Por: Kepa Arbizu
Cuenta la historia, en su versión más apócrifa y gamberra, que durante el segundo pase de la que es considerada la primera película proyectada de la historia, "Salida de los obreros de la fábrica", hubo ya quien exclamó que "el cine ya no es lo que era". Una radical obsolescencia a la que también ha sido sometido, desde su propio nacimiento, el punk. Pero poco debería de importarnos a estas alturas la verosimilitud o no de esa continua y reiterada acta de defunción levantada contra dicho género, porque la realidad es que sigue teniendo la capacidad de ofrecernos ejemplos de una buena y excitante descendencia, en la que sin duda hay que incluir el nuevo trabajo publicado por Ídolos del Extrarradio.
Los doce temas que en poco más de veinte minutos se agolpan en este "Discurso Caníbal" son la prueba inequívoca de que los cántabros han dejado atrás, como ya se deducía de su predecesor "La llamada del oso", casi cualquiera de las otras influencias sonoras que han jalonado su carrera para dedicarse casi en exclusividad a su aspecto más crudo. Una percepción que también se puede aplicar a la elaboración de unos textos que sin duda se convierten en otro de los pilares básicos de la formación. Apoyados y aupados por la peculiar y ya característica entonación ejercida por su cantante Alex Pis, desgarbada y desafiante, su rotundidad les confiere la capacidad para diseccionar, sin el mínimo interés por tejer ningún tipo de concordia, la realidad social. Una decisión que pese a la virulencia con la que se ejercita no rechaza un espacio simbólico o críptico, alejándoles de la tentación de envolverse en un repetitivo panfletarismo que en demasiadas ocasiones tiende a perder su capacidad de incomodar.
Que este nuevo capítulo de los santanderinos adopte una manifestación más acelerada y concisa se materializa en que ese punk en el que parecen de momento instalados, con referencias a grupos clásicos como Espasmódicos o TDK al igual que enlazados con otros más contemporáneos, en la estela de La URSS o Biznaga, se traslada hacia una cadencia más ligada al hardcore, implementando las revoluciones a dicha propuesta. Artillería que ya queda inaugurada desde el trepidante inicio con "Un hombre normal", sucinta pero arrolladora introducción en la que se intercalan unos -también representativos- cortantes riffs de guitarras al estilo de Minutemen o Gang of Four, completando una efectiva confirmación de la inexistencia de la normalidad ("Seamos sinceros y dinos que mierdas es ser un hombre normal"). Todavía más aceleradas y contundentes resultarán la certera y corrosiva huída hacia adelante que supone "Roma ahora paga a traidores" o las espídicas "Plato único" o "Blabla".
Pese al ejercicio de concreción que significa el disco eso no se refleja en un monolítico tratado formal, y es que aunque siendo muy particular el estilo adoptado, consigue escabullirse por diferentes matices, porque siendo "Neo Opio", por ejemplo, un contundente y angustioso ritmo, su aspecto recitativo, con su atropellado verbo, resulta esencial en la tensión alcanzada por una composición que desmitifica, o mejor dicho arrastra por el suelo, todo el "modus vivendi" entorno a las redes sociales y sus apariencias, las mismas armas que tomarán, incluso aumentadas, para recrear una suerte de contraprogramación televisiva no exenta de ironía en "Gatitos, fascio y desencanto". Más desnudo en su armazón instrumental, convirtiendo esa austeridad en punta de lanza de su espíritu mordiente, resulta la canción homónima, mientras que "Caza furtiva" mutará desde un ambiente tensamente evocador, trasladando la sensación de caída libre, hacia una linea más melódica que puede asemejarles a otros ilustres irreverentes como son Los Ilegales. Banda asturiana que también parece dejar su huella en los arpegios que sostienen "Fuego en el Estarbax", uno de esos geniales textos paridos a base de espinosa poética por la que colar impagables slogans ("Queremos gofres gratis"). Esa faceta musical más gótica, que aunque algo enterrada por la ferocidad dominante en el álbum es parte de la idiosincrasia de la banda, asomará de manera brillante en "Olor a Brummel", fragancia insuficiente para expulsar el hedor que surge de las bancadas de los "representantes públicos".
Siempre se ha dicho que los mejores perfumes vienen escondidos en los frascos más pequeños, pero parece igual de obvio que el más eficaz liquido inflamable se recoge también en tarros diminutos, o por lo menos esa enseñanza se desprende de este lacónico, agresivo y entonadísimo "Discurso Caníbal". Un disco con el que Ídolos del Extrarradio se asientan en su faceta más punk, y por extensión más subversiva, construyendo, ya sea en forma como en esencia, todo un engranaje de ideas y maneras que se presenta como una de las más atinadas y encolerizadas propuestas actuales con las que evidenciar la desnudez del emperador, y la de sus súbditos.