Por: Albert Barrios
Todo un reto enfrentarse al papel en blanco con la esperanza de que el lector de tu crítica entienda lo que intentas transmitir y sobre todo, se crea tus argumentos y no los deseche por tópicos y redundantes.
Esta reflexión viene a cuento después de las numerosa escuchas de "Sewed With Light" de esos vascos, ya universales, que son The Soulbreaker Company. ¿Cómo trasladar al neófito, que no ha seguido los pasos de la banda desde el principio, la absoluta libertad sonora que siempre ha guiado sus pasos y cómo su alergia a permanecer en una cómoda zona de confort donde se podían haber instalado con el icónico "Ítaca" (2010)?
Este álbum (posiblemente el favorito de la mayoría de sus fieles seguidores) los situó en lo más alto a nivel de aceptación popular y crítica, una amalgama de hard rock y prog que muchos aceptaron como el tan esperado e insuperable Santo Grial. Cuatro años después editaron "Graceless", su obra más redonda, y en 2016 arriesgaron al máximo con el excitante e irregular "La Lucha". Pero nunca han mirado atrás, siempre han tensado la cuerda y se han desprendido de anacrónicos corsés en busca de un discurso propio que los acercara a un objetivo común; explorar en todos los sentidos para conseguir una sensación de plenitud.
Grabado en los estudios Louder de California con la producción de Tim Green, "Inner Dark" abre este nuevo disco con las guitarras en primer plano, a las que se van sumando el resto de los instrumentos, apreciándose claramente la importancia que han ido adquiriendo los teclados en la nueva propuesta de la banda. Es la canción más larga del disco, más de siete minutos, y hasta la mitad no aparece la característica voz de Jony, secundada por unos omnipresentes e henchidos coros. "I’m the Void" ejerce de breve continuación, y en "At the End of the Day" nos volvemos a encontrar con esos estribillos marca de la casa, un precioso interludio de piano y una sorpresiva voz de soprano femenina.
"Together" es otro engaño: lo que parece un outtake de Black Sabbath se va suavizando hasta la aparición de los teclados, donde muta drásticamente, con una voz de niño que nos recuerda que si en algún espejo se han mirado estos chicos, ha sido en los Pink Floyd más setenteros (¿quién puede olvidar los conciertos que dieron en 2015 tocando el "Animals" de cabo a rabo?). "The Word, The Blade" es de los temas más directos, menos complejos, mientras que "Persephone" es pura excitación: una intro a lo Vangelis, versos recitados, guitarras ochenteras (en el buen sentido de la palabra) y unos teclados que inundan todo el conjunto de groove.
Y después de la tempestad, llega la calma: "You guess but you don’t understand": sencillez y austeridad, una sugestiva canción acústica donde el piano, las slides y las voces femeninas pausan y relajan. "You Shook your Tail" tiene dos misiones: por una parte, volver a la tormenta de manera gradual, como un sencillo rock and roll, y por otra, rendir homenaje a la añorada Elyse Steinman, guitarra de Raging Slab. "Avoid the Crash" es un perfecto melting pot, con innumerables cambios estilísticos, que basculan entre el rock más directo al prog más elaborado, y una sección de coros y teclados digna de los mejores momentos de ese genio llamado Mike Oldfield. En "Arrhythmia" las guitarras vuelven a ganar protagonismo, y los estribillos son más reconocibles. "The Beginning" funciona como perfecta coda para un disco tan difícil de describir: comienza con una caja de ritmos, se añaden unos teclados, la voz, y de repente, todo queda sepultado por coros, más teclados, más guitarras, más…
Una sensación de amplitud, de búsqueda, de infinita libertad, de no ponerse límites; un salto al vacío controlado. "Sewed With Light" no sorprende, porque no sabemos nunca qué esperar de The Soulbreaker Company.