Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, Sábado, 2 de febrero del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
No se puede ser imparcial con Love of Lesbian. Sinceramente tampoco lo pretendo, porque lo que presencié el sábado en la sala Mozart del auditorio zaragozano fue para mí mucho más que un concierto. Un auténtica explosión emocional que por un espacio de dos horas y media me llevó desde la intimidad del salón de estar a la estrecha comunión con los casi dos mil afortunados que lo presenciamos. Love of Lesbian venían a ofrecer un espectáculo íntimo (con una puesta en escena diseñada con Guillem Albá) basado en sus canciones más introspectivas y teatrales, dejando atrás éxitos esperados, como advirtió Santi Balmes desde el comienzo. Pero precisamente eso permitió que la magia surtiera mayor efecto entre el anfiteatro y la platea, a la que se le exigió un punto más de atención para recalar en unas letras aderezadas con cierto misticismo, pero también cargadas de realidad.
Es imposible que el espectáculo de "Espejos y Espejismos" te deje indiferente y es increíble lo que se puede llegar a hacer con unas cajas de cartón, algunos hinchables y varios títeres. Lo onírico salta a la palestra, te mece y te golpea, pero ante todo te hace sentir único durante esas intensas dos horas y media, donde hay mucho tiempo para degustar con calma, pero que apenas te das cuenta de que pasa y la magia se acaba. Mientras eso ocurre, durante ese tiempo de comunión, dejamos de lado nuestros miedos y tropiezos diarios y paseamos por un escenario de ensueño que reproduce partes de nuestra propia vida, como si las vivencias del grupo hechas canción fueran realmente los relatos de nuestra propia existencia. De esa manera es muy difícil no conectar, desde el comienzo frágil con el propio Balmes cantando sentado con actitud recogida, como si estuviera en el calor del hogar, hasta el "reencuentro inesperado en noche azul" con el que cierran haciendo referencia al poder de los sueños sobre el que gira la selección de canciones de esta experiencia vital.
Necesitamos soñar, mirarnos en esos espejos en los que quizá queden reflejados espejismos donde también podemos refugiarnos, pero debemos de confiar y, como los seis músicos que se reúnen en torno a esas cajas de cartón que más tarde transformarán en su skyline particular, podemos volar y sentir que nuestra realidad es por momentos un sueño y nuestros sueños pueden hacerse realidad.
La velada abrió con "Nada", poniendo sobre la mesa que los barceloneses iban a recalar en un repertorio muy particular, renunciando a los lugares comunes. "Cuestiones de familia" destapó el baúl de las sorpresas presentándonos al primero de los títeres y artilugios que aderezarían las canciones a lo largo de la noche dando un sentido nuevo a las mismas. La realidad que nos azota se hizo presente en "Contraespionaje" y "En busca del Mago" nos condujo a uno de los momentos más cargados de magia de la velada, valga la redundancia, y asistimos de una forma muy gráfica a la asunción del final de nuestros días como un paso más, como una continuación de este dilatado camino, lleno de piedras y pequeños baches, pero asumiéndolas siempre con humildad, como ocurre con "Voy a romper las ventanas", una vuelta de tuerca a nuestro dolor, un punto y aparte donde asumir la verdad y convivir con ella. Así, lleno de metáforas y alegorías a nuestra propia existencia se presentaba cada una de las canciones de la noche. Si queríamos entrar en ellas se iban a hacer más que nunca un reflejo de nuestra propia experiencia, y yo, desde el minuto uno, permití que esas canciones no sólo me hablaran directamente a mí sino que fueran por un momento mías.
En acústico y de la mano de Julian Saldarriaga y Santi Balmes asistimos a un intento frustrado de petición de mano entre los asistentes, que debido a romper el guión previsto llevó a los músicos a encarar el tándem formado por "La niña imantada" y "Mi primera combustión" como un ritual sacro, donde, con la ironía que caracteriza al cantante, nos explicó cómo nacieron estas canciones fruto de una inspiración casi divina. Esos baches en el camino que ya he mencionado volvieron a aparecer en "Carta a todas tus catástrofes", y poco a poco fueron desgranado ese cancionero más escondido pero igualmente excitante de los "lesbianos" aderezado con sombras chinas, luces cegadoras y humo en suspensión con joyas como "Océanos de Sed", "Wio" o "Los días no vividos", con la que hicieron un brindis a todas esas experiencias que están por venir. Santi Balmes admitió que como escritor de canciones es capaz de disfrazar las experiencias cotidianas y transformarlas con cierto aura de misticismo que les imprime para ser canción y formar parte de la experiencia colectiva, y durante el concierto procuró transformar las mismas en anécdotas cercanas a los allí congregados, que hicimos de "La Noche eterna" una vía de escape o de "Planeador" un espacio abierto a la creación de un mundo dibujado desde el volante de un coche de cartón que presidió el escenario, y que bien podría haber sido ese coche imaginado de nuestra infancia con el que recorríamos infinidad de paisajes.
"La parábola del Tonto" creció como la jaula de plástico en la que se introdujo Balmes para interpretarla y "Los males pasajeros" nos invitó para que esa zozobra y esas dificultades en todo camino “se vayan, caigan, huyan y fluyan”. Flotamos y nos deslizamos con "Domingo Astromántico" antes de llegar al impás "desenchufado" donde fluyó la espontaneidad en el patio de butacas. En este contexto más relajado el propio Julián Saldarriaga increpó al respetable entre las risas y el descaro, no sin antes agradecer a la ciudad de Zaragoza todo el cariño que siempre ha mostrado por la banda, invitándonos a valorar la impagable labor de promoción por la cultura musical en esta ciudad, llena de salas acogedoras y compañeros músicos. Con el ambiente caldeado y como si de una gran reunión de amigos se tratase, se sucedieron las peticiones así como las demandas espontáneas de aquellos que querían ver u oír mejor esta parte del show, pero como dijeron los protagonistas "ésta era su parte sin micros", lo que no impidió que llevaran al público en volandas mientras interpretaron en mitad de la platea y con todas las luces encendidas una versión impagable de "Segundo asalto" donde todos intervenimos como coristas de excepción.
También hubo tiempo para celebraciones y el grupo al completo ayudado por los presentes quiso felicitar por su reciente cumpleaños a uno de los principales motores del conjunto, el productor y ahora también bajista de Love of Lesbian, Ricky Falkner. Parecía que sería complicado volver al intimismo que había impregnado el resto de la noche, pero Balmes volvió a captar toda nuestra atención anunciando que quedaba poco para terminar e invitándonos a pasear por el parque mientras veíamos crecer a la marioneta que le acompañaba de la mano en clara alusión al crecimiento de sus hijos en el tema "Un día en el Parque". Casi con lágrimas en los ojos, un grupo visiblemente emocionado encaró una de sus cumbres, la inconmensurable "El Poeta Halley", rindiendo un sentido tributo al propio Serrat y reclamando más comprensión y tolerancia en una sociedad, la nuestra, cada vez más cerrada y poco empática. Con este tema volvieron a invocar al poder de las palabras y a la magia de ese poeta que todos llevamos dentro, dejando que esta vez el poema final de la canción fuera recitado por Balmes en lugar de Serrat. Y el canto de cisne llegó, como no podía ser de otra forma, con una de sus canciones más oníricas abierta a la esperanza y a un mundo por descubrir. "Oniria e Insomnia" dejó un poso cargado de magia en el ambiente, esa con la que nos habíamos deleitado desde que comenzó el concierto dos decenas de canciones atrás.
Pocas pegas se le pueden poner a un espectáculo tan vivo y sorprendente como éste. Tal vez lo único que se les pueda echar en cara al grupo es cierta pose estática en la parte de atrás de la escena mientras se suceden los diferentes capítulos de la noche. Pero quizá éste es un espectáculo donde prima el poder visual y de la palabra por encima de la exquisita música que generan como banda Love of Lesbian. Aún así, la selección del repertorio invita a retomar canciones que serían descartadas en cualquiera de los festivales en los que son fijos los catalanes y nos anima a mirar con pausa un cancionero tremendamente rico y variopinto. Todo ello hace de este "Espejos y Espejismos" un espectáculo de los que nunca se olvidan, a los que tus recuerdos vuelven una y otra vez. Un concierto que, si estás dispuesto a ello, puede cambiarte la vida.