Por: Blanca Solà
Canciones que podrían sonar en verbenas. En un viernes. En el tren. No sabes si llorar de felicidad o no parar de bailar hasta caer. La alegría recorre. Y corre. Después de cuatro años de su último álbum "No no no" (2015), el viaje vuelve a empezar. Zach Condon, vocalista y fundador de la banda, empezó a tocar las primeras canciones del nuevo álbum "Gallipoli" (2019) con su viejo teclado Farfisa a finales de 2016. Y sus melodías insólitas envuelven el cuerpo, con sus notas al viento, con sus graves vocales, con su ritmo constante y con la rueda infinita de su belleza musical llevada hasta el límite. Nick Petree y Paul Collins, batería y bajo de la banda, estuvieron presentes, des de los inicios de la concepción del disco, consiguiendo que cada nota rompiera de emoción. Notas desafinadas, zumbidos en los amplis o cualquier error en el equipo de sonido se guardaba como un tesoro para que el disco consiguiera su máxima esencia.
Nueva York, Puglia (Italia) y Berlín fueron las escogidas para las distintas grabaciones del disco a causa de los acontecimientos personales que Zach fue viviendo durante los años de creación. Los vientos, Ben Lanz y Kile Reznick, trombón y trompeta, se añadieron al final consiguiendo una sesión de grabación de una belleza y autenticidad inmensurable. Resurgen y surgen en la canción que da título al álbum "Gallipoli", de tal manera que es involuntario enamorarse de ellos. Ben y Kile también se lucen en "When I die" persiguiendo los giros vocales de Zach.
Y de Zach, qué decir. Sigue siendo especial. Su voz. Sus letras. Su silencio. Es de aquellas voces que escuchadas un solo segundo sientes y reconoces. Es increíble cómo, la banda, conserva su esencia e identidad después de cuatro años, cosa de admirar en los tiempos que vuelan.
"Varieties of Exile" es maravilla. Música popular y tradicional que recuerda aquel verano, cuando éramos pequeños. De bañador, amigos y juegos.
Canciones que transportan, sin estar, a momentos, a bonita nostalgia. Con ukelele clavado en el corazón. "Light in the Atoll" es viento de metal con personalidad. Es un piano que solo pasa desapercibido si realmente no quieres deleitarte con él. Es la batería que acompaña a un ritmo prudente. Es la voz que in crescendo se luce. "We never live here" podría ser la vida de Zach. El estar y no estar, el ir de un lado a otro, el dividirse. El no estar. Pero en este tema está más presente que nunca acompañado de vientos y con una melodía frágil, pero fuerte. La última canción del álbum, "Fin", cierra brevemente un nuevo capítulo, un gran viaje.
Y esperemos que siempre de retorno ya que música tan personal y experimental como solo ellos crean tiene que revivir para siempre.
Además, este año tendremos la oportunidad de escucharlos el 5 de julio en el Vida Festival, que se celebra, como cada año, el primer fin de semana de julio en Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Así que, amantes del indie folk, ¿a qué esperáis para viajar al mejor viaje especial?