Sala Changó, Madrid. Sábado, 23 de Marzo de 2019
Texto y fotografías: Jesús Elorriaga
Cuarenta años después de empezar a ensayar en el barrio madrileño de Prosperidad, aquel grupo cuyo nombre estaba inspirado en una ópera futurista de Francesco Balilla Pratella ("L'aviatore Dro"), celebraron su aniversario en la sala Changó repleta de un público que abarcaba varias generaciones pero a las que les unía las mismas ganas de experimentar un merecido homenaje a una banda pionera en nuestro país no sólo de un estilo (tecno pop) sino también de una estética y una actitud rompedora en los albores de la llamada "movida madrileña".
El concierto fue una fiesta de cumpleaños en donde no escatimaron las ganas de agradar y de sumergirse en un viaje temporal hacia paisajes sonoros de todos estos periodos de carrera. En el escenario se juntaban una colección de sintetizadores, cajas de ritmos y vocoders de varias épocas, incluso recuperaron instrumentos originales con los que empezaron hace cuatro décadas. Por eso cuando salieron al escenario con sus máscaras, enfundados con sus monos de polipropileno blanco, y comenzaron a tocar "La chica de plexiglás" fue como si nos trasladáramos a otra época, con el público cantando entusiasmado la letra del primero éxito de la banda que suena igual de kitch y futurista que en 1979. Después se sucedieron una larga lista de sus canciones más recordadas, algunas manteniendo el estilo original ("Programa en espiral") y otras dándoles una vuelta hacia sonidos más actuales, como sucedió con "Laser", cara B de aquel primer single, "Rosemary" o "Nuclear sí", uno de sus más aclamados himnos que fue mutando y estirándose durante su ejecución, acompañado de imágenes de actuaciones en televisión, siempre bajo la batuta de un Servando Carballar entregadísimo hasta el último estertor del directo y flanqueado por Marta Cervera, Ismael Contreras y Mario Gil en las máquinas y Alejandro Sacristán animando desde su rol en la "estética informativa".
Brillaron con su característica manera de reinterpretar el tecno pop, acercándose en algunos momentos a lo industrial y en otros a la música más bailable, especialmente con clásicos como "La ciudad en movimiento", una de las canciones que más conectaron con el público, "Vortex", "La televisión es nutritiva" y "Antimateria", en el que repartieron brebajes y pequeños botes de apariencia radiactiva a la audiencia más cercana. Entre medias hubo homenajes y colaboraciones varias de amigos de la banda y algún cameo de obreros especializados como Nexus en "Radiante". Entre las colaboraciones/homenajes estuvieron las de Paraíso, con el propio Mario Gil a los teclados y coros en una versión actualizada de "La estrella de la radio" (de YouTube, en este caso), Juan Alonso, de La monja enana y Belén Chanes, de L-Kan, se subieron al escenario a cantar "Corazón de batidora", con Julián Hernández, de Siniestro Total, interpretaron "Brigada de demolición" y, sobre todo, se marcaron una versión antológica del "Unidos" de Parálisis Permanente con la ayuda, cómo no, de la divina, oscura y poderosa Ana Curra a las voces.
Durante casi dos horas repasaron canciones que forman parte de la historia del pop español, en especial "Selector de frecuencias", con la que parecía que iban a cerrar la velada. Nada más lejos de la realidad: Nos regalaron cinco temas más entre los que destacaron "Nacer para morir" y uno de los últimos éxitos de la banda "Yo, Cyborg", aparte de un único bis final bizarro, genuinamente pop y fantástico, "El retorno de Godzilla", donde repartieron octavillas, banderas y hasta salió al escenario un "cosplay" muy sui generis del atómico monstruo japonés. Aviador Dro demostraron que a sus cuarenta años siguen conservando la misma frescura de sus inicios y reivindicaron una vez más, sin ningún ápice de nostalgia, una identidad que les ha hecho llegar hasta ese futuro que tanto imaginaban en sus primeras letras y que parece que todavía sigue detrás de su legado.