Por: Jon Bilbao
Fotografías: Jordi Vidal / Oscar L. Tejeda Music Photographer
No hay duda de que el Azkena Rock Festival se está consolidando a pasos agigantados entre la parroquia rockera, y cada vez más. A mí no tiene que convencerme nadie, pues me considero azkenero prácticamente desde el comienzo, pero sí que alegra ver cómo, cada vez más, este se convierte en un evento con potencial multigeneracional. No había más que echar un buen vistazo a la cola para comprar el abono del próximo año, para comprobar que son muchos los que tienen ya claro que asistirán, tanto por el inferior precio de la entrada como por el adelanto que ya se hizo del cartel del 2020: Social Distortion y Fu Manchú, dos grupos muy distintos entre sí pero que portan eso que llamamos "esencia azkenera".
El pasado viernes asistieron a las campas de Mendizabala 17000 personas y el sábado fueron 19000, sumando un total de 36000 musiqueros/as entre las dos jornadas, unos 5000 más que en la edición del 2018. El ARF sigue creciendo, y esto se notó también en una mayor variedad de oferta gastronómica en los food trucks, aunque siga siendo inexplicable la desaparición de la cerveza tostada de un año para otro. Continúa el muro de la muerte de los moteros, y los escenarios Trashville ofrecen una propuesta cada vez más interesante para los que busquen algo diferente dentro del festival. Algunos de los mejores momentos de esta pasada edición ocurrieron allí, entre sudores y ritmos bailables.
Viernes, 21 de junio
El viernes abrían a primera hora de la tarde en el escenario GOD (con las imágenes de los recientemente fallecidos Aretha Franklin y Roky Erickson presidiendo) los vascos (con vocalista italiana) Micky & The Buzz, grupo de identidad rockabilly que versionó a muchos de sus héroes, entre ellos a The Collins Kids a través de su frenética "Whistle Bait". Llegamos al final del pase pero lo presenciado dejó muy buen sabor de boca. En el segundo escenario, RESPECT, dedicado a la memoria de Scott Walker y Dick Dale, comenzó entonces a repartir leña punk el cuarteto de Nueva York Surfbort, con la entregada cantante Dani suscitando más comentarios por su vestuario y presencia escénica que por su música. Algunos no podían evitar preguntarse si estaba metida de pegamento o si realmente era así. Yo quiero pensar que cuando se sube a un escenario se transforma, que es la música la que zarandea a esta efectiva chillona. Y es que con canciones de un minuto y cincuenta segundos de media, con dos guitarras y sin bajo, y provistos de una actitud y un sonido puramente punk, tienen las de ganar cuando a lo que se va es a saltar, vibrar y/o disfrutar. Al principio sonó el hit "Les Be In Love" (que, aunque pueda parecerlo, no trata sobre amor lésbico), seguida de "Pretty Little Fucker", "Selfie" o mi favorita, "Slushy". En total, cincuenta minutos de amorosos esputos.
Los australianos The Living End ofrecieron a sus fans lo que estos estaban pidiendo internamente, es decir, un repertorio formado en su mayor parte por sus primeras canciones, las de hace veinte años. Destacaron "Second Solution", "Prisoner Of Society" o el ska "All Torn Down". Siguen sonando bastante (en ocasiones demasiado) a sus colegas Green Day, y tienen sólo un puntito de rockabilly que se deja notar por momentos. El supergrupo internacional de esta jornada fue Deadland Ritual, con el bajista Geezer Butler (Black Sabbath) como reclamo principal, y acompañado este por el actual cantante de Apocalyptica y por músicos de, entre otros, Billy Idol o Guns n Roses. Tenía interés en verlo al completo, pero las ganas de disfrutar del directo de Lucero me lo impidió. Visto lo visto no hubo arrepentimiento. Aún así, aún hubo tiempo de escuchar la primera canción, y sorprendió encontrarse con una tan poco manida en el repertorio Sabbath como es "Symptom Of The Universe". Y aparecían sobre el escenario LOVE (dedicado a las figuras de André Williams y Vinnie Paul Abbott) los de Memphis, Lucero, con su habitual aunque nunca cansina mezcla de country alternativo, voz aguardentosa y soul idiosincrásico, centrándose en un interesante último álbum ("Among The Ghosts"), más pausado que lo que nos tienen acostumbrados aunque acompañado de otras canciones antiguas y esperadas de su repertorio como "Slow Dancing", que pudo recordar a Drive By Truckers, o la irresistible "Sweet Little Thing". Eso sí, para escucharlo a buen volumen había que acercarse ya que de otro modo la potencia del escenario LOVE no era suficiente.
Seguramente el grupo más esperado de la jornada, el trío Stray Cats, propiciaba que la zona cercana al escenario principal se llenara al completo en cuanto comenzaron con "Cat Fight (over a dog like me)", la canción que inaugura su último álbum (titulado "40" y el primero con temas originales en 27 años). Seguida, lanzaban la esperada "Runaway Boys" y "Stray Cat Strut", una de las mejores de todo su repertorio. El contrabajista Lee Rocker cantó algunas de las voces principales, destacando la coreada "Bring It Back Again". Estos tres americanos demostraron (si es que hace falta demostrar nada a estar alturas) que son músicos técnicamente excelentes, que además derrochan clase y buen hacer en cada una de sus notas/golpes y que la suya es una historia de cuarenta años que, de momento, sigue bien vigente. "Rumble In Brighton" cerró su concierto de forma inmejorable: riff infeccioso, ritmo bailongo y sensación de triunfo.
Y de vuelta al escenario LOVE teníamos al cuarteto australiano Tropical Fuck Storm, con Gareth Liddiard y Fiona Kitschin, del grupazo The Drones, a la guitarra y voz y bajo y voz, respectivamente, dispuestos a soltar tralla de la buena. Aún así, ni es tralla como se entiende habitualmente ni debería dejar indiferente a nadie. Junto con la percusionista Lauren Hammel y la guitarrista y teclista Erica Dunn, la pareja drone ofició de forma inmejorable, derramando rock experimental, a veces más post-punk y en ocasiones más psicodélico sobre el atento respetable. Y es que lo derramaron porque les sale natural. No hay más que observar a Gareth Liddiard para comprobar cómo cada canción la toca como si le fuera la vida en ello. Interpretaron algunas de las canciones de su, hasta ahora único álbum ("A Laughing Death In Meatspace) , e incluso hubo tiempo para dos sorpresas: por un lado la acertada versión que se marcaron del "Back To The Wall" de los poperos australianos Divinyls, y también la perfecta despedida con "Baby", del segundo álbum de The Drones. Sin duda uno de los más penetrantes conciertos de todo el festival.
The B-52´s trajeron hasta el Azkena su extraña aunque atrayente fusión retrofuturista, con tres de sus miembros originales al frente: Fred Schneider, Kate Pierson y Cindy Wilson, principalmente vocalistas. Están celebrando ahora su gira de despedida tras cuarenta años, y esa fue la excusa perfecta para acercar nuestros oídos hasta el escenario principal y escuchar hits y no hits de los americanos. Había quien los criticaba por su pinta bizarra (siempre han sido así) y por la manera tan personal y distinta de entonar de Fred Schneider; convendría recordar que desde el principio Schneider ya cantaba así, de forma extravagante y rompiendo moldes ya desde finales de los setenta. Él recitaba a su peculiar y característico modo mientras que ellas daban la talla con sus agudos y florituras. Clásicos atemporales del recital: "Party Out Of Bounds", "Planet Claire", "Lobster Rock", la coreada "Love Shack" o la menos manida pero muy válida "Mesopotamia". Un concierto que fue una fiesta para todo aquel dispuesto a pasarlo bien. Y cerraban jornada The Hillbilly Moon Explosion, combo suizo del mejor rockabilly, con algunos aires de surf en ciertas guitarras y con un repertorio imbatible. No estuvo Sparky, el cantante de Demented Are Go, que tanto ha colaborado con el grupo y a quien se asocia habitualmente con la banda, aunque no hizo falta, pues las voces estuvieron perfectamente repartidas entre Emanuela Hutter y el contrabajista Oliver Baroni. "Queen Of Hearts", "Desperation" o "My Love For Evermore" son buenos ejemplos de lo que allí se coció, y finiquitaron con la versión del "Call Me" de Blondie, junto con el irremplazable y excitante "Maniac Lover", original de The Playboys y grabada por los suizos para su primer álbum.
Sábado, 22 de junio
La segunda jornada del ARF de este año en mi caso comenzó con Garbayo, grupo comandado por el guitarrista y cantante Ignacio Garbayo (ex- Zodiacs), que cuenta con curtidos músicos de la escena bilbaína. Un pase corto pero potente el suyo, con temas propios de pop-rock en castellano, que por momentos me recordaron a The Replacements por su mezcla de melodía y guitarras crujientes. El mejor momento fue "¡Muévete!", con un riff y un estribillo directo a la diana. El pequeño espacio de tiempo hasta que llegaran los hermanos Kirkwood dio pie para ir a presenciar eso de la "lucha extrema mexicana", que ni era extrema ni demasiado interesante en mi opinión, aunque para gustos están los colores. Meat Puppets comenzaban con una mala ecualización que en seguida se corrigió, y a lo largo de una hora repasaron una carrera amplia y rica con parada en los momentos más destacables. Sonaron algunas del nuevo álbum ("Warranty" o la propia "Dusty Notes"), canciones de los años noventa (el trabalenguas de "Sam", el country "Comin´ Down" o una favorita personal , "Flaming Heart") y, por supuesto, las que todo el mundo ansiaba escuchar, es decir, las de los ochenta, que a la vez son atemporales, aquellas canciones underground que en su día les hicieron obtener su reputación: "Oh Me", "Plateau" o el instrumental "Sea Whales". En directo tienden a estirar algunas de sus canciones, como ocurrió con el country alternativo de "Lost", aunque en esta estuvieron bastante comedidos. La que se les fue de las manos (pretendidamente) fue la jam de "Up On The Sun", en la que el batería Derrick Bostrom puso a Curt un gesto como diciendo, "seguro que podemos hacer la misma jartada que en 1985?". Y sí, podían. Porque aunque estos largos pasajes de improvisación despejasen el escenario LOVE de ciertos curiosos, a la vez fortaleció la relación de los Puppets con sus fans. A los fans de Meat Puppets nos gusta verlos creando, reinventándose cada noche si es que eso es posible. Intentándolo al menos. Elmo, el guitarrista, hijo de Curt, lanzó un par de gamberras señas de complicidad a su padre, mientras su tío Cris estaba delante, concentrado al 100 % en su bajo y los sonidos que de él extraía. Finalizaron con la ya clásica "Lake Of Fire", con paja instrumental final incluida, y con voces menos agudas que en la grabación original. Y es que algunas de las partes vocales las resolvieron obviando las más altas, y se entiende, ya que estos tíos ya no tienen veinte años... Aún así reunieron a muchísimos fans a su alrededor, incluyendo a Dani, la vocalista de Surfbort, Arrow de Wilde, vocalista de Starcrawler y Danny, de Danny & The Champions Of The World, que tocaron a mediodía en la plaza de la virgen blanca. Meat Puppets, uno de los grandes conciertos de esta edición.
Por sorpresa me topé en el Trashville con un dúo que reclamó atención durante un buen rato. Eran los austríacos Deadbeatz y su blues sucio y bailable, con un cartel que rezaba: "demasiado blues para ser punk, demasiado punk para ser blues". El formato en sí ya llamaba la atención (un armonicista que tocaba el bombo con el pie y los platos con el puño y un contrabajista que también cantaba) , pero es que lo que ofrecían era jugoso y nutritivo. Versionaron, entre otras, el "Manish Boy" de Muddy Waters y lograron mantener a un buen número de personas ahí dentro, bailando, a pesar del insoportable calor. Uno de esos momentos en los que uno recibe una inyección de fe en el poder de la música. Grandes. Corrosion Of Conformity podrán ser cincuentones, pero su potencia sónica no ha menguado nada de nada. Prescindieron de la etapa ochentera de trash y se centraron en su stoner-rock noventero, con un Pepper Keenan comunicativo con el público y totalmente entregado a su esencial tarea dentro del grupo. Descorcharon con el efectivo riff de "Seven Days" y durante una hora ofrecieron contundencia rockera y profesionalidad, con aplaudidas interpretaciones de "Diablo Blvd" o "Clean My Wounds", entre otras perlas. A Wilco, cabeza de cartel del sábado, tenía intención de verlos al completo, pero un cambio de última hora en el Trashville hizo que algunos de nosotros nos perdiésemos gran parte del show, al adelantarse el concierto de Los Torontos. Los de Jeff Tweedy arrancaron con "Handshake Drugs" y prosiguieron con la ovacionada "I Am Trying To Break Your Heart". Durante los minutos que lo presencié me pareció un concierto de melodías agradables, con algunos puntuales desvíos a un ruidismo controlado. Al entrar al Trashville, uno de los cantantes del supergrupo mitad español mitad internacional, Los Torontos, soltó una buena frase: "mola encontrar gente a la que no le importa sudar como cerdos con tal de pasarlo bien". Muy bien definido. Y así, pasando más calor que el público (pues llevaban corbata y jersey), el quinteto lideró la fiesta colectiva a base de temazos como "Bim Bam", " I Hate Life (Take Me Now Satan!)" o el que definieron como su (en palabras del Fary) melocotonazo, "No Te Vayas". Invitaron a Deke Dickerson a tocar un instrumental de surf con ellos, estrenaron una de sus nuevas composiciones, la divertida "Johnny Machine", y aderezaron el set con versiones a cargo de Sam The Sham o Nick Curran, pues de este último interpretaron "Psycho", para la parte del necesario bis. De esta agrupación de R & B y Frat Rock conviene seguir las carreras de cada uno de sus miembros por separado, pero es que juntos están creando también maravillosas melodías. Para mí, en el top cinco del ARF de este año.
El guitarrista Andy Gill es el único miembro original y constante del grupo inglés Gang Of Four, cuarteto de post punk que tocaría su primer álbum ("Entertainment", de 1979) enterito en el escenario RESPECT. Demostraron su condición de precursores gracias a sus canciones, bailables aunque oscuras, guitarreras pero sin estar dentro de la ortodoxia del rock, dejando siempre espacio para la sorpresa. Comenzaban The Cult en el escenario principal y mi intuición me indicaba que la propuesta del Trashville iba más encaminada a mis gustos musicales y vitales, y no me equivoqué: Pussycat & The Dirty Johnsons son puro fuego garage-punk y sus canciones hacen que te re-enamores de la música más instantánea y gamberra. "Get Outta My Face", "Ain´t No Pussy", o "Sylvia" (esta última dedicada a Fred Cole, de Dead Moon) sirvieron de perfecta presentación para un grupo al que aún debería quedarle mucho y buen recorrido. Y fue el cuarteto de Los Angeles, Starcrawler, el encargado de cerrar el festival a la vez que Phil Anselmo repasaba las canciones de Pantera. En mi caso, me decanté por el primero, que el pasado año publicó su primer álbum y que puede considerarse una promesa actual del rock alternativo. Su vocalista, Arrow De Wilde hace de todo sobre el escenario, aparte de cantar. Al finalizar cada una de las canciones se acurruca al lado del bombo a beber agua como una posesa, simula ahorcarse con el cable del micro, también simula masturbarse, además de otras muchas y distintas mímicas. Recuerda un poco a una joven Courtney Love y en sus canciones se cuelan irremediablemente ecos nirvaneros, con algún que otro toque glam. Si esto se hubiese sostenido únicamente por el espectáculo "slapstick grunge" no tendría ningún interés, pero es que la música estuvo interpretada de forma efectiva y transmitiendo en todo momento, aunque fuesen sentimientos no del todo demandados por el público. Versionaron "Pet Sematary" de Ramones, y entonces sí que pudimos dar por clausurado el festival, con satisfacción e incluso orgullo, por tener aquí en el norte un evento de estas características: de calidad, variado dentro del amplio espectro del rock, y provisto de cierta coherencia, palpable en la acertada elección de bandas. Decimonovena edición… allá vamos..