Teatro Barceló, Madrid. Sábado, 23 de Febrero de 2019
Texto y fotografías: Jesús Elorriaga
Los conciertos de despedida de un artista, incluso de aquellos que posteriormente vuelven con otro "concierto de despedida pero esta vez sí, de verdad" suelen ser una espacio para la nostalgia y, más allá del discutible estado físico, creativo y económico del grupo o el solista de turno, se convierte en un homenaje a la trayectoria de personalidades venerables que han abrazado hace mucho tiempo el otoño de sus vidas y deciden darse el merecido descanso que por edad y reconocimiento se merecen. Pero también es cierto que poder retirarse a tiempo, estando todavía en primera línea, es un privilegio que muy pocos se pueden permitir.
Los componentes de Delorean están lejos todavía de la edad de jubilación pero han preferido poner un punto y aparte a diecinueve años de historia para centrarse en otros proyectos vitales y creativos. Las exigencias de la industria de grabar discos, hacer promos con sus respectivas giras interminables pueden acabar desgastando la frescura y creatividad que precisamente les ha permitido situarse como una de nuestras bandas con mayor reconocimiento internacional. Por eso es comprensible, aunque no por ello menos doloroso, que hayan decidido retirarse de los escenarios a tiempo y colgar los guantes mediante una pequeña gira de despedida por San Sebastián, Barcelona, Madrid, Bilbao y Palma de Mallorca.
El pasado 23 de febrero se celebró el concierto en la capital, programado primero en la Joy Eslava y posteriormente trasladado al Teatro Barceló, a pocos metros de la zona de Malasaña. A pesar de la relativa veteranía y los años en el camino de la banda, se congregaron un público muy diverso en edades, predominando en la pista millennials dispuestos a darlo todo en aquella fiesta junto a treintañeros y cuarentones de espíritu joven diseminados por el resto de la sala. Todos, eso sí, no dejaron de bailar en los puntos más álgidos de la velada y es que Delorean quiso despedirse de Madrid sin dejar una sola gota de melancolía en el ambiente con un repertorio donde abundaron sus canciones más animadas y bailables.
Para quienes esperaban un repaso por toda su trayectoria y por sus diferentes vidas musicales la cosa se quedó a medias, ya que se centraron sobre todo en los discos de su época más laureada ("Subiza", "Apar" y "Muzik"). En cambio, no hubo tiempo ni lugar adecuado para recordar temas de "Shilouettes", su primer disco del 2001, o incluso el aclamado "Delorean" (2004). Aquella banda que se internaba en el indie, mezclando el rock oscuro con la electrónica no encontró hueco en el concierto de despedida, como tampoco sonó ningún tema de su último trabajo, el experimental "Mikel Laboa" (2017), pequeña obra maestra que cerraba el recorrido de los guipuzcoanos cuyas cotas de mayor éxito se produjo a finales de la década pasada y les permitió hacerse un huequito en el mercado anglosajón y realizar giras por todo el planeta.
A la cita del sábado acudieron Igor Escudero a la batería, Guillermo Astrain a la guitarra, Ekhi Lopetegi al bajo y Unai Lazkano a los teclados. Se rumoreó con que pudiera participar Tomás Palomo, su guitarrista hasta 2008, y algún que otro cameo especial por ser el concierto que era pero no hubo sorpresas y se mantuvo el cuarteto de estos últimos diez años alternando, además, instrumentos más convencionales con numerosos sonidos de samplers, pads y synthes, acercándose así más a la versión electrónica popera que han estado practicando estos últimos años (Mikel Laboa aparte). Después de la actuación de los teloneros barceloneses EJ Marais, Delorean salieron arropados por un público que, al igual que ellos, prefirieron llevar la emotividad de ese momento por dentro y desplegar un ritmo constante que permitiera una comunión conjunta de energía positiva a ambos lados del escenario.
Se notaba que vinieron a disfrutar, más allá de los arranques espaciales de "Spirit" y que prolongaron con el acento ambiental de "Dominion" hasta que entraron de lleno en "Subiza" y llevaron sus sonidos al trance continuo con canciones como "Real love", "Warmer places" o "Stay close", sin descuidar otros temas más elegantes de "Muzik" como "Limbo". Los momentos más sobresalientes sucedieron con "Destitute time", donde se subieron al escenario unos cuantos espontáneos a bailar contagiados por el buen rollo que trasmitía la banda y, sobre todo, "Deli", en el que la gente enloqueció desde los primeros compases. El público del Teatro Barceló estaba en pleno éxtasis, como si estuvieran presenciando el resultado de un cruce entre Korallreven o de Animal Collective con Paul Oakenfold, así que llegados a este punto de la fiesta finiquitaron el bloque principal con el muy baleárico "Come wander" al que sumaron al final los samples pegadizos del "Ride on time" de Black Box.
La bandeja de los postres de los bises vino con "Grow" y dos clásicos: "As time breaks off" (lo más alejados que se fueron en su repertorio, al "Into the Pleateu" de 2006) y "Seasun" (del EP "Ayrton Senna"). Al final, Delorean dejaron muy altos los ánimos y las energías, y nos hicieron olvidar cualquier sentimiento negativo asociado a una despedida (nadie ha dicho que sea definitiva) mediante un continuo baile hasta el final del amor, que diría Leonard Cohen. Cómo no les vamos a querer.