Sala Ambigú Axerquia, Córdoba. Sábado, 2 de febrero del 2019
Texto y fotografía: J.J. Caballero
Ser los reyes del garage rock en un país en el que a menudo se ignoran demasiadas cosas relativas a la música y cultura en general no parece importarles un comino. Asalvajarse y asalvajar a la audiencia en cada concierto durante más de treinta años tampoco parece ser algo a lo que le den demasiada importancia los miembros de Sex Museum, músicos avezados y comprometidos con la causa del "toca desafinado y acertarás siempre" que presentaron íntegramente en Córdoba, en una repleta sala Ambigú Axerquía, las nuevas canciones que forman el radiante "Musseexum" –un inserto desintegrado del propio nombre de la banda en un solo término- ante una expectación justificada de sobra.
Hay gente que aún no es capaz de calibrar la valía de una propuesta que conjuga terminaciones psicodélicas, punk de base y enajenación instrumental puramente sixty. Adelantan algo de esto en la intro de un concierto que empieza ensamblando los bizcochos más tiernos salidos del horno, como "Dopamina", a la que suceden "Breaking the robot", "Plumed serpent" y "Two sisters". La pegada de la sección rítmica, con Roberto ‘Loza’ Lozano a la batería y el siempre eficaz Javi Vacas al bajo, se llena de distorsión con la guitarra de un histórico del rock de Malasaña como Fernando Pardo, al que secunda perfectamente la voz más genuina con el paso de los años de su hermano Miguel, transformado definitivamente en un frontman brutal y embrutecido. A eso impulsan, al puro placer de dejarse embrutecer por sus pequeños y tremendos himnos, la metralleta de "Soldier doll", "Microdosis", "Red ones", "Lucky man", "Shine" o "Walkin’ grave", al calor también de los teclados de la imprescindible Marta Ruiz.
Sex Museum siguen sonando en pleno siglo XXI igual de grasientos que siempre, sin sorprender ya a nadie pero teniendo muy claros cuáles son sus presupuestos y objetivos. Versionando a su manera a Parálisis Permanente en “"Unidos" y reflejando sus evidentes influencias entre algunos de los momentos más granados de su legendaria carrera, variando mínimamente matices en "First time", "We can move", "Wassa massa" y volviendo sobre los pasos iniciales en las recientes "Break out", "Horizons" y "Riots". No les hace falta aderezo alguno, siempre han sido sinceros y parece que, afortunadamente, así seguirán siendo. Desde aquellos inicios de los noventa en los que gritaban "You" aún conservan todo el ímpetu y lo demuestran tocando de nuevo la imprescindible "Flyin’ high". Los clásicos son los clásicos.
Como si no se hubieran movido de la casilla de salida y supieran que nunca llegarán al final de la partida porque lo que les (y nos) motiva es seguir jugando hasta que el cuerpo aguante, Sex Museum insisten en demostrarnos que lo importante es precisamente eso, participar y hacer partícipe a un buen número de incombustibles individuos como ellos. Es altamente reconfortante saber que estos tipos siguen ahí y que no tienen ninguna intención de marcharse.