"Hay artistas enormes trabajando en una oficina o fumando en las colas del INEM"
Por: J.J. Caballero
Fotografía: Carlos Vacas
El caso de Eduardo Conde no es único, por desgracia. Pertenece el malagueño al cada vez más nutrido núcleo de músicos vocacionales marginados por público e industria, especialmente por esta última, que se empeñan en seguir haciendo las canciones que le salen del alma por la simple razón de que observan el mundo con ojos más atentos que los demás. Por sus canciones desfilan personajes peculiares y sentimientos profundos, y en su nuevo disco, el fantástico "El deshielo" hay varios puntos en común con el resto de su ya extensa obra (pertenece también a otros proyectos como Le Voyeur y ya grabó interesantes discos bajo el pseudónimo de Santos de Goma) pero también diferencias notables en cuanto a la forma de aproximarse a la composición. Una charla con alguien como él siempre es interesante, y al respecto de esta nueva incursión en el estudio decidimos acercarnos a su música sin temor a decepciones. En efecto, Conde es una mente lúcida y sincera. Lo que siempre hemos definido como un artista imprescindible.
¿Cuáles son las diferencias básicas entre este disco y el anterior "Reverbville”" en cuanto al proceso de composición y grabación?
Conde: Hay muchas diferencias, en casi todos los sentidos. “Reverbville” fue un disco más planificado, en realidad, podría haber sido una novela o una serie de televisión. Lo trabajé como uno trabaja un guión, y lo planifiqué bien desde el principio. Quería contar la historia de un lugar concreto, de sus habitantes y de su atmósfera. Yo diría que es un disco conceptual, y no solo en el aspecto literario y musical, en el aspecto técnico también había mucha planificación. El disco se basa en el efecto de sonido llamado reverb, que en mi cabeza simboliza la niebla de una ciudad portuaria, el ambiente brumoso que éste proporciona, es fundamental en el resultado final. En cambio “El deshielo” es una obra mucho más inmediata y caótica, no hay ningún tipo de planteamiento, son canciones que no tienen un hilo conductor entre ellas, son más libres, de alguna manera. Aunque cuando lo oí terminado, me di cuenta de que sí que estaban enlazadas entre sí y de que también contaban una historia, pero completamente diferente a la historia anterior, una historia más nuestra. Es un disco mucho más pegado a la realidad que nos rodea, es más terrenal.
¿Eres prolífico a la hora de componer? Hay muchos músicos que prefieren ir a su ritmo y grabar solo lo que creen que está acabado y merece la pena y otros que se meten en un estudio en cuanto necesitan dar rienda suelta al material que tienen entre manos.
Conde: Si yo pudiera entraría al estudio cada pocos meses, mi trabajo es componer y le dedico algo de tiempo casi todos los días, pero no todo lo que compones debe salir del disco duro. Yo no confío demasiado en la inspiración momentánea (aunque a veces viene cuando menos te lo esperas), por eso a mí me gusta tener mucho material sobre la mesa a la hora de encarar un nuevo trabajo. Para este disco tenía alrededor de cincuenta canciones preparadas, pero a veces las canciones siguen un camino que no es el que tú deseas y deseché casi todo el material. No hay que tener piedad con ellas, solo son canciones, si estas canciones merecen la pena siempre puedes volver a ellas cuando las necesites. A veces el paso del tiempo pone las cosas en su lugar y van encontrando su sitio. “Elvis for President” tiene casi veinte años y con un poco de trabajo de reconstrucción ha encajado como un guante en “El deshielo”, alguna otra sin embargo la compuse un par de días antes de empezar a grabar. Cada una tiene su hueco.
Después de escuchar ambos prácticamente seguidos, parece que este “El deshielo” sonara más duro, más árido, como movido por impulsos.
Conde: Es cierto, es un disco mucho más espartano, con menos arreglos y un sonido más áspero, no hay un trabajo de capas como sí que había en “Reverbville”, está más basado en la improvisación, es más inmediato y menos planificado. No me gusta repetirme y mi pretensión es no tener un estilo definido, me gusta picotear de todas las cosas que me emocionan. Adoro los discos sofisticados, pero también me apasionan las cosas desnudas y quebradizas, no me siento obligado a tener un “estilo”, soy una persona contradictoria y supongo que la obra siempre se parece al creador. Me alegra que captes ese matiz, porque es justamente lo que pretendíamos: que se notaran esos impulsos y esa inmediatez.
¿Tiene algo que ver que sea el primer disco grabado para un nuevo sello, en este caso el humildísimo Error 404?
Conde: En realidad, no tiene nada que ver, el disco se grabó antes de que existiera el sello. Error 404 se fue gestando casi a la vez que se gestaba el disco. Una vez terminado el trabajo era algo natural sacarlo con ellos, que ya habían sido una parte importante en la grabación del mismo. Somos como una pequeña y humilde familia que hacemos lo posible por sacar adelante nuestra casa, todos colaboramos en las tareas del hogar, cada uno pone su granito de arena para que podamos llegar a fin de mes sin demasiados apuros y sin polvo en las estanterías.
¿Puede ser este el inicio de una nueva etapa en la música de Conde o es una continuación de lo que empezaste en solitario hace dos años?
Conde: No lo tengo muy claro. Para mí, cada nuevo disco es un camino incierto que debo recorrer. Como decía antes, me planteo cada trabajo como un reto nuevo, al principio, nunca tengo claro que voy a hacer, dejo que las canciones manden. Pero una cosa sí que tengo clara: no voy a repetir caminos ya recorridos. Mi estilo (si es que tengo uno) es no tener estilo, o tenerlos todos. Para mí lo importante es hacer canciones que puedan superar el paso del tiempo, que no estén pegadas a una época o una moda concreta, digamos que esa puede ser mi búsqueda. No me importa qué ropa lleven, ni el peinado, ni el perfume, solo me importa que esas canciones puedan llegar al oyente en algún momento, que les toquen hoy y que lo hagan dentro de una década. Hay modas que pasan muy rápido y después de unos años nos parecen ridículas, en cambio hay otras que siguen siendo vigentes mucho tiempo después.
Cuando lees títulos como "El capitalismo me vino una tarde a buscar" uno no puede resistirse a escuchar la canción correspondiente. Sin embargo, no parece que este sea un disco marcado por el carácter social o ideología alguna, precisamente.
Conde: No está marcado por la ideología en absoluto, está marcado por la observación de mi entorno. Cuento lo que veo y no siempre es agradable (en cambio otras veces sí lo es). Es un disco que habla de gente humilde, del hombre y la mujer comunes, y lo hace sin impartir lecciones, sin dar consignas, sin soflamas ni discursos de ningún tipo. Son pequeñas historias sobre gente pequeña de la que raramente se habla. Es un disco que intenta ser empático y en el que yo me veo reflejado, muchos de los personajes que pasan por sus surcos son parte de mí, una parte de lo que yo soy. Me implico desde un punto de vista empático, la ideología no me importa nada, no creo que sea algo importante, prefiero confiar en la compasión, el amor y la justicia. No nos hace mejores personas ser de una ideología determinada, lo que nos hace mejores personas es la comprensión, la empatía y el amor al prójimo.
Esa y otras canciones podrían ser calificadas de violentas en cuanto a su mensaje, ¿o no?
Conde: No lo creo. Yo diría que son realistas, y la realidad es dura y fea en muchos casos. Pero cuando uno observa y tiene algo que contar, debe contarlo, aunque sea algo sórdido y desagradable. “El capitalismo me vino una tarde a buscar” es una canción más ambigua, si te fijas en la letra, no todo es malo, el capitalismo es un buen tío en muchos aspectos, puede ser generoso y simpático, alguien que te lleva a cenar a un buen restaurante y paga encantado la cuenta. Aunque tiene un lado oscuro que es realmente peligroso y despiadado, y puede asesinarte. No creo que las cosas sean negras o blancas, siempre hay matices. Tampoco nosotros somos tan simples, entre el negro y el blanco se ubica toda la gama de colores. Ver el mundo en blanco y negro, en amigos y enemigos, en buenos y malos, es un grandísimo error, y nos lleva a la pelea continua.
A veces casi se podría decir que estamos escuchando a un crooner oscuro, sin una gran orquesta detrás pero interpretando canciones románticas sin tapujos. Porque hay mucho de romanticismo en "El deshielo", ¿verdad?
Conde: Totalmente. Creo que a pesar de todas sus aristas, es un disco muy romántico, incluso sentimental, en cierta manera. Llega un momento en tu vida en el que sientes la necesidad de abrirte totalmente y dejar de lado las imposturas de la juventud, no necesito aparentar lo que no soy. Echo de menos más sinceridad en las canciones actuales, muchas se me antojan artificiosas y vacías. El romanticismo bien entendido no está de moda desde hace mucho tiempo, al igual que la figura del crooner, que se ha convertido en un objeto de karaoke, en una figurita de Todocolección. A mí me gusta que las canciones apelen al corazón de una manera inteligente, estamos en unos tiempos muy banales, superficiales y rápidos en los que todo el mundo pretende venderte algo de manera inmediata. Yo soy un tío de digestión lenta, no me van las prisas.
"Lágrimas de cocodrilo" aúna la spoken word con la fanfarria de un Tom Waits. Un tema que funciona más como narración que como pieza musical en sí misma. ¿Cuánto hay de poesía musicada en tus canciones?
Conde: Sinceramente, no lo sé. Yo no soy poeta, y ya me gustaría, pero cuando lo he intentado, me han salido ripios ridículos. Yo me muevo más en el terreno de la canción y la narración pura. Esta canción en concreto cuenta una historia determinada, yo diría que está más cerca del micro relato que de la poesía, y aunque está narrada al estilo de un viejo serial de radio, sigue siendo una canción, que es lo único que al final se me da más o menos bien. Le tengo mucho respeto a la literatura, y aunque ya he dado unos pasitos por ella, me sigue dando un poco de miedo. Lo que sí que me importa es que las canciones tengan calado en la parte lírica, me exijo mucho en ese aspecto. Y Tom Waits es una de mis debilidades, no pretendo ocultarlo.
¿Es necesario que el artista, en estos tiempos en los que vivimos al borde del abismo en demasiadas ocasiones, sea el principal implicado en reflejar la realidad?
Conde: No me atrevería a decirle a los demás lo que deben hacer y creo que debe haber música para todos los gustos. Pero en mi caso, cada vez lo veo más importante, aunque no lo hago de una manera forzada, dejo que las canciones hablen por sí mismas y sean ellas las que me marquen la dirección a seguir. Pero sí que es verdad que ellas me están llevando a este lugar que es el que todos habitamos. Tengo la necesidad de contar la realidad que nos rodea de una u otra manera, a veces directamente y otras de maneras más soterradas. Vivimos tiempos complicados y el mundo está virando poco a poco a la oscuridad y creo que debo hablar sobre ello, no de una manera dogmática ya que no creo en dogmas, pero hay que llevar un poco de luz a la tiniebla que pasito a pasito empieza a rodearnos. No creo que estemos en el peor de los tiempos, pero siempre podemos mejorar, y si bajamos la guardia, un día nos levantaremos con una mordaza en la boca y ni siquiera sabremos quién nos la ha puesto.
En "Átame con tu amor" colabora a las voces Ana Béjar, uno de los nombres míticos de la música independiente al frente de Usura, sin ir más lejos. Escasamente conocida y aún menos reconocida, por desgracia.
Conde: Ana es una creadora con un talento enorme y con una voz muy emocional y cautivadora. Es una amiga y es alguien a la que siento muy cerca de mis planteamientos estéticos y musicales. Y además tiene la voz perfecta para cantar a dúo una canción de amor. Vivimos en un país que maltrata sistemáticamente a sus artistas. Decía Serrat que la alfombra roja que ponen a tu paso es tan grande como las ventas de tu último disco. Aquí no se valora tu carrera, solo se valora que estés constantemente bajo los focos, si te mueves unos centímetros ya no sales en la foto. Un artista debería poder vivir de su trabajo, e incluso de su biografía, pero eso no se cumple casi nunca. Siempre estás obligado a entregar trabajos que agraden al gran público, ese que nadie sabe dónde está, y los medios masivos cierran completamente sus puertas a cualquiera que no venda miles de entradas, no hay ningún interés por el riesgo y la personalidad, ni el más mínimo apoyo. Cuanto más recuerdes a algo ya conocido a más fiestas te invitan. Tenemos a artistas enormes trabajando en una oficina o fumando en las colas del INEM, una cultura deteriorada y unos creadores abandonados a su suerte en el mejor de los casos, y en el peor, machacados por el gobierno de turno. Ana es de esos casos, en cualquier país de nuestro entorno sería una figura respetada. Pero aquí, como bien dices, es una artista escasamente reconocida y aún menos conocida, y eso es muy injusto.
En tu caso, ¿cómo se sobrevive en esto después de tanto tiempo? Supongo que obedece a un pálpito emocional, más allá del aspecto meramente profesional.
Conde: Es algo absolutamente emocional. Cuando has dedicado toda tu vida a esta quimera que es el mundo de la música ya no puedes volver atrás, has pasado el punto de no retorno. Estás obligado a seguir adelante reinventándote una y otra vez, sigues porque no sabes hacer otra cosa y ya es tarde para empezar de nuevo. Actualmente no se venden discos y muy poca gente vende entradas, muchos artistas legendarios tienen que hacer giras en formato reducido, porque si no lo hacen así, no les salen las cuentas. Es un momento muy complicado y nadie sabe qué nos deparará el futuro, porque no parece que haya una solución a medio plazo. Yo soy una persona optimista y encaro cada trabajo con alegría, pero todo es tan incierto y está tan poco recompensado, que te dan ganas de tirar la toalla e irte a tu rincón a descansar.
¿Cómo es la traslación al directo de este disco, con la misma banda que lo ha grabado o hay variaciones en cuanto a instrumentación y personal?
Conde: El disco se grabó con un personal muy reducido, lo hicimos casi todo entre Miguel Marcos, mi productor, y yo. Nos hicimos cargo de gran parte de los instrumentos excepto de la batería, que tocó Richard Libeton, el vibráfono, que grabó Inés Donoso y el trombón que tocó Jorge Moreno. Amén de los coros, que grabaron Ana Béjar y Meike Schönhütte (Ana también grabó la voz principal en “Átame con tu amor”). Al escenario se vienen Richard y Miguel (a la guitarra) a los que se une Diego Serrano a la guitarra y el banjo y Mauricio Pujadas con el bajo. Esa es la formación de gala, pero también giraré en solitario y en formato dúo. Ojalá pudiera llevar siempre a la banda, pero no siempre es posible. Los temas en directo son más crudos y con una dimensión diferente, tendemos a dejarnos llevar y hay cosas que cada vez salen de una manera. Es mucho más orgánico y, digamos… más rock and roll.