Por: Pepe Nave
La primera nota que se escucha en el disco es de un piano. Podría ser un detalle intrascendente pero no lo es. McEnroe ha sido un grupo de guitarras y sin dejar de serlo, han incorporado el piano dándole gran protagonismo en algunas de las canciones, removiendo sus estructuras, afectando al resto de instrumentos incluida la voz. No es el único cambio aunque se mantenga la esencia. El disco suena más sereno y las letras también, aquí apenas hay despecho, el drama cuando aparece, poco, parece que está mirado con esa distancia que da la experiencia. Incluso hay exhortaciones a la esperanza, a apreciar aquello bueno que nos rodea, sobretodo en la naturaleza.
"Seré tú" se inicia con una referencia a "Last night I dreamt that somebody loved me" de The Smiths, murmullo de personas y un piano perezoso. Se le va subiendo el volumen al bajo y la batería poco a poco y cuando llegan al primer plano, entra la voz de Ricardo Lezón:“He sido sombra, he sido luz…” y ya reconocemos el terreno del todo, estamos en un disco de McEnroe. El piano comparte espacio con unas guitarras que remiten a The Cure y también al Sr Chinarro de la primera época, una de sus referencias aparte de los grandes grupos de folk rock americanos. Se va tejiendo una bonita melodía que termina de inflamarse cuando entran las cuerdas. La lírica es menos explícita que en anteriores trabajos, más evocadora :“he sido un sueño y fui real, el que esperaba, el que se va”.
Imposible no repetir la palabra piano cuando empieza "La distancia del lobo", una de las canciones más diferentes a lo que estamos acostumbrados del grupo, en la que el protagonismo de las teclas es absoluto, marcando el tempo de la canción, que va creciendo poco a poco hasta el final con un emocionante riff de guitarra acompañando de fondo. El concepto "distancia" del título del disco aparece aquí con claridad, "rompo, rompo la distancia, la distancia del lobo que me separa de mí". Unos versos poco explícitos son las pistas para llegar a una historia a desentrañar.
Tanto la labor al teclado, como parte de la producción de este disco, ha corrido a cargo del guitarra solista del grupo, Gonzalo Eizaga, destacado en el cambio de sonido por tanto. El sonido de las blancas y negras, con un inicio a lo "Five Years" de Bowie, junto con un efecto de viento que cesa pasado el minuto de canción, dan paso a "Asfalto (libres los animales)", que no solo cuenta con los coros de Jimena, hija de Ricardo, sino que según ha comentado él, la letra está escrita según el punto de vista de ella. Una canción de amor paterno-filial en medio de los espacios abiertos frente a los campos de trigo.
Un riff de guitarra que suena a hit instantáneo abre "La Gran Belleza", la canción se templa en cuanto remite -esto es un disco de McEnroe- para crecer emocionantemente en su tramo final. Aquí las imágenes detalladas marca de la casa (“una tarde de agosto por las calles de Zarautz…”) se mezclan con esa poesía de la naturaleza que marca el disco: “árbol no me dejes nunca, nunca dejes de crecer”. La referencia del título de la canción a la película de Paolo Sorrentino no es casualidad.
El precioso final instrumental de más de dos minutos de "Luz de gas" ponen la guinda a esta especie de oración que pide boicotear todo aquello que pretenda separar a la pareja protagonista.
Se nos acaban los adjetivos laudatorios y llega una de las joyas del disco, "Cerezas", hablando de esas bellas cosas que nos gustaría que nos acompañasen más a menudo, y que cuando parece que ya lo ha dicho todo estalla en un tramo final a dos voces, de nuevo con Jimena, que pone la piel de gallina. "La Vereda", desde el primer segundo es la canción más McEnroe del disco, ese ritmo a medio tiempo de la batería, esos punteos y ese bonito estribillo, de nuevo a dos voces, nos llevan a parajes conocidos a los que nos encanta volver. La guitarra acústica, con el tímido apoyo del piano, marca el paso en "Luciérnagas", una arrebatada declaración de amor.
El trabajo se cierra con la novena canción, y es un acierto, porque con tal intensidad se haría difícil continuar durante tres o cuatro más sin caer exhausto. El "Buen Invierno" discurre con serenidad, hasta que las guitarras, en los dos minutos finales, se revelan y se adueñan de la canción, haciendo terminar el disco bien arriba.
Por ahora confirmamos que el techo de McEnroe lo va marcando el último disco que publican, así que veremos en el futuro hasta donde son capaces de llevarnos porque esta altura es de vértigo ya.