Las Armas, Zaragoza. Viernes, 25 de enero del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
La visita de Zahara a Las Armas después de más de tres años nos ha traído una gran revelación: lo suyo pinta ser muy duradero. Su estilo se afianza como algo único en nuestro panorama estatal y su actitud es verdaderamente encomiable. Una artista que desde que pisó el suelo de la reconocida sala aragonesa demostró cuál era su sitio y atrapó con su magia a todos los asistentes, que habían agotado las entradas con varias semanas de antelación. Desde que sonó "Space Oddity", a modo de introducción, hasta el final con "Starman" (ambas de su admirado Bowie), la artista ubetense nos arrastró a un viaje cósmico que manejó al milímetro como comandante de la nave. Ella y sus cuatro excelentes acompañantes salieron ataviados con monos espaciales y dejaron bien claro que iban a convertir la sala zaragozana en un espacio que rodaría entre el pop más vitaminado y la emoción más sincera, entre el gancho pseudo cósmico y el intimismo confesional. Los cinco músicos sobre las tablas sabían que venían con el viento a su favor, pero no por eso iban a ser más tibios en sus intenciones. La noche se prometía larga, pero no iban a desaprovechar ni un minuto para reafirmar el momento de gloria que está viviendo su protagonista.
Zahara ha dejado definitivamente su candidez y los sonidos más acústicos para tornar a un espacio dominado por los sintetizadores y la electricidad que convierten cada una de sus canciones en un reconfortante lugar en el que podríamos quedarnos eternamente. Su magnífico disco "Astronauta" lo confirma y su recorrido nos asegura que lo suyo no es flor de un día. "Santa" le había aupado como un nuevo referente en la escena indie-pop, pero este último largo no hace más que consolidar su propuesta como personal e imperecedera.
Tras la melodía de la famosa serie de los noventa "Expediente X", arrancaron con "David Duchovny", que dio el pistoletazo de salida a dos horas cargadas de emociones encadenadas y pasión encarnada en canciones por momentos aceleradas y en otros casos delicadas y preciosistas. Su último disco "Astronauta" sería interpretado en su totalidad, cosa que agradecimos por la calidad del mismo, y lo iría alternando sabiamente con "Santa" y alguna que otra parada en "La Pareja Tóxica" y "La Fabulosa historia de…". Tras "Inmaculada decepción" y "El fango", todavía con carencias en el sonido que no dejaban intuir con claridad la por momentos delicada voz de Zahara, la artista nos dedicó unas palabras de agradecimiento por llenar la sala, con una emoción fuera de lo normal. "Multiverso" nos mostró el mimo que imprime a sus canciones en la parte instrumental, enlazando con la maravillosa "El universo", donde Manuel Cabezalí se lució ampliamente con una progresión final a las seis cuerdas de las que te sumergen y te llevan sin remisión donde los músicos desean.
Las revoluciones bajaron con "El frío", momento en el que se empezó a materializar el karaoke general que viviríamos en más de una ocasión durante el concierto. Manuel Cabezalí cantó en sustitución de Miguel Rivera de Maga el emocionante y personalísimo "Big Bang", que cobra otra dimensión cuando descubres que está inspirado directamente en la maternidad de la artista, y en "Hágase tu voluntad" y "Crash" no bajó la potencia marcada por la sección rítmica de Pablo Pérez al bajo y Carlos Sosa a la batería. El medio oeste americano hizo acto de presencia con "Camino a L.A." donde las guitarras se desataron en un final épico con los cinco músicos haciendo claramente palpable y extensible su disfrute, aunque quizá al que más vimos gozar en su posición frente a los teclados fue a Martí Perarnau como escudero de lujo en una noche en la que se encontraba pletórico también por estrenar su más que recomendable disco "¿Hay alguien en casa?", lanzado este mismo viernes. "Guerra y Paz" concedió el protagonismo que merecía Perarnau en las voces sustituyendo al "lesbiano" Santi Balmes que hace lo propio en el disco, y con "El Astronauta" cerraron una primera parte de la velada plagada de ciencia ficción y cierta calma interestelar.
La vuelta tras un pequeño descanso nos presentó a Zahara enfundada en una piel de serpiente galáctica y con ganas de transformar la sala en un café concierto con incontables dosis de intimidad. Tras una detallada introducción para explicar el sentido de "Adjunto foto del café verbena" se ganó al público definitivamente (si es que quedaba alguno todavía por enganchar) gracias a las alusiones sobre los sucesos acontecidos en tierras aragonesas que inspiraron el tema, y siguió con una minimalista "Olor a mandarinas", que se alejó del vigor más pop de su versión original con pequeños fallos perdonados incluidos, afrontados inteligentemente con mucho humor. El silencio inundó el espacio con la desgarradora verdad de "Con las ganas", con la que la propia artista dijo haberse reconciliado y que nos mostró una interpretación más que sentida con una Zahara plenamente emocionada, lo que hizo quebrar su voz de puro sentimiento en más de una ocasión.
Tras la vuelta de la banda, con cambio de vestuario incluido también para ellos (dejaron los monos espaciales por capas de purpurina roja), se desató el respetable con un final que prometía baile y serpentinas. La cosmicidad volvió a hacerse presente con "La gracia", marcada por unos teclados envolventes, seguida de "Bandera blanca”", que recordó a Eva Amaral en sus primeros años, el karaoke festivo de "Caída libre", la estremecedora y confesional "El diluvio universal", y la apoteosis final con "El deshielo", que mostró una respuesta sorprendente con todo el mundo cantando al unísono su coda que invita a salir del letargo, demostrando así la consagración de una artista que se rodea de un público cada vez más numeroso y sabedor de que su éxito es más que merecido. En Zahara se unen la canción de autor, el espíritu pop de los ochenta, que encarnaban entre otros los hermanos Cano, y el indie confesional de Iván Ferreiro. Su propuesta es única y muy atrayente, un caramelo difícil de dejar indiferente, que apuesta por una voz inconfundible y un vestido instrumental entre la elegancia y el descaro, sin que falten buenas dosis de revoluciones bailables y coros al unísono con el puño en alto.
Finalmente el concierto acabó con las reminiscencias al pop bailable italiano de "Senza un perché" y su inclasificable single "Hoy la bestia cena en casa", que nos hizo vibrar a todos con sus aires casi techno, siendo la más entregada la propia Zahara, que se enredó entre el público para bailar con ellos y despachar un tema redondo que cerró una noche con más ritmo del que en un primer momento esperábamos y que dejó claro el sitio que se ha ganado la ubetense, un sitio que difícilmente le será arrebatado por su autenticidad, esa que nos dejó sin palabras, lo que nos hizo olvidar algunos fallos técnicos nada habituales en Las Armas como el hecho de que la voz se perdiera en algunos momentos entre la maraña instrumental. No obstante todo se perdona en una noche llena de estrellas, ritmos cósmicos y un viaje astral que quedará grabado en nuestra retina.