Teatro Principal, Zaragoza. Jueves, 25 de abril del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
La semana pasada Depedro recaló con su actual gira en el Teatro Principal de Zaragoza con todo el papel vendido. Una gira, que al igual que su último disco "Todo va a salir bien", pretende ser una celebración conmemorando los diez años de la formación de este proyecto comandado por Jairo Zavala. Y efectivamente el ambiente festivo se respiró desde el primer momento en el que Jairo invitó a todos a celebrar sus diez años como Depedro y a disfrutar de sus ritmos frescos y vivaces, aunque en la noche también hubo momentos para la calma. El espectáculo no podía gozar de mejor recinto para detener el tiempo y sumergirse en las mágicas composiciones del cancionero de Depedro, pero a pesar de la intimidad que proporciona un teatro de estas características y el excesivo respeto que puede llevar al público a corear casi sin que se note las canciones en este tipo de recintos, lo que se vivió la noche del 25 de abril no fue para nada lo que se puede esperar en un concierto de estas características. El público cantó a viva voz desde el primer minuto, se levantó en muchas ocasiones de sus asientos, bailó cuando fue necesario olvidándose de las butacas y convirtió el regio teatro en una fiesta pagana en la que se disfrutó por igual de los ritmos más atrevidos, en canciones como "El Pescador", "Hombre bueno" o "Panamericana", y del intimismo y recogimiento que requieren temas como "Diciembre", "Miedo" o "Déjalo ir". Salvo tres despistes contados, perdonados por la actitud totalmente natural con los que los encaró la banda, el espectáculo rodó a la perfección, acompañando gustosamente los ritmos latinos predominantes con un telón plagado de imágenes, dibujos y llamativas proyecciones que sentaban como anillo al dedo a los temas seleccionados de todos sus discos. Depedro no se centró tanto en los nuevos arreglos que ha hecho en la revisión de su cancionero más rodado que es "Todo va a salir bien", sino que volvió a sus versiones originales, deteniéndose más ampliamente en su disco "El Pasajero", del que llegaron a sonar hasta ocho de sus temas.
La velada la inauguró "Ser valiente", arrancando de forma suave y subiendo de menos a más con "¿Hay algo ahí?" y su contundencia rítmica a manos de un destacado Andrés Litwin a la batería. Antes de los diez primeros minutos el público se había soltado acompañando a Jairo con alegres y potentes coros, olvidándose rápidamente del respeto que nos provocan muchas veces los conciertos en teatros y afrontando juntos "Como el viento" y "Nubes de papel", donde destacó el acordeón tocado por el multiinstrumentista de Calexico Martin Wenk con esos aires que siempre me recuerdan a la película "Amelie". La condición de músicos viajeros (y enamorados del continente americano) se hizo patente con "DF", o "El Defectuoso" como fue presentada, donde Quique Fuentes se impuso con un imponente solo de guitarra. Los músicos de la formación iban siendo presentados uno a uno hasta llegar el turno del bajista Héctor Rojo (conocido por todos gracias a su más reciente colaboración en las extensas giras de "El Último Hombre en la Tierra" e "Irrepetible" junto a Coque Malla), justo cuando afrontaban la suave y melancólica "Déjalo ir". Los vientos, que en los discos de Depedro se visten de muchos colores pero con un claro predominio de los saxos, eran asumidos aquí en todo su esplendor por la trompeta de Martin Wenk, viéndose forzado a modificar algunos de los arreglos originales, pero que le otorgaban de esta manera más libertad, además de un color más cercano al jazz, como ocurrió en "Te sigo soñando" o en el suave bolero que es "Don’t leave me now", ambos con el trompetista como protagonista indiscutible.
Reforzando la idea de celebración, Jairo Zavala se atrevió a afrontar una canción en forma de sorpresa y homenaje como fue "Fiesta", una de las canciones más redondas de Serrat, que todo el público se animó a cantar como un himno y que se convirtió sin lugar a dudas en uno de los momentos con más magia de la noche, como también lo fue el que le siguió, manteniendo ese espíritu festivo con la interpretación de "El Pescador" con toda la banda recorriendo el patio de butacas y consiguiendo levantar a todos de las mismas para apenas sentarse en contadas ocasiones hasta el final del show.
"La danza de los desposeídos" cambió de vestido con una ralentización de su estribillo que la hizo más especial si cabe, consiguiendo que "Antes de que anochezca" fuera una explosión de sentimientos facilitada con los aires improvisados en el solo de guitarra que se marcó el propio Jairo Zavala en el tramo final. "Diciembr" siguió con las revoluciones más bajas y emocionó con su toque cálido y con el aporte vocal de Héctor Rojo, que se acercó bastante al tono que confiere Pucho de Vetusta Morla en su versión original. Algunos fallos de coordinación fueron solventados con absoluta naturalidad y buen gusto, como también ocurrió con "Flores y Tamales", donde los arreglos de trompeta fueron de nuevo lo más destacado.
La recta final se intuía y la alegría generalizada no decaía. Así enlazaron, con todo el mundo de pie y coreando, "Hombre bueno", "Panamericana" y su particular versión del clásico mexicano "Llorona", con un derroche vocal de altura por parte de nuestro maestro de ceremonias, que supuso el punto y final mientras la banda abandonaba poco a poco el escenario y el público, ávido de mucho más, no dejaba de cantar. Así, el paso a los bises llegó casi sin descaso, aunque la banda aprovechó su regreso para mostrar su vena más intimista después de unas últimas canciones que habían sido un auténtico derroche de energía. "La casa de sal" arrancó con una armónica envolvente a cargo de Mantin Wenk (absolutamente imprescindible en el concierto) a la que se fue sumando el resto del grupo sin cambiar el tono íntimo generado, que se mantuvo con una renovada "Miedo", totalmente sobrecogedora con unos juegos vocales por parte de Jairo que la hacían más grande si cabe que en el disco. Es curioso que un músico que se desenvuelve como pez en el agua entre ritmos latinos y festivos logre su mayor cota de maestría con estos temas más recogidos, convirtiéndolos así en lo más destacable de la noche. Pero sin olvidarse de que el público seguía esperando más baile y festejo llegó "Vidas autónomas", una de sus últimas composiciones totalmente entroncada con su cancionero más clásico, y el desmadre de "Comanche", que puso el broche a un concierto que sorprendió por puesta en escena, espontaneidad, calidad en las formas, momentos que rozaron el calificativo de legendarios, sentidos homenajes y muchas ganas de celebrar, no sólo estos diez años de Depedro, sino por encima de todo festejar la vida, que nos sigue regalando momentos únicos como un concierto de esta magnífica banda. Finalmente, como indica el título de su más reciente disco, todo salió bien y nos dejó el mejor sabor de boca posible acercando los ecos de la ruta panamericana a orillas del río Ebro.