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Entrevista: Mendizabal

"He encontrado una terapia fantástica que consiste en volcar sentimientos, miedos, emociones y esperanzas a través de mis canciones"

Por: Kepa Arbizu
Fotografías: Eva HM

Oriundo de Bilbao, pero afincado en Valencia, Txema Mendizabal presenta, bajo su propio apellido, su segundo disco "Disparo revelador", continuación cronológica y también en cuanto a estilo, tras su debut "Golpe de estado". Una corta carrera en solitario que sin embargo es solo una etapa nueva dentro de una amplia biografía musical plagada de presencias en diversos proyectos. Asentado en un sonido entre el folk y el pop de delicada elegancia y lírica atinadamente intimista, estas nuevas composiciones nos ponen, sino lo había logrado ya con anterioridad, en la pista de un autor de sensible calidad con el que charlamos sobre este exquisito álbum. 

Tu anterior trabajo se llamaba “Golpe de estado”, y ahora has elegido como nombre “Disparo revelador”, dos títulos contundentes y llamativos, ¿te gusta buscar ese tipo de títulos con empaque para tus trabajos?, ¿consideras algo importante buscar la atención del oyente desde el título? 

Txema Mendizabal: Por una parte sí que considero importante buscar la atención del oyente de entrada, ya que la cantidad de información a la que estamos expuestos es brutal, pero también es verdad que los títulos de ambos discos resumen bastante bien tanto la temática de las canciones como el momento de composición de las mismas. La mayor parte de los cortes de “Golpe de estado” tienen que ver con impactos emocionales o experiencias importantes vividas. Son por tanto golpes de estado personales. En el momento de composición de “Disparo revelador” estaba en una etapa de reflexión sobre hacia donde dirigir mi vida, y decidir si continuar con el rumbo marcado o pegar un golpe de timón, buscando esa luz reveladora.  

Han pasado tres años desde tu anterior disco, ¿tu manera de entender y crear música responde a una dinámica pausada y meditada o ese intervalo es consecuencia de que no se puede grabar siempre cuando uno quiere sino cuando se puede...?

Txema Mendizabal: Un poco las dos cosas. Sacar un disco por año sería complicado. Podemos decir que responde a una dinámica meditada o a que mi productividad compositiva no es tan fructífera como para crear 10 temas por año (risas); además, como bien indicas son autoproducciones, son inversiones potentes que salen en su totalidad de mi bolsillo.

Es verdad que hay cada vez más autores que optan por sacar EP’s o canciones sueltas y no dejar así de estar presentes en un mercado en el que la duración de cualquier novedad es cada vez más corta. No lo descarto para futuros proyectos, pero por la generación a la que pertenezco siempre he hablado de tal disco del 75 o de aquel disco del 81, no sé, quizás mantengo el romanticismo de concebir el disco como una novela de capítulos conectados de alguna forma. Pero como te digo no sé qué tipo de dinámica seguiré en un futuro para presentar mis canciones. 

Siguiendo con la cuestión del tiempo, tras una extensa carrera en otros proyectos te lanzaste recientemente en solitario, y teniendo en cuenta que aquel debut no respondía a la típica ecuación de volcar todos esos temas guardados durante mucho tiempo en un cajón sino a una elaboración de ellos específica para ese disco, ¿ha habido para este segundo álbum alguna diferencia en cuanto a la premeditación en ese proceso de creación? 

Txema Mendizabal: Los tiempos de composición han sido efectivamente similares. Es cierto que el momento personal en el que me encontraba era distinto, pero en lo que se refiere a la composición propiamente dicha no encuentro diferencias. No hay una premeditación sobre qué tipo de canciones quería hacer, si a eso te refieres, supongo que obviamente la experiencia del primer disco hace que exista una evolución en la manera de componer, pero creo que es un poco como el que se mira en el espejo a diario, sólo aprecia el paso del tiempo si ve una foto suya antigua. 

Sí has decidido para este disco cambiar tu equipo de trabajo, llamando como productores a Xema Fuertes y Cayo Bellveser, ¿por qué tomaste esa decisión, buscabas alguna cosa concreta en ellos? 

Txema Mendizabal: Sí, en el primer disco nunca le di a Carlos Soler ninguna guía de referencia de otros autores, ni sabía hacia dónde iba a llevarnos el barquito en el que nos subimos al empezar a trabajar las canciones. Carlos es un productor magnífico, salió un disco del que estoy muy orgulloso, quizás la magia estuvo en esa frescura también.

Para este segundo quería mantener ciertos matices mediterráneos que se aprecian ya en el primer disco. Buscaba un sonido más acústico, quería que la voz estuviera más en primer plano, que se oyera incluso el golpeo de la púa contra la cuerda y busqué a dos personas que se mueven como pez en el agua en estas tesituras. Quería a la vez salir de la zona de confort y probar otra manera de trabajar; lo hablé con Carlos, que es mi amigo y parte fundamental de mi proyecto y de mi banda; lo entendió y ha colaborado activamente ya como músico en “Disparo revelador”. 

Pese a que tu estilo musical se define por la sobriedad y la delicadeza, te gusta vestir y decorar tus canciones con instrumentación y detalles, ¿cómo es ese entendimiento entre ambas sensibilidades, natural o hay un relativo esfuerzo por encontrar un punto medio exacto?

Txema Mendizabal: Siempre he compuesto mis canciones con mi guitarra acústica, quizás por eso se defienden muy bien en directo sin más instrumentos. Suelo tener una idea bastante genérica de hasta dónde quiero abrigarlas. Lógicamente la labor del productor y la evolución que van teniendo dentro del estudio son la clave, es aquí donde se toman las decisiones fundamentales, pero nunca he tenido que frenar por miedo a la recarga. Hemos ido vistiéndolas hasta estar de acuerdo, “yo metería un pianito aquí”, “yo incluiría un arreglo de guitarra en la parte final (caso de “Pequeña Irene” por ejemplo), pero no recuerdo haber desvestido mucho las canciones una vez introducido arreglos; ha pasado seguro, pero no es habitual, se ha producido todo de manera muy natural en general. 

El disco se abre con “Partida” y se termina con “Buen viaje”, ¿hay en ese desarrollo del disco una idea circular, de salir y llegar al mismo lugar? 

Txema Mendizabal: Esta es una pregunta que me fascina, porque si te soy sincero, no me había percatado. Es verdad que quería despedir el disco con el tema que dedico a mi compañero felino. Era una despedida y era lógico que estuviera en la parte final, pero la decisión de incluir “Partida” como corte de inicio tuvo más que ver con el estilo y tempo de la canción que con su título. 

El primer single de este disco, “Pequeña Irene”, es una canción dedicada a la hija de tu primo con problemas de salud, un tema que tanto por su texto como por un ritmo muy melódico y casi bailable no es exactamente reflejo del contenido del disco, ¿era la intención despistar un poco o su contenido más emocional fue el motivo de lanzarla como adelanto?

Txema Mendizabal: El componente emocional es un punto a favor de la decisión. Creo que la producción y el tono de las canciones es homogéneo en general, pero la verdad es que no tengo claro que haya una canción representativa en cuanto al estilo global del disco. Nada tienen que ver en este sentido “Partida”, con “Como si ni tuviera importancia”, con “Pequeña Irene” o con “Buen viaje”... Quizás debería haber valorado otras opciones, me encantó cómo iba evolucionando la canción y tanto Xema, como Cayo como yo, estuvimos de acuerdo bastante pronto en que podía ser un buen single para el disco. 

Tu música no desprende grandes contrastes ni saltos abruptos pero sí que encontramos en este disco una variedad muy considerable, desde el pop-funky (“Pequeña Irene”) a ambientes recogidos (“Como si no tuviera importancia”) pasando incluso por ciertos ritmos latinos (“Pasajes de regreso”) , ¿es buscada esa diversidad? 

Txema Mendizabal: No lo es, me salen así. Sí que hay varias canciones que han cambiado bastante con respecto a las demos que presenté a los productores. Por ejemplo “Como si no tuviera importancia” era una canción más rápida y hecha con guitarra; “Nuestros versos” se acercaba más a una ranchera y “La boca del lobo” era más lenta y arpegiada (en el disco físico la demo es el corte 11)... Quiero decir con esto que la labor de los productores en este caso ha tenido influencia también a la hora de intensificar estas diferencias para mayor riqueza del resultado global del disco. 

En cuanto a influencias, indudablemente bebes de las raíces del sonido anglosajón pero también se observan evidentes referentes cercanos como Quique González, Enrique Urquijo, Antonio Vega e incluso actuales como Fabián, Breis o Pablo Moro, ¿son ambas “latitudes” igualmente determinantes en la concepción de tu sonido? 

Txema Mendizabal: Sin ninguna duda. Sin conocer tu pregunta si me dices que te diga cinco referentes de música nacional te diría que son Antonio Vega, Enrique Urquijo, Quique González, Coque Malla y Fabián, al que incluyo entre los grandes músicos autores que ha dado este país. Con Breis y Pablo Moro he tenido menos contacto pero les tengo gran admiración, claro. También tienes que tener en cuenta que durante veinte años he sido músico de otras bandas y he grabado en más de 30 discos de otros autores, este aprendizaje es parte fundamental en la concepción de mis composiciones.

¿Dirías entonces que esta carrera en solitario es más la confluencia de todos esos proyectos en los que has estado que una manifestación novedosa y original?

Txema Mendizabal: En general la trayectoria musical durante todos estos años ha ido moldeando mis gustos musicales, y en consecuencia el estilo o la forma en la que se visten las canciones, pero el contenido de las mismas va más hacia una manifestación personal, no sé si original, porque al fin y al cabo no creo que haya grandes diferencias entre mis sentimientos de pérdida, de añoranza, de hastío, de esperanza o de ilusión que los de cualquier otra persona; sí las hay sin duda en cuanto a la intensidad con la que se viven y se expresan.

Un punto importante de tus canciones son precisamente las letras, que contienen imágenes líricas muy potentes, ¿eres especialmente meticuloso y/o obsesivo con buscar las palabras exactas que encajen o fluye de manera natural? 

Txema Mendizabal: Depende mucho de la canción, pero es verdad que tengo cuadernos en los que escribo, tacho, vuelvo a escribir, cambio estructuras... Me gusta mucho pegar un vistazo a dichos cuadernos al tiempo de haber terminado la canción y me hace gracia ver cómo fueron evolucionando los textos. Creo que la clave está en transmitir, en emocionar, y en mi caso las letras de las canciones y la manera de expresar lo que quiero son un elemento fundamental. Hay veces que no es necesario que lo que cuentas sea entendido, también es precioso escuchar la interpretación que hace el escuchante, pero es verdad que en los directos me encanta contar de qué van antes de comenzar a cantarlas para mantener la concentración del público y que la transmisión de emociones sea más fácil. 

En dichas letras hay escenas de costumbrismo pero también de indagación íntima, ¿en el alimento de esas letras cuánto hay de observación del entorno y cuánto de reflexión más introspectiva? 

Txema Mendizabal: Creo que la reflexión introspectiva gana por goleada. Hay canciones descriptivas, tanto de lugares como de personas, pero siempre desde la óptica del impacto emocional que me provocan. He comentado en alguna ocasión que he encontrado una terapia fantástica que consiste en volcar sentimientos, miedos, emociones y esperanzas a través de mis canciones; muchas veces empleando la metáfora, lo que ayuda a que el mensaje no sean tan evidente y a que sea más fácil para el oyente poder sentirse identificado con él. 

En directo te presentas tanto en un formato en solitario como acompañado por banda, ¿ los ves lenguajes muy diferentes con los que interpretar tus canciones o en la esencia no supone una gran alteración?

Txema Mendizabal: Las canciones y su mensaje son los mismos, pero es evidente que el formato en el que se sirven hace que la manera de actuar, de interpretarlas y en consecuencia de transmitir emociones, sea muy diferente. En Mendizabal somos ocho músicos en total, lógicamente no puedo contar con todos siempre. Teniendo esa cobertura puedo permitirme centrarme más en la voz, no es necesario que esté constantemente tocando mi guitarra, puedo ir más relajado; a partir de ahí los formatos varían mucho, en el lado opuesto, que es el que más se repite cuando salgo de Valencia, la capacidad de conseguir un ambiente más íntimo es mayor.