Por: Javier Capapé
Pachi García Alis vuelve a la palestra y esta vez lo hace con su nombre completo, ni bajo el apelativo de Alis con el que alumbró obras más que interesantes hace unos diez años ni con su nombre propio con el que intentó iniciar una nueva etapa hace poco más de dos y que muchos no supieron entender. Ahora vuelve a vestirse con sonidos pop, más en la línea de lo que fueron discos como "Material de disección", y sin disfrazar su nombre, dejando entrever todas las interpretaciones posibles, aunque sin duda, este disco se convierte en una suerte de nuevo proyecto con el que volver a empezar. En "Marcadores a Cero" caben muchos estilos, pero todos ellos tangencialmente unidos al pop eléctrico, aunque alrededor gire el rock, el folk e incluso el hip hop.
La temática del disco merece mención aparte. Las letras brotan desde una historia de amor perdida de la que nuestro protagonista se va levantando lentamente para encarar de nuevo la vida con valor y temple, porque evidentemente estas letras nacen de experiencias propias, con Pachi García como protagonista principal, que busca un nuevo lugar en el mundo en el que superar heridas y afrontar el futuro apartando la soledad doliente de la que se apoderan algunas canciones. Esta idea viene sugerida desde su portada, con una pareja comenzando un nuevo partido, jugando en casa y con una pelota de plástico con la que encajar mejor las dificultades. Estos ocho temas (diez en el formato físico) funcionan como un catalizador de emociones, además de ser un reseteo existencial que pretende poner punto y aparte a una vida pasada para empezar de cero partiendo de la reconciliación y el aprendizaje diario. Y en ellas estilísticamente cabe casi de todo, como apuntábamos antes, desde el pop más fresco, directo y sin pelos en la lengua de "Lo peor", al brillo acústico de "Marcadores a cero", la electricidad de "Miedo, vete al miedo" y hasta el vals en "De otro planeta". Pero además también hay espacio para guiños destacables como la estrofa rapeada de "Lo que me hace libre", o la aspereza en la forma de cantar de "Calcetines", que vuelve a recordarnos a Diego Vasallo como en su día hiciera con algunos de los cortes del introspectivo "Vivimos detrás del tiempo que nos sobra".
Brilla por encima de todos el tema que abre el disco, el que sirviera de adelanto, "Bailando con el viento", donde las programaciones arrastran un ritmo seductor que se termina de aderezar con la entrega vocal del baezano, que roza la épica, como también ocurre en la mencionada "Miedo, vete al miedo" o en "Marcadores a cero", donde el tono acústico y la progresión de acordes, que nos recuerda por momentos a la época de "Cuando el sol nos dé calambre", ayuda a medir su impacto emocional abogando por una segunda oportunidad. El clasicismo de Alis se deja notar más de la cuenta en "Lo que me hace libre", aunque su concesión al hip hop en su puente la distancie de sus formas más tradicionales y la convierta en una curiosidad estilística en la carrera del músico, a pesar de no perder sus reconocibles formas a la hora de encararla, ni se aleje en exceso del tono melancólico y emocional de la temática del resto de cortes. El simbolismo también se apodera de "Calcetines", una canción que puede parecer menor en su arranque, pero que se transforma por completo en su segunda mitad, donde el rumbo y la rítmica cambia y nos lleva hacia la recta final del disco, que se mece entre la delicadeza baladística que impregna el ritmo de 3/4 en "De otro planeta" y las guitarras cristalinas aderezadas con cuerdas sintéticas y enigmáticas en "Somos de Agua", primando en ellas la reconciliación como trasfondo.
Un disco que requiere atención, oídos que busquen identificación en las letras, sin perder la facilidad gestual en la sonoridad, y que hagan de este disco un aprendizaje vital para propios y extraños, un nuevo punto de partida. Canciones que derrochan vida y experiencia capaz de hacerla propia sin poco más que nuestra disposición abierta a "tratar de pensar más en sí que en no", como sugiere "Lo que me hace libre", y que pueden funcionar como antídoto para encontrar esa libertad tan ansiada por encima de tropiezos y sinsabores de los que está llena nuestra vida.