A la hora de celebrar los diez años de existencia de esta web, teníamos claro que queríamos celebrarlo, como mínimo, hablando con todos aquellos "agentes" del contexto musical que han sido especiales, de un modo u otro, en nuestro recorrido. Entre ellos, sin duda, también se encuentran compañeros de "profesión", y que inauguremos dicho colectivo con Carlos H. Vázquez no es una cuestión arbitraria sino consecuencia de una sincera admiración por su trabajo, marcado por la la profesionalidad y el respeto por el propio lector. Sus escritos se pueden leer en diversidad de medios, ya sea en Efe Eme, Popular 1, JotDown o en su más reciente proyecto Man on the Moon, por citar algunos. Desarrollado en el ámbito musical, su evolución le ha llamado también a adentrarse en otro tipo de terrenos, lo que todavía hace más interesante acercarnos a él para hablar con el bajo la franqueza y rotundidad que le caracteriza...
Igual que se pregunta si vinilo o CD, y en tu papel de profesional del gremio, ¿que virtudes, y lo contrario, encuentras en la prensa digital y en la escrita?
Igual que se pregunta si vinilo o CD, y en tu papel de profesional del gremio, ¿que virtudes, y lo contrario, encuentras en la prensa digital y en la escrita?
Carlos H. Vázquez: Creo que un factor importante de la prensa escrita es el romanticismo del papel, de lo físico (igual que sucedería con el vinilo frente al archivo digital). Pero, claro, en el papel hay un límite de espacio que, a priori, no existe en la prensa digital. A veces creo, en este sentido, que no tenemos término medio con esto: o volcamos todo el esfuerzo en el papel o nos ponemos a tope con la parte digital, sin que haya un equilibrio entre las dos cosas. En la versión digital de Jot Down hay artículos y entrevistas muy extensas que también puedes encontrar en la edición papel, como la entrevista a Andrés Calamaro. Otra cosa es el tema económico, la publicidad y los costes de producción. Recientemente hemos podido saber que se ha “roto” la relación entre Jot Down y El País. Creo que Jot Down no tiene publicidad, ergo no entra dinero de marcas (no obstante, en la web hay banners de museos y exposiciones). Desconozco la manera que tienen de mantenerse (económicamente hablando) y no puedo aportar más información al respecto. A pesar de todo, Jot Down ya ha conseguido hacer mucho: tener un nombre. Los suscriptores son su aval. En resumen: las virtudes de uno y otro formato pueden complementarse con sus respectivos defectos o contras. Otra cosa es que todavía no hayamos entendido que la cantidad no es igual a la calidad. O sea, que no me vale de nada que publiques un reportaje de 40.000 caracteres si lo que cuentas está vacío de contenido. Por eso es importante cuidar la base de todo, que es el rigor, el contenido de calidad y la pasión por escribir sin importar cuánta gente te vaya a leer. ¿Que ha quedado muy largo? Bueno, puedes seguir leyéndolo más tarde. Si te fijas, hay medios digitales que muestran el icono de un cronómetro –y una barra de tiempo- con los minutos aproximados que necesitas para leer la pieza en cuestión. La web del New York Times también es otro ejemplo de contenido extenso.
En los últimos años ha habido una enorme proliferación de todo tipo de webs, blogs, de temática musical, ¿la irrupción de tanta oferta es algo siempre positivo o tiene algunas desventajas esa posible saturación?
Carlos H. Vázquez: Que haya variedad y se abran las puertas de la comunicación siempre es bueno, pero también es cierto –como hablábamos antes- que mucha cantidad no siempre es igual a calidad. La irrupción de tanta oferta ha contribuido a que se abaraten los costes de las publicaciones para que cualquiera pueda abrirse una cuenta en Blogger o Wordpress y empezar a contar qué le parece éste u otro disco que ha escuchado recientemente. ¿Qué sucede? Que hay quien se piensa que por tener un blog ya le van a enviar discos a casa o que le van a acreditar en el Primavera Sound. Un blog es barato, sobre todo al principio. También se ha desdibujado la figura del prescriptor. Antes de la aparición de los blogs y demás, la gente acudía a revistas especializadas –como Popular 1, Ruta 66, Rockdelux o Efe Eme (en su edición de papel)- para leer las reseñas de los últimos discos y hacerse una idea de lo que había antes de comprarse el elepé. Ahora no, porque te encuentras con opiniones muy dispares sobre un mismo disco y puedes ir a Spotify para escucharlo sin necesidad de comprártelo. Puede haber saturación, desde luego, y de hecho la hay (el mejor ejemplo es ‘El mal querer’ de Rosalía, un disco sobresaliente que nos han vendido hasta la saciedad). Un disco, si es bueno, se vende solo, pero la industria no vive de los gustos subjetivos.
Y en ese mundo donde la manera de escuchar música es mucho más atomizada y el disco ha desaparecido casi como concepto, ¿qué papel crees que debe de jugar el periodista/crítico musical en la actualidad?
Carlos H. Vázquez: Sinceramente, no lo sé. Esto no significa que en la actualidad el periodista o crítico musical tenga menos importancia (lo que Fernando Navarro publica en El País va a misa), pero sí es cierto que su figura no está tan presente en los medios generalistas como hace veinte años, tanto en papel como en digital. Por supervivencia, el periodista o crítico musical, en general, tiene que diversificar su temática y abrirse a otros campos para poder subsistir, tanto en lo económico como en lo literario.
Dada esa evidente falta de relevo generacional en el interés por la prensa musical, ¿crees que se trata de una cuestión cultural por parte del lector o existe un desapego de la prensa por los intereses más populares?
Carlos H. Vázquez: Yo creo que es un poco las dos cosas. Se lee poco y cada vez menos, y encima nos quedamos con el titular y no con el cuerpo del contenido. No me atrevería a decir que en España se lee poco, pero es una realidad (hace nada, el ministro de Cultura y Deportes, José Guirao, dijo que “es un problema muy grave que haya un 32,8 % de lectores que nunca lee”). Además, cada vez, la comprensión lectora es peor, se cierran librerías (por la aparición de la compra on-line en Amazon, etcétera), los títulos que salen a la venta son de éxito rápido o efímero y no se suele cuidar al lector que no compra tanto (porque no puede o no quiere). Ya no hay lectores, sino fans. A mi parecer, la industria del libro está repitiendo más o menos los mismos errores que la industria discográfica. Se trata de una cuestión cultural. Por último, y para no dejarme el tema del desapego de la prensa por los intereses más populares, creo que también se ha marginado mucho a las páginas de cultura en los medios generalistas, tratando estos temas como algo menor.
¿Y cuál es tu percepción respecto al espacio, y al contenido, que se le otorga a la cuestión musical en esos medios generalistas?
Carlos H. Vázquez: Parece que está teniendo más importancia, pero creo que sigue siendo un poco insuficiente. Si no es un evento gigante, como puede ser un festi o la visita de los Stones al país, puede pasar desapercibida una gira de teatros pequeña pero con el derecho a aparecer en las páginas de cultura, en los informativos... Pero bueno, para eso hay otros canales. Tú decides cuál escoger y cómo informarte.
¿Dónde situarías tus primeros recuerdos en los que pensabas que te gustaría ser quien firmara tal o cual artículo?
Carlos H. Vázquez: Entiendo que te refieres a mi trabajo. Cuando empecé a escribir en Orpheo, el fanzine de Carlos Molina, lo hice porque me gustaba hacer entrevistas de temática musical. Después pensaba que sería genial hacer lo mismo en Efe Eme o en Esquire. Las cosas, después de todo, llegan solas si le pones empeño y te sacrificas, porque aquí, salvo que tengas padrino, no valen las intenciones, sino el esfuerzo. Escribir es duro de por sí, porque requiere de tu tiempo casi a jornada completa, pero te reporta satisfacciones increíbles cuando las cosas salen bien.
Y dentro de esa ya larga carrera en diferentes medios, ¿cuál es el momento, el comentario o la situación, que con más cariño y/o emoción recuerdas?
Carlos H. Vázquez: Hace muy poco, con la publicación del reportaje en Jot Down sobre los veinte años de ‘El milagro de P. Tinto’, recibí un bonito y esperanzador e-mail de Javier Fesser (director de la película) felicitándome por la publicación. Ya está, no necesito más; he llegado a donde yo quería llegar.
¿Y el momento o situación que siempre has soñado que te gustaría que se produjese?
Carlos H. Vázquez: Soy de los que piensan que si cuento algo ya no se va a cumplir, pero te diré que ese momento soñado tiene que ver con Bob Dylan. De hecho, tengo las preguntas preparadas para cuando toque entrevistarlo. No sé si eso sucederá, (lo dudo, al menos conmigo), pero quiero estar listo por si se alinean los astros.
Si se puede contar, ¿cuál ha sido ese personaje (del ámbito musical) con el que te has topado que sin esperarlo te haya sorprendido gratamente y por qué?
Carlos H. Vázquez: Till Lindemann (Rammstein). Lo estaba entrevistando en una terraza de la plaza de Santa Ana justo cuando el señor que toca el saxofón se acercó a las mesas a tocar. Claro, no había manera de oírse. Estuvimos haciéndolo así durante un rato hasta que el bueno de Till me dijo que parase la entrevista. Llamó al tipo del saxo, pero no se acercaba (Till Lindemann ronda los dos metros y pesa cerca de noventa kilos). Yo creía que lo iba a matar. Volvió a llamarlo, pero el otro se iba alejando disimuladamente tocando su instrumento. Till se levantó. “Ya está, lo mata”, pensé. Le vuelve a llamar. Nada. Till decide echar a andar hacia él y acabó enganchándolo del hombro. Al hombre del saxofón no le quedó más remedio que atender al gigante alemán, que además esa mañana iba de negro. Echó mano del bolsillo mientras le hablaba amablemente y le entregó varias monedas (no alcancé a verlas bien). “Está haciendo su trabajo y hay que pagarle por ello, aunque no nos guste”, me dijo Till Lindemann para continuar con la charla. El del saxo se fue en silencio, no volvió a aparecer a lo largo de la entrevista. No sé si regresó al lugar el resto del día.
Otro aspecto consustancial, por la propia esencia del aspecto musical, es el factor social, las amistades… ¿crees que a veces en la forma de realizar la tarea informativa se impone demasiado ese aspecto frente a una mirada más profesional, más objetiva?
Carlos H. Vázquez: Está claro. Uno de los motivos por los que la crítica se ha banalizado han sido las reseñas amables de los discos para no molestar al músico o a la disquera, pues temes que te cierren el grifo y dejen de invitarte a conciertos, mandarte discos a casa o tener un trato preferencial a la hora de concederte entrevistas. Y eso es debido a que cualquier persona -como he comentado antes- puede autoproclamarse crítico musical con solo abrir un blog. Y de hecho diría que no es culpa ni de la gente, porque antes de los blogs estaban los fanzines y otras publicaciones más minoritarias o “caseras”. En internet nos comunicamos al instante y con un tuit ya puedo decir, por ejemplo, que el último de Springsteen es aburrido o que Paul McCartney lo ha bordado con un nuevo disco. No deja de ser una crítica (otra cosa es la importancia que se le dé). Pero volviendo al tema principal, creo que sí se impone esa condición a la hora de realizar la tarea informativa. El mamoneo es constante, ¿pero dónde no lo es? Que cada uno lo haga lo mejor y más sincero que pueda (la crítica, no el mamoneo).
No trabajas solo en el ámbito musical, también realizas entrevistas a gente relacionada con el mundo del cine, actualidad, política.., ¿qué diferencias sustanciales has percibido en la manera de trabajar entre el entorno musical y el resto?
Carlos H. Vázquez: El trato es un poco diferente, pero tienen muchas similitudes. La forma de las entrevistas sigue siendo la misma (una conversación), sólo que cambia la temática. Las agencias, representantes, comerciales y demás me parecen más “profesionales” en comparación con el funcionamiento que tiene en la música (es una percepción mía). Quizá conozca más el entorno musical que el del cine, por ejemplo, donde puedes entrevistar a Juliette Binoche en la suite del Hotel de las Letras o a Ernesto Sevilla en un cuarto que sirve de almacén en unas oficinas. Eso mismo te puede pasar también en la música o en el mundo editorial, así que prácticamente son lo mismo. Yo creo que la diferencia sustancial está en que son nombres, rostros y entornos diferentes. Recomiendo ver a Paquita Salas. Es una parodia genial.
Hoy en día, todos sabemos, creo, qué tipo de artículos son los más leídos o los que tienen más repercusión, ¿de qué manera lidias con esa corriente que propugna por encima de cualquier otra consideración la polémica, el ruido en redes; la imposición del clickbait, en definitiva?
Carlos H. Vázquez: Sobre esto, tengo que citar el artículo que publicó Rafa Cervera hace varios días: “Hubo un tiempo en que el efecto que tenía mi trabajo era una especie de misterio. Las ocasiones en las que hice radio me dieron la oportunidad de hablar y conocer a algunos oyentes. Obtenía algo de eso que llaman feedback y que a mí siempre me suena raro porque no es un término que asocie con las relaciones personales sino con el ruido”. Creo que esto responde a tu pregunta. En lo que a mí respecta, te diré que llevo un poco mal el ruido y los ofendidos. Cualquier cosa levanta polémica y esto es aprovechado por algunos medios que se dedican a fomentar el hype con titulares tipo “no te vas a creer lo que sucedió a continuación”. Si es bueno, un texto no necesita venderse. Cervera dice en esa misma opinión que acabado de citar que él no escribe para molar a nadie, y tiene razón. Hay que leerle a él, a Álvaro Corazón Rural, Fernando Navarro, Karina Sainz Borgo, Juan Soto Ivars, Víctor Lenore, María Mercromina, Manu Jabois, Borja Terán... Pueden gustar o ser odiados, pero son opiniones muy interesantes (por diferentes) y te mantienen alejado del clickbait durante un rato. No necesitan molar a nadie.