Sala Multiusos del Auditorio, Zaragoza. Viernes, 24 de mayo del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
Se ha hablado mucho de "Nuclear", el último y más sembrado disco de Leiva, pero hasta ahora se han mostrado muy pocos datos de su gira de presentación que acaba de arrancar. El de Zaragoza era el quinto concierto de esta gira que empezó el pasado 10 de mayo en Salamanca y a la que se van sumando cada día más "sold outs". Con un disco de factura precisa y contundencia en las seis cuerdas sabíamos que eso era lo que derrocharía en sus presentaciones en vivo, aunque quizá esperásemos algunos pequeños giros que se salieran del continuismo exigiendo para sus seguidores un punto extra de atención. Pero no fue así. Si alguno ha visto antes a Leiva en concierto, que no espere sorpresas más allá de la gran pantalla que ha colocado al fondo del escenario. Es más, si alguien como yo se sorprendió de la actitud del madrileño y su Leiband que arrasaba allí por donde pasaba en su anterior gira presentando "Monstruos", esta vez va a volver a ver lo mismo. Un repertorio casi calcado donde tan sólo se sustituyen las canciones que entonces presentara de su anterior disco por las de este último. No hay sorpresas en este terreno. Es más, algunas de las canciones que entonces mantenían fresco su setlist como el rescate de esa joya oculta que era "Sixteen" o algunos temas menos evidentes de Pereza como "Superhermanas" desaparecen de la ecuación. No por ello el repertorio es mediocre. Para nada. De lo que puede presumir Leiva es de contar con un setlist cargado de éxitos y un buen puñado de canciones bien construidas y celebradas como singles que se dejarán escuchar cada noche a buen seguro como "La lluvia en los zapatos", "Breaking Bad", "Terriblemente cruel", "Estrella Polar" o "Lady Madrid". El repertorio es sólido y está bien estructurado, el ritmo es ascendente y no sufre altibajos, pero insisto, si antes has visto alguno de sus conciertos puede que salgas con sensación de deja vú.
"Expertos" abrió la velada en la Sala Multiusos del auditorio zaragozano con un imponente telón blanco de fondo que rápidamente se llenaría de color o nos mostraría más cerca a la banda con unos enormes primeros planos. Por la gran pantalla, al más puro estilo de los espectáculos internacionales más sonados, se mostrarían también videoclips y atrevidos montajes de luz y color. Sin duda, uno de los reclamos de esta gira, una pantalla que tiene vida y que acerca más al público a esa comunión con este artista que es casi mesiánica. "La lluvia en los zapatos", "Animales" y "Guerra Mundial" derrocharon energía mientras se sucedían sin descanso, enlazadas una con otra, convirtiendo el concierto en un karaoke colectivo desde el minuto uno. Un karaoke que por momentos dejaba la instrumentación de la Leiband o la voz de nuestro protagonista enmarañadas, algo a lo que contribuyó una vez más el sonido deficiente de este recinto. La Multiusos es el local más adecuado por tamaño para músicos como Leiva en Zaragoza, pero es una sala que adolece de un sonido tosco donde se pierden los matices, algo que no ayudó para nada al lucimiento de la Leiband, donde apenas se dejaron notar los vientos de Gato Charro y Tuli y mucho menos los coros de la última incorporación a esta banda. Patricia Lázaro cumplió en pose, pero apenas pudimos escuchar su voz salvo en el momento en el que interpretó su parte de "Godzilla" en solitario.
"Lobos" y "Superpoderes" mostraban a un Leiva seguro de defender un disco que se cree desde la primera a la última nota, aunque el público se mostró más receptivo ante temas como "Los cantantes", "Breaking Bad" o la stoniana "Medicina" que siguieron a continuación. Sin apenas dirigirse al público, Leiva nos introdujo un poco más en su última obra, presentando el tema titular como el responsable de arrancar la mecha en medio de otros como "A ti te ocurre algo", con esos inconfundibles ecos a The Who, o "En el Espacio", una de sus más inspiradas composiciones donde todo el mundo ovacionó a su hermano Juancho "Sidecars", que es parte protagonista de su letra. "Miedo" y "Sincericidio" nos llevaron nuevamente a terreno bien conocido y fue al terminar ésta cuando llegó la parte más potente del concierto, no tanto por los watios derrochados sino por la emoción contenida que impregnó a "Godzilla", que contó con Juancho sustituyendo a Bunbury en la voz, además de la ya comentada presencia "real" de Patricia Lázaro en lugar de Ximena Sariñana como ocurre en el disco. Siento devoción por esta canción y eso hizo que perdonase algunas de sus carencias en vivo, ya que a mi gusto podrían prolongar un poco más su parte final, sostenida por esos coros y vientos que pueden dar mucho más de sí, y llenar esta parte del espectáculo de pasión si se estirase su duración. Con "Electricidad" me pasa parecido y además ésta sonó impactante y precisa, convirtiéndola, en mi humilde opinión, en el gran momento de la noche.
El riff de "My Sharona" de The Snack se coló en "Como si fueras a morir mañana" al igual que antes habían sobrevolado las referencias a The Who en la citada "A ti te ocurre algo" o los riffs propios de Keith Richards en "Medicina". Leiva no esconde sus influencias aunque a veces sean muy descaradas, pero esta es una de sus virtudes: poder llevar a la mayoría de jóvenes que se dan cita en sus conciertos los sonidos de los clásicos del rock a los que admira y que por un momento hace suyos, como ocurrió con ese "Hey Jude" que cantó al final de "Como lo tienes tú". "No te preocupes por mí", la que fuera la carta de presentación de este "Nuclear", se mostró como un nuevo clásico del de Alameda de Osuna y estuvo a la altura de otros de sus más sonados éxitos como "Terriblemente cruel" o "Estrella Polar", con la que cerró antes de los bises acordándose de su hermano en Pereza Rubén Pozo, no sin antes deleitarnos con una sentida interpretación de "La llamada", que intentó poner el punto semi acústico a la noche aunque terminó por convertirse en un coro masivo en lugar de un momento de recogimiento como parecía pretender el músico. Y es que en este tipo de conciertos no hay momento para sonidos más acústicos o íntimos, el murmullo generalizado no lo permite y por eso puede que Leiva opte por no tener que luchar contra la masa que quiere cantar con el puño en alto (quizá aquí sería más apropiado decir con el móvil en alto) y dejar de lado momentos que en otros recintos serían mágicos, como intentara en su día con "Vis a vis", interpretada sólo con la acústica e intercalada casi con calzador entre medio del resto de temas con una carga eléctrica más que sobrada.
La vuelta al escenario de José Miguel Conejo Torres, prescindiendo ya de su camisa, sería con "Mirada perdida", en la que presentó a su banda de sobras conocida (con un Juancho más sereno que en otras ocasiones y un César Pop al que no vimos lucirse desde las teclas). Y el previsible final llegó con "Lady Madrid", uno de los temas-himno que Leiva maneja tan bien con ese medio tiempo que la masa corea al unísono. Hasta aquí llegó todo. Sin sorpresas, sin concesiones. Un espectáculo bien armado y muy bien medido en tiempo y formas pero que adoleció de mejores hechuras en el sonido (aunque aquí la responsabilidad sea más bien de la propia Sala Multiusos) y de ser bastante previsible. Como sugería al principio, si lo que se viene a ver en un directo de Leiva es un concierto de rock para todos los públicos no nos hemos equivocado de sitio, pero si esperamos ver crecer con algo más que pantallas y efectos a un artista que se acerca a su madurez creativa quizá aún tengamos que esperar un poco, o bien a que la mayoría de sus seguidores acumulen experiencia en conciertos y se dediquen más a escuchar que a buscar el selfie perfecto, o bien a que Leiva se atreva a armar un concierto donde nos deje ver también su cara más introspectiva que llene de nuevos colores sus presentaciones en vivo. Puede ser un riesgo afrontar en directo las magníficas “Costa de Oaxaca”, “El gigante de Big Fish”, "Vértigo" o "Palermo no es Hollywood" por poner algunos ejemplos, pero es con esas canciones donde nuestro protagonista puede crecerse y donde dejaría claro que está hecho para perdurar, que su música no es rock de centro comercial y que su paleta sónica da para mucho más que para remitirnos una y otra vez a los manidos tics del rock que pueden llegar a sonar a postureo. Aplaudamos esta gira, pero no nos quedemos en ella y busquemos más allá. En esa madurez no previsible puede estar el verdadero secreto de uno de nuestros artistas más reconocidos.