscar la cercanía de la barra. Para empezar, al contrario que la mencionada Charlie XCX, ésta llevaba una banda detrás aparte del DJ, con sonido grave y sofisticado, con un pie en el soul, otro en el R&B y otros estilos. Buena voz, presencia y saber estar, así sí. Me gustaron los hits "Dead to me" y "Just a stranger"; cantó varias canciones en castellano entre ellas una versión de Don Omar, "Pobre diabla", y otras de cosecha propia. La única que no me gustó es su versión almibarada y casi a capella del "Creep" de Radiohead, una porque ese estilo de versiones está muy sobado y otra porque, porque…bueno otro día lo explico.
En el mismo espacio, en el escenario contrario, casi sin tiempo a girarse, empezó el show de Rosalía. Hace dos años presentó su anterior disco en el auditorio del festival acompañada únicamente por Refree a la guitarra, ambos sentados, ella con un vestido de pantalón largo. Esta vez, no había ningún guitarra, ni nadie sentado en el escenario, ella luce un body ajustado luciendo muslos, el look de las nuevas divas de este siglo en la estela de Beyoncé, etc.. Así, está secundada por 6 bailarinas. Un grupo de palmeros, que también hacen coros, en una esquina y toda la música que se escucha sale de los cachivaches electrónicos de El Guincho, en la esquina opuesta. Todo suena bien, incluida su voz y las coreografías son perfectas. Como espectáculo es impecable. Congrega la mayor cantidad de público del festival, muchos extranjeros, que aplauden y aúllan dos o tres veces por canción. Se dirige al público principalmente en catalán, recordando sus orígenes y a la gente que la acompañó en su anterior disco. El repertorio lo forman las canciones de "El Mal Querer" casi al completo, una canción de "Los Ángeles", una nueva y varias versiones, entre ellas "Barefoot in the park" de James Blake, que salió a cantarla con ella, y el "Te estoy amando locamente" de Las Grecas cantado por los palmeros. Los más anticuados echamos de menos algún guitarrista y algún músico más en el escenario, no tendrían por qué estar reñidos ambos conceptos. Para el público en general, no obstante, ha sido un triunfo en toda regla.
En este punto nos asaltó una de las grandes dudas de esta edición, desplazarnos al lejano Primavera Bits a ver a las cantantes norteamericanas de hip hop bañado de soul Lizzo y Tierra Whack, con dos grandes discos recientes respectivamente, y a la cantante de trap con sentimiento Albany, o dirigirnos a los escenarios del “casco viejo” del festival a ver a dos clásicos de los que hemos sido fans, Jarvis Cocker y Primal Scream. Nuestras piernas y nuestros cerebros están maltrechos y se impone el criterio de la cercanía y la comodidad de lo conocido. La tortilla de patata como dice mi hermano.
Jarvis ha grabado una nueva canción y su repertorio actual es una incógnita. Sale con una nutrida banda y su estilazo habitual con americana y sus gafas de pasta. Conserva el magnetismo en sus movimientos y sus discursos entre canciones. Interpreta "Must I evolve", la canción nueva, y otras que no reconocemos, una única mención a su anterior banda Pulp, "His n’ hers", canción que aunque dio título a un gran album del grupo no aparecía en él. De su repertorio en solitario no toca ninguna de las canciones con gancho pop. En ese instante, desde luego, no nos da lo que necesitábamos. Habría que ver si en otro momento y con las canciones nuevas más rodadas lo apreciamos de otra manera.
El viejo zorro de Bobby Gillespie, líder de Primal Scream, no va a jugársela ni andar con remilgos a estas alturas de su carrera, ni a esas horas de la noche. El año anterior habían editado las grabaciones originales de su disco "Give Out But Don’t Give Up", si alguien pensaba que el directo podía ir por ahí estaba equivocado. Abren con "Movin’ on up" de "Screamadelica" y van a tocar la mayor parte de hits que se les conocen. Ya no es la banda incendiaria de los años 1999-2006 con tres guitarras, incluyendo a Kevin Shields; ahora solo queda el fiel Andrew Innes a las seis cuerdas, el genio Martin Duffy a las teclas y la bajista Simone Butler sustituye al mítico Mani, pero el sonido es competente, nítido y con la suficiente contundencia. Y Bobby con un flamante traje setentero color fucsia, sin grandes alharacas, sabe cómo comandar una banda de rock. Nos hace bailar a todos, con "Swatika eyes", "Loaded", "Country Girl" y cierra con "Rocks".
Gillespie nos ha levantado el ánimo, por lo que decidimos ver a la rapera londinense Simbiatu Abisola Abiola Ajikawo, conocida como Little Simz y que pertenece a la nueva corriente en la que el pop y el soul se mezclan con fluidez con el hip hop o el grime. Su nuevo disco ha causado tanta expectación que el público desborda uno de los escenarios más pequeños del festival, pegado al mar. Pese su joven edad, parece una artista ya hecha, lleva una banda con batería, bajo y teclados y DJ que aportan calidez y groove al sonido. Ella tiene buen flow rapeando además de carisma escénico, al poco de comenzar su concierto tiene a la gente bailando y repitiendo lo que ella pide que jaleen. Una de las sorpresas del festival. Si sigue sacando buenos discos la veremos en un escenario más grande en un futuro.
Después de ella, en el mismo escenario se anuncia al DJ Richard Colburn, que en el programa se acompaña del nombre de su banda, Belle and Sebastian. Un poco de pop conocido no vendrá mal. Error. Colburn es el típico DJ que quiere huir del sonido y referencias de su banda, pincha house, techno, etc. Muy respetable su decisión, no tanto el utilizar el nombre del grupo si lo que haces no tiene nada que ver con él. Porque todo sea dicho, tampoco es un virtuoso de la música eléctrónica, para eso vámonos a ver a uno de verdad, así que estamos ya en la sesión de Danny L. Harle. La expresión house sedoso que he leído tantas veces en revistas del ramo, es la antítesis de lo que hace Harle, techno, dance pop, trance todo de trazo grueso pero suena frenético y divertido a esas horas. Bailamos. Nos deja para el arrastre.
¿Suficiente? Espera, veamos un poco a Slowthai, del que hablan maravillas de su último disco de grime hip hop. Sale el tío con un DJ-bailarín-animador, a cual más acelerado y musculado. Suenan sin concesiones, a la yugular.
Como diría Kate Tempest "It’s 4.18 AM" y éste es mucho púgil para nosotros en el doceavo asalto. Toalla al centro del ring y retirada sin mirar atrás. “¿Volveremos el año que viene? Enseguida salen las entradas a precio reducido. Uf, llámame la semana que viene y hablamos, igual hay que dejarlo algún año.”