Las Armas, Zaragoza. Sábado, 19 de enero del 2019
Texto y fotografías: Javier Capapé
Reducir a una expresión el concierto de Rufus T. Firefly a su paso por Zaragoza podría complicarse debido a la variedad de sensaciones vividas en el particular viaje sideral que los congregados en Las Armas vivimos de la mano de los de Aranjuez. Rufus T. Firefly aterrizaban en Zaragoza en la recta final de su gira "Magnolia – Loto" para ofrecer un espectáculo cargado de emotividad bajo el filtro de la psicodelia y la energía positiva. Las alegrías que esta dupla de discos han dado al conjunto liderado por Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro son cuantiosas. En apenas dos años se han convertido en un grupo imprescindible, de los que no podemos pasar de largo, mimado por crítica y público, además de ser ejemplo de un trabajo consistente y sensato. Por eso en los primeros meses de este año recién estrenado se han decidido a recorrer el país ofreciendo una serie de conciertos de despedida de este proyecto antes de dar paso a una nueva reconversión del grupo. Ésta es por tanto una gira que podría poner fin al sonido de los setenta que les ha acompañado en sus discos "florales", confiando en que la inspiración vuelva a estar de su lado en sus siguientes pasos. Y es también una gira de agradecimiento a su público por todo lo recibido tras este magnífico viaje que iniciaron presentando "Magnolia" y que tuvo su continuación natural con "Loto".
El primer asalto vino de la mano del potente rock de Pasajero, donde destacó el bajo pesado de su líder Daniel Arias. Los madrileños que ejercieron de teloneros presentaron "Antídotos fugaces" junto a algún que otro éxito anterior como "Intocables" o "Parque de atracciones" y cedieron rápidamente el paso a los de Aranjuez. Sin embargo, el quinteto protagonista no iba a salir a escena tal y como estaba previsto ya que los problemas técnicos retrasaron el concierto tras una primera salida fallida y dejaron al respetable algo frío mientras se intentaba poner solución más pronto que tarde al tropiezo inicial. Si no llega a ser por el retraso provocado por estos problemas técnicos la noche hubiera resultado perfecta, aunque con el arranque de "Tsukamori" casi entrada la medianoche olvidamos lo ocurrido y nos rendimos al poder seductor de las melodías lisérgicas del combo de Víctor Cabezuelo.
El setlist de Rufus T. Firefly se centró, como era previsto, en sus dos últimos discos y así fueron mezclando de forma más o menos compensada temas de "Magnolia" y "Loto" como si de un único combinado mágico se tratara, presentando ambos discos como una defensa del arte, la naturaleza y el amor. Emocionado por el recibimiento y agradecido por todo lo que les ha ocurrido en este tiempo, Cabezuelo olvidó su incómodo lapsus inicial y nos invitó a probar el polen de sus preciosistas obras dejando caer sin solución de continuidad maravillas hechas canción como "Halcón Milenario", "Demogorgon", "Cisne negro" o "Espectro".
Llegados a este punto, y en alusión a la letra de esta última canción, deseé "quedarme en este sueño para siempre" porque sentía que estas canciones en directo se introducen en tu subconsciente y te sumergen en un placentero sueño del que desearías no salir. Este es el mejor ejemplo de cómo crear ambientes gracias al poder de la música, demostrado ampliamente por este fantástico quinteto. "Última noche en la Tierra" fue presentada como la primera canción que escribieron de esta reciente colección, a la cual le tienen un cariño muy especial por motivos obvios. Y como era de esperar, con ella entramos en éxtasis, que se prolongó con las secuencias hindúes de "Cristal oscuro", donde creí sentir el espíritu de George Harrison revoloteando por la sala, para clamar después al unísono un "no me despiertes", grabado en la letra de "San Junipero", que iba como anillo al dedo a ese momento onírico que llevábamos sintiendo en los últimos cuarenta minutos.
Con la personal y anecdótica "Un breve e insignificante momento en la breve e insignificante historia de la humanidad" siguieron en un tono más accesible y por momentos cercano al pop sin olvidar sus dejes marca de la casa donde los sonidos de los setenta y la actitud psicodélica nos arrastran. En todo momento se les veía disfrutar, remarcando en primera persona para todos los que llenábamos Las Armas esa frase con la que termina la canción: "me gustaría que sintieras lo que estoy sintiendo". Una declaración de principios, una manera de reforzar esa magnífica comunión con su público que siguió en "Pulp Fiction" y en la única concesión al cancionero del grupo anterior a 2017, como fue el rescate de la doliente "Pompeya", que mostró la cara más zeppeliana de la banda. Un momento crudo e intenso al que siguió la declaración de amor que es "Nebulosa Jade" en un tono más relajado y la acelerada “Druyan & Sagan” con la que “abrimos la mente a lo desconocido” una vez más, dejándonos sin aliento con esa segunda parte tan certera de la canción donde se mueven en el terreno de los Genesis más inspirados.
Para los bises nos reservaban la cósmica "Final Fantasy" con otro mensaje dirigido a todos los congregados a esta cita irrepetible: "lo único que importa es que estáis aquí". Y es que Rufus T. Firefly saben como manejar los mensajes de sus canciones entre los que asisten a sus conciertos, haciéndoles sentir por un momento únicos y tremendamente afortunados por formar parte de su historia. Como es evidente no pudo faltar una de las más representativas de este viaje singular: "Magnolia" llegó poco antes de terminar, con esa progresión final que no deseas nunca que se acabe, y así nos condujo al cierre perfecto en manos de la efectiva y evocadora "Río Wolf".
No faltó nada, no sobró nada (quizá tan sólo el compás de espera). La actitud de Víctor Cabezuelo y su manera de hacernos sentir cómo disfruta de cada acorde entregado se mezcla con la maestría a la batería de Julia Martín-Maestro, que parece no desgastarse en su empeño, pero que consigue con sus baquetas hacer de la batería mucho más que un instrumento rítmico, porque con Julia cada elemento de su kit aporta matices sónicos y dibuja con ellos paisajes evocadores. Me atrevería a decir que es la mejor baterista que tenemos en nuestro país, un auténtico portento que reivindica la belleza de este instrumento. Y no sólo de estos dos grandes músicos pudimos disfrutar el sábado, también lo hicimos con la precisión al bajo de Miguel de Lucas, que aporta una línea muy melodía a las cuatro cuerdas, o los teclados atmosféricos de Rodrigo Cominero junto a las guitarras de Carlos Campos. Uno de mis primeros conciertos del 2019 y estoy convencido de que será muy difícil de superar.