Sala Riviera, Madrid. Lunes, 13 de marzo del 2019
Por: Clara López Vallejo
El pasado 13 de mayo los galeses Catfish and the Bottlemen llenaron La Riviera madrileña. A pesar de que los fans no las tenían todas consigo, ya que hace tres años la banda canceló sus shows en varias ciudades europeas, incluyendo Madrid, esta vez los músicos han superado con creces las expectativas de un público que aguardaba impaciente a que llegara el día del concierto.
Aunque no tienen aún una trayectoria especialmente larga, los británicos cuentan con un gran número de conciertos a sus espaldas, tanto en salas como en festivales, que han hecho que se sientan completamente cómodos a la hora de subirse a un escenario. Si bien no destacan por una gran interacción verbal con el público, sí que es cierto que todos los integrantes y, en concreto, McCann, vocalista y guitarrista, parecen disfrutar enormemente al estar frente a sus fans, tal y como muestran las constantes idas y venidas del músico por el escenario. Su puesta en escena es sencilla, sin grandes parafernalias, con una decoración y un vestuario más bien sobrio que deja más protagonismo a su música. Destaca, sin embargo, la nueva incorporación de la imagen iluminada de un enorme tucán bebiendo cerveza con una pajita, presente también en la portada de su nuevo álbum, "The Balance".
La banda, que apuesta sin miedo por sus nuevas creaciones, abrió el show con "Longshot", el primer single que sacó como presentación de su álbum más reciente. Tras unos dilatados segundos en los que las luces eran tenues y lo único que podía escucharse eran los primeros acordes de Benji Blakeway, al bajo, Catfish and the Bottlemen dio comienzo al concierto. El público respondió entregadamente a esta apertura y cantó la letra del single como si de un clásico de la banda se tratase. Sin embargo, cuando comenzó el siguiente tema, "Kathleen", se apreció un entusiasmo aún mayor, como era de esperar dado el poderoso riff de guitarra presente en la canción. Tras ella se sucedieron tres temas de los primeros discos, "Soundcheck" y "Pacifier", donde la voz del vocalista guiaba los coros procedentes de un entusiasmado público y "Twice", con un intenso solo de guitarra de la mano de Johnny «Bondy» Bond, a quien hay que reconocer también su gran labor en el solo de "Seven". Otra de las grandes favoritas entre el público es "Business". Conscientes de ello, los músicos alargan las partes instrumentales de la canción, momentos en que los más atrevidos en el público aprovechan para bailar, agitarse en medio de la música y dejarse llevar entre la multitud. Destaca aquí la gran labor de Robert «Bob» Hall, a la batería, dando vida al esqueleto rítmico del tema.
El setlist fue bastante variado, con temas de sus tres álbumes, siendo cinco de ellos en concreto parte del álbum que acaban de lanzar: "Conversation", "Sidetrack", "2all", "Fluctuate" y, por supuesto, la recientemente mencionada "Longshot". Todas tuvieron una buena acogida entre el público, donde un nutrido grupo de seguidores sabía ya la letra de todas ellas, a pesar de haber sido publicadas de manera reciente.
Hubo varios momentos de la noche a destacar, pues Catfish and the Bottlemen sabe crear un clima lleno de energía con su música, pero es posible que el punto álgido del concierto llegase con los primeros acordes de "Cocoon". No solo por ser uno de los temas más populares de la banda, sino también porque es evidente que los músicos le tienen especial cariño a este tema, y tal vez ahí sea precisamente donde resida el secreto para crear un momento en que el grupo y el público se funden en uno y la sala tiembla con la emoción y los cantos de una multitud que se empieza a dar cuenta de que está viviendo uno de los instantes más intensos del show. Conscientes de la buena acogida que tiene siempre este tema en sus directos, la banda dejó de tocar durante la tercera repetición del estribillo, y el silencio fue llenado por las voces del público coreando la letra, que se ha convertido casi en un himno de la banda. Los músicos, en concreto McCann, observaron emocionados el momento en que todos sus fans cantaban a voz en grito "fuck if they talk, fuck if they try and get to us, ‘cause I’d rather go blind than let you down" para unirse a ellos justo después resultando en una perfecta interacción entre ambas partes, que acabó con un gran aluvión de aplausos y de emocionados gritos de ánimo y agradecimiento. A todo esto hay que añadir un magnífico despliegue de focos, en tonos naranjas y rojos, en este caso a juego con el enorme tucán que se ilumina acorde con el color de las luces.
Por último, y como no podía ser de otra manera, otro punto a destacar de la noche fue la última canción. Como ya es tradición en sus conciertos, los galeses cerraron el concierto con una versión alargada de "Tyrants", donde el público aprovecha las partes instrumentales de la canción para acumular intensidad que libera cuando el tema empieza a llegar a su fin a modo de traca final.
Finalmente, con un escueto, pero sincero, "Madrid, thank you very much. Absolute pleasure!", McCann se despidió y dio por finalizado el concierto. Las luces de La Riviera se encendieron y el público volvió a la realidad, sudoroso y algo jadeante, mirando a su alrededor como si tratasen de ver las caras a aquellos con los que habían compartido casi una hora y media llena de saltos, cantos y gritos.
Tal vez sea la energía que destilan y que transmiten hábilmente al público a través de sus instrumentos, tal vez sea la estructura de sus canciones, alternando casi todas ellas momentos de gran intensidad con súbitos descensos y paradas que crean un fugaz momento de calma para romperse segundos después con una gran descarga de energía y ritmo. Es posible que el grupo no destaque por su variedad o por una espectacular innovación musical, pero hay que reconocer que es uno de los grupos del panorama indie actual que mejor sabe transmitir sus temas en directo, captar la atención del público y conseguir que, durante una hora y media, lo único que exista sea su música.