“Hay que evitar amplificar la mediocridad y la ignorancia”
Por: Sergio Iglesias
"¿Hay alguien en casa?" es el último disco de Mucho o, lo que es lo mismo, de Martí Perarnau, que se ha quedado solo al frente del proyecto. En este nuevo trabajo, el músico catalán da rienda suelta a su gusto por la música electrónica, demostrando una importante apertura de mente, sin olvidar su faceta más contestataria en letras en las que se refleja su malestar con esta sociedad, pero dejando un resquicio para la luz que le aportan sus amigos, quienes han sido claves para el resultado final de este sorprendente disco.
¿Cómo se produce la evolución de Mucho desde el rock hasta la electrónica?
Martí Perarnau: Este mundo de la música es una pelea continua. Supongo que esa evolución, vista desde fuera, puede dar la sensación de que tengo algún tipo de desorden psicológico (risas)… la verdad es que, para mí, ha sido todo muy natural y casi ni he notado la evolución en este viaje. El otro día alguien me puso una canción del primer disco y me quedé asustado porque parecía que el que cantaba era otra persona, pero supongo que eso es lo divertido, ya que si tuviera que repetir siempre lo mismo, quizá ya habría dejado de hacer música.
¿Ha sido duro quedarte solo en la banda o ha sido una oportunidad perfecta para tomar este nuevo camino?
Martí Perarnau: Todo es la búsqueda de uno mismo para encontrar tu forma de expresarte y de hacer música. En ese camino, el hecho de quedarme solo en el grupo ha sido la guinda del pastel y ya no tenía ninguna excusa para hacer lo que quisiera. Ya no tengo que hacer letras pensando en si les gustarán a mis compañeros de grupo, o si tengo que estar lanzando un mensaje más plural porque también les represento a ellos, sino que ya todo puede rondar un universo personal y hablar de mis cosas sin ningún tipo de tapujos. En cierta manera ha sido liberador, aunque confesaré que el proceso de hacer este disco no ha sido fácil, pero ese precipicio a la hora de hacer música es muy guay, porque se te abre un nuevo universo.
Recuerdo cuando el primer guitarrista, Fausto, se fue del grupo que, en aquel momento, lo sentí mucho… fue algo así como cuando te deja la novia. A pesar de todo, en ese momento yo ya estaba pensando en las nuevas oportunidades que se me presentaban y fue todo como un nuevo planteamiento vital muy ilusionante.
En este sentido, ahora ha sido un poco parecido; Miguel me mandó un mail diciendo que no se veía para seguir y, en el momento, fue un bajón pero, a la vez, pensé en que se me abrían un montón de posibilidades, ya que la parte del grave la podía manejar yo y ya no tenía por qué sonar setentero todo el rato, sino que podía sonar cualquier cosa. Así que no hay mal que por bien no venga y ha sido muy liberador y muy guay hacer este disco de esta manera.
¿Te has sentido más libre para poder llevar a cabo toda esa música con samplers y sintetizadores que ya avanzabas en “Pidiendo en las puertas del infierno”, pero que tal vez, en aquel disco no te atreviste a desarrollar del todo?
Martí Perarnau: Sí, digamos que en “Pidiendo…” lo descubrí un poco porque entonces ya hice todas las maquetas con el Ableton, pero usándolo como un grabador de cinta, un mero programa para plasmar mis ideas; además, usé sintes porque siempre los había tenido en mi vida, pero quería que cobraran protagonismo y eso me permitió descubrir el minimalismo y todas las posibilidades que te daba usar solo esos instrumentos. Sin embargo, en este disco, aparte de aprender a manejar bien el Ableton, el ordenador se ha convertido en un instrumento en sí mismo que me permite hacer música en cualquier momento. Eso ha sido la gloria porque me he visto haciendo música sin parar y con una excitación musical que creo que no vivía desde que empecé a tocar la guitarra, hasta el punto de que, si tenía que hacer cosas del día a día, ya estaba muy nervioso porque sólo quería estar en casa haciendo música con el portátil todo el tiempo… toda mi vida y las actividades cotidianas eran un impedimento que no me dejaba hacer música, ha sido un poco absurdo, pero es una sensación bonita que no había tenido en años.
En la versión digital de “¿Hay alguien en casa?” aparece una pista a la que has llamado “Continuous mix” para escuchar todo el disco a modo de sesión en una sola pista, ¿se puede entender este trabajo escuchándolo pista a pista por separado?
Martí Perarnau: Sí, claro. Mi intención era haber sacado solo este continuous mix, lo que pasa que me dijeron que era un suicidio comercial… y menos mal que tengo alrededor gente que me da ese tipo de consejos (risas). La verdad es que me he vuelto muy loco con el mundo del DJ, ya que mi yo adolescente los maltrataba porque, en aquella época, pensaba que no eran músicos de verdad; ahora he abierto los ojos y he visto que están haciendo cosas increíbles y que hacen que avance mucho la música. Mi intención era que el disco sonara como si lo estuviera pinchando un DJ, todo me lo imaginaba como la banda sonora de una noche en la ciudad, de alguien que está solo, que ha pasado una noche de mierda y que el fin de semana se va de discotecas… así que todo era como una especie de “Lost in translation” en el que hay un DJ poniendo la música. Quería que diera la sensación como de que este disco estaba grabado, pero sólo podías escucharlo en las sesiones de ese DJ.
Para llevar a cabo “¿Hay alguien en casa?” has contado con conocidos habituales como Ricky Falkner, Emilio Saiz, Xavi Molero, Santos, Fluren… qué importante es la familia en estos momentos de cambio ¿no?
Martí Perarnau: Así es. Tenemos una pequeña gran familia de amigos que tenemos la suerte de haber podido conocernos y hacer música juntos. De hecho, para sacar el disco he montado un pequeño sello que he llamado Kartoffel Kollektiv y que, en el fondo, era una manera de poner nombre a este colectivo de amigos que tenemos, que somos como ese “club de la patata” (kartoffel en alemán) porque todos tenemos esta filosofía de no descartar nada a la hora de hacer música, vamos al sentimiento más que al acto racional… a la patata más que a la cabeza. Pero sí que es cierto que con este disco, al verme solo haciendo la música, veía la necesidad de volver a hacerlo con mis productores de siempre. También quería que hubiera instrumentos tocados para no perder esa sensación como de banda y, por eso, llamé a la familia para juntarnos en el estudio y disfrutar haciendo música. Eso fue clave, porque todo ese ambiente de hermandad y nostalgia que tiene el disco nació allí, en el estudio. Si no hubiera hecho esto, el disco se habría quedado solo en la electrónica y no habría esa profundidad sónica sentimental que se produce por el hecho de estar tocando juntos esos días, así que tengo que agradecer muchísimo la entrega que tuvieron.
Ricky siempre me decía que éste tenía que ser el disco de la amistad y sí que estuve pensando hacer todas las letras sobre ese tema, pero no me vi capaz. En ese sentido, yo veo a Ricky como una especie de Jedi que nos dice las cosas que luego acabamos haciendo porque, al final, todo lo que me dijo se cumplió y, efectivamente, es el disco de la amistad. Siempre me dicen que soy muy reservado y que me guardo las cosas, así que hacer este disco ha sido un poco como mi manera de contar mi mandanga a mis amigos… Ha sido una grabación inolvidable, ya que todos cogieron las canciones como si fueran suyas… sin ellos habría sido un disco de mierda, pero gracias a mis amigos es un discazo. De hecho, creo que es el único disco mío que puedo seguir escuchando por los recuerdos que me trae de esa grabación.
De hecho, en “Nunca pegarías a un hombre con gafas” buscas muchas cosas pero lo único que encuentras es a tus amigos…
Martí Perarnau: Así es. Parece que estamos todo el día con la música y que no tenemos tiempo para nada, y por eso es una bendición tener a los amigos cerca; tanto móvil y tanta hostia pero, al final, cuando quedas con tus amigos para hablar de todo y tener esas noches eternas… esa es la verdadera salvación.
De hecho, en “Nunca pegarías a un hombre con gafas” buscas muchas cosas pero lo único que encuentras es a tus amigos…
Martí Perarnau: Así es. Parece que estamos todo el día con la música y que no tenemos tiempo para nada, y por eso es una bendición tener a los amigos cerca; tanto móvil y tanta hostia pero, al final, cuando quedas con tus amigos para hablar de todo y tener esas noches eternas… esa es la verdadera salvación.
Ese ambiente de camaradería y de exaltación de la amistad nos recuerda también a lo que se respiraba en el disco “Casa” de otro amigo como Iván Ferreiro, ¿ha tenido algo que ver?
Martí Perarnau: Iván es otro miembro de la familia y, al final, pasamos tanto tiempo juntos que es inevitable que se acaben filtrando cosas. De hecho, a la hora de poner el título al disco también me daba un poco de reparo por lo que podía recordar a ese “Casa” de Iván pero, al final, pensé que era hasta bonito, porque es un tío que me ha ayudado mucho y con el que he tocado en los bolos que Ricky no podía. Oírle hablar de cómo hace canciones y de las decisiones que ha tomado durante su carrera me ha ayudado mucho, porque siempre me ha insistido en que me mantuviera fuerte en el riesgo, haciendo lo que yo quisiera porque, como él dice, si me quedaba en la medianía no me iba a servir de nada.
Muestra de esa camaradería es que en el disco también os acordáis de Egon Soda, introduciendo un sampler de “La vida es una costra”, al igual que Ferrán Pontón se acordaba de ti (y de muchos otros) cuando te nombraba en “Corre hijo de puta corre”…
Martí Perarnau: Sí, Egon siempre están muy presentes en nuestros discos y de hecho, durante la grabación, cada día al terminar las sesiones y mientras nos tomábamos la copita, escuchábamos la discografía de Egon Soda… para Ricky era una chapa, porque tenía que escuchar sus propias canciones, ¡pero que se aguante! (risas).
En el disco anterior ya había una letra de Ferrán y en este toca Ricky el bajo, pero me hacía ilusión que estuvieran presentes los Egon y que la gente se diera cuenta y justo en esa canción vi que los acordes cuadraban y nos hacía gracia meter esa frase…
Estará contenta Amaia Montero con vosotros…
Martí Perarnau: (Risas) Sí, sí, creo que está encantada.
Estará contenta Amaia Montero con vosotros…
Martí Perarnau: (Risas) Sí, sí, creo que está encantada.
En cuanto a las letras, los textos se caracterizan por ser muy directas y, sobre todo, valientes. ¿Te has guardado algo o lo has sacado todo?
Martí Perarnau: La verdad es que no me he guardado nada. Yo escribí “Putochinomaricón” con toda la movida de Valtònyc y lo único que pensaba es que la única pelea que podemos hacer contra la censura es ir a muerte y no guardarse nada y así hemos ido: diciendo las cosas pero sin ser soez y manteniendo una cierta clase a la hora de hacerlo. Esto se lo cuento a todo el mundo pero, al hacer este disco, fue fundamental comprarme una máquina de escribir para hacer las letras, porque hay que darle tan fuerte a las teclas que parece que tuviera metralletas en los dedos y que las palabras tenían mucho poder a la hora de escribirlas.
Las letras salen mucho de la vomitona y no están muy pensadas ni me considero un poeta. Volviendo a Ferrán, cada vez que escucho sus letras veo que son muy poéticas y que detrás hay un acto artístico porque él sí que maneja la literatura a un nivel muy alto; en mi caso yo soy un señor que vomita cosas sobre el papel, pero no hay un gran pensamiento literario detrás de lo que digo. Tengo la sensación de que todo rima y de que, cuando escribo, es como si estuviera rapeando, como si estuviera en un video de rap y fuera un “negrata” de Detroit (risas), pero no hay mucho control en las letras.
Te voy a contar un secreto: ni por asomo pensé que yo iba a escuchar un disco de electrónica ni que me fuera a gustar tanto como me ha gustado este. ¿Crees que has conseguido un disco transversal apto para todos los públicos, más allá de los prejuicios de cada uno?
Martí Perarnau: Pues me alegro mucho de que te haya gustado, de verdad. En el fondo, siempre quise que hubiera una estructura de canción, pero utilizando los elementos de la electrónica… no es tanto la chapa electrónica, sino que, detrás, tenía que haber una canción pop de las de toda la vida y, por eso, puede gustar a gente a la que no le guste tanto la electrónica. Al final, yo creo que el envoltorio da un poco igual y que lo importante es lo que dice la canción. Por eso no puedo entender cuando me viene gente enfadada diciendo eso de “a mí me gustabas cuando usabas las guitarras”. En realidad, la música da igual… como si haces una canción preciosa con el sonido del mando a distancia; lo importante es lo que vives con esa canción y lo único importante es la emoción que te transmite.
Hace un tiempo, en un artículo publicado por Público, salían unas declaraciones tuyas en las que criticabas las “falsas realidades” de las redes sociales y lo difícil que resulta que la gente acuda a los conciertos. ¿Es jodido ver que en los conciertos que haces con Zahara las salas están llenas y en los de Mucho es más complicado?
Martí Perarnau: A mí no se me cae el corazón cuando veo los sold outs en los conciertos de Zahara… es más, para mí es una alegría; pero tampoco se me cae el corazón cuando viene menos gente a mis conciertos; lo que veo es que esa es la cruda realidad, pero no me quejo porque piense que es injusto que vaya más gente a los bolos de Zahara que a los míos, sino que me quejo de las cosas que algunos grupos hacen vendiendo cierto éxito que, en realidad, es falso para poder llegar a la gente. También veo que, muchas veces, la ambición prima sobre el arte y que algunos grupos ni siquiera escuchan música porque lo único que les importa es poder tocar en festivales y por eso detrás de algunos discos no hay una gran búsqueda artística, sino que todo es artificial.
¿Crees que es posible vivir de la música en España?
Martí Perarnau: Esa es la otra la pelea española ya que poder vivir de tu música aquí es casi una utopia. Quizá en otro país, con las cifras de oyentes que tengo, sí podría pagarme el alquiler de mi piso, cosa que ahora, con lo de Mucho, no puedo hacer ni por asomo. En la música hay una precariedad muy difícil de combatir; también estamos perdiendo las salas y es una pena porque ahí está la música de verdad y, sobre todo, la cantera. Por eso pienso en una persona de 18 años que quiera montar un grupo con sus amigos, desde la inocencia en que no buscas triunfar, sino tocar con tus colegas y veo que eso es imposible hoy en día; parece que, al final, la música va a quedar para las élites que se lo puedan permitir y eso es un drama. Veo un panorama muy oscuro que, por otro lado y como te comentaba antes, se alimenta por las redes sociales con una condescendencia excesiva del artista con su público… casi una esclavitud por intentar conseguir que vengan a verte; me da miedo ese servilismo porque, en realidad, el arte viene de uno mismo y, si yo hubiera visto a David Bowie decirme eso de “gracias por venir, sin vosotros no seríamos nadie…”, igual hasta me habría enfadado con él… o por ejemplo, veo a Paul McCartney haciendo cosas en Instagram que no entiendo, Paul, no tienes que demostrar nada, ni hacerme la pelota, a mí ya me gustas como eres, sólo quiero que seas tú mismo.
Pero bueno…Yo me tomo todo esto igual que me tomo la música: siendo personal y siendo yo mismo. Muchas veces me echan la bronca las chicas que me llevan la promo o mi manager, porque me dicen que debería cuidar un poco todos esos temas de las redes sociales; pero yo no estoy dispuesto a pasar por todo eso, yo ya acepto mi posible fracaso por no haber sido un gran comunicador en las redes, pero pongo mi felicidad por delante de todo eso porque me crea mucha angustia tener que estar pendiente de mis seguidores y todas esas cosas que veo que no me ayudan a escribir canciones. De hecho, cuando compuse el disco me salí de todo eso, prefiero estar conectado con el mundo, con mis amigos y mi familia y que venga menos gente a mis conciertos pero ser feliz y, si no se puede vivir de la música pues ya está… tampoco parece que tengamos un país donde la gente esté muy motivada por la cultura, algo que es culpa de todos y que se lleva haciendo mal tanto tiempo que no se puede cambiar ahora de la noche a la mañana… es lo que hay. Y no sé muy bien cuál es la solución, pero lo único que podemos hacer es valorar nuestro trabajo sabiendo que lo que hacemos es único, yendo a muerte y no dejando que nadie nos pase por encima. Yo, desde luego, no voy a cejar en el empeño de hacer las cosas como creo que hay que hacerlas y teniendo claro que el arte es lo primero… seguiremos siendo los románticos (risas).
Es curioso que todo esto suceda en una época en la que no paran de salir músicos estupendos…
Martí Perarnau: Tenemos una escena única que nunca habíamos tenido y, a la vez, todo es más precario… es la ironía de la vida pero, para mí, la música española está en un momento muy dulce y se hacen cosas increíbles, mira a Rosalía, que es una auténtica maravilla. Yo se lo decía una vez a una política a la que conocí en un concierto y me preguntaba qué se podía hacer por la música y yo le decía: “Tanto que os llenáis la boca con la marca España, tenéis una generación de artistas increíbles que podéis promocionar…”. Es que yo me pongo en la mente de uno de estos políticos, neoliberal, ultracapitalista, que sólo piensa en el dinero y veo que seguro que se puede ganar dinero promocionando estas nuevas bandas tan increíbles, haciendo “marca España” y “orgullo patriota de país”… ¡hostia, qué palabras más horribles! Pero es que es así, podían hacer algo de esto para dar una buena imagen del país. Ni siquiera hay ese apoyo y no lo puedo entender, porque sería una buena forma de promocionar el país más allá de los apartamentos en Benidorm, pero parece que seguimos anclados en que el turismo es la única manera de hacer marca del país, en fin…
Hablando de Rosalía, ¿qué piensas de otro de los grandes males españoles, como es la envidia y la crítica gratuita tan sencilla en estos tiempos gracias a las redes sociales?
Martí Perarnau: No puedo entender que alguien hable mal de Rosalía, que a mí me parece que ha hecho un discazo y que nunca se había hecho algo así en España. Yo creo que, a través de estas redes, estamos amplificando la charla de bar de gente desinformada; en ese sentido, yo cometí otro error a ojos de mis managers ya que, sin saber cómo, di a la opción de dejar de seguir a gente en mis dos cuentas y ahora tengo un twitter limpísimo en el que sólo veo las noticias de música electrónica y lo que me quieren decir Enrique Bunbury y Egon Soda. No me interesa lo que nadie tenga que decir y, si alguien quiere decir tonterías, que las diga… pero yo no quiero saber nada ni, por supuesto, amplificar la ignorancia. Es como lo de Vox, todo el mundo se llena la boca con esto, a la mediocridad y la ignorancia hay que evitar amplificarla porque, si no, llegará a más ignorantes y eso puede ser dramático. Tengo la esperanza de que, poco a poco, nos iremos desenganchando de todo esto y nos dejaremos de maravillar con estas tecnologías porque, si no, sí que llegaremos a un control absoluto del ser humano a través del móvil…
No sabes cuánto envidio tu ilusión…
Martí Perarnau: (Risas). Es que, si no hay esa pequeña esperanza, entraríamos en un pesimismo extremo en el que se me hace muy duro vivir pero, al final, es como ponerse un parchecito para poder seguir tirando hacia adelante aunque cada vez es más complicado porque cada día te dan un motivo para el pesimismo. Por desgracia, yo tampoco tengo la solución porque los ilusos no llegamos a ningún lado (risas). Igual esto peta por algún sitio y hay una nueva revolución, pero es complicado porque, con el capitalismo, han sido muy inteligentes y nos han quitado hasta las ganas de salir a la calle ya que tenemos un tablón de anuncios perfecto en el que podemos enfadarnos desde el sofá… así se han librado de los revolucionarios que ya no van a ir a decapitar a Robespierre cuando se puede decapitar a cualquiera desde Twitter, así que nos han quitado hasta esa posibilidad, son muy listos.
Para terminar, cuéntanos cómo vas a llevar “¿Hay alguien en casa?” al directo.
Martí Perarnau: Quiero que esto del DJ cobre vida en el concierto y que sean directos muy vivos y que cada día sean diferentes. Van a venir Emilio Saiz y Xavi Molero, seremos un trío, excepto en algún bolo al que se unirá Ricky. La idea es que ni ellos mismos sepan cómo va a ser el setlist, yo voy a ir con las máquinas y quiero que todo sea muy vivo; mi intención es que haya música desde que se abran las puertas, que sea como una rave y que, en un momento dado, esa rave se convierta en un concierto en el que toquemos nuestras canciones, que haya mucha improvisación y que no haya silencio en ningún momento, ni para aplaudir, como una sesión de DJ continuo. Hemos ensayado un par de días y es increíble porque Mole a la batería es capaz de hacer cualquier cosa y Emilio sabes que nunca va a repetir un arreglo… va a estar muy guapo.