Por: Jon Bilbao
Me suele hacer gracia (y algo de rabia también me da, para qué negarlo) cuando escucho a alguien decir eso de "ya no se hacen letras como antes" o "ya no hay letras reivindicativas en el rock", a lo que a veces añaden, ""es como si a los músicos de ahora no les importase lo que pasa en el mundo". Bueno... acabáramos. A quien no importa ya casi nada salvo su teléfono móvil es al público en general, demasiado atareado y anestesiado como para fijarse en la letra de una canción, y mucho menos para proclamar al mundo que es posible encontrar algo de "sabiduría callejera" en el rock del siglo XXI.
Dejémoslo claro: el nuevo álbum de Mudhoney va directo a la yugular. Pero tanto a la de los cerdos que impulsan conscientemente en dirección al inminente desastre como a la de esa gran masa que, más bien silenciosa, deja que la bola de demolición (que no han lanzado ellos mismos pero que ven caer a toda pastilla) siga corriendo cuesta abajo. Las letras de los de Seattle están a la orden del día. Siempre lo estuvieron, pero quizás en este álbum se note más la intención de Mark Arm y los suyos por dar forma a un trabajo conceptual centrado en las decepciones del entramado social actual.
Treinta años después de comenzar a darle al garage-punk y a la ironía, Mudhoney vuelven con su décimo disco de estudio, el primero tras cinco años de silencio discográfico. Continúan sonando a rock alternativo y a punk, y en un par de temas incluso se atreven con el sintetizador que, ¡sorpresa!, no desentona en el conjunto general. Los teclados de "Kill Yourself Live" suenan festivos y logran contrastar del todo con una letra cargada de ironía que cuenta una historia tristísima, la del desesperado internauta que, para llamar la atención se suicida en directo, retransmitiéndolo por internet. En una entrevista el propio Arm afirmaba que el tema sería gracioso, "de no ser porque ha habido casos reales". En "Night And Fog" suenan de lo más oscuros y con una importante tensión dramática; es como una película de terror e incluso pueden recordar un poco a sus colegas The Melvins.
Las canciones de este "Digital Garbage" (2018) son, por lo general, cortas y afiladas, con la mitad de las canciones de un minutaje inferior a los tres minutos. "Please Mr Gunman" trata el tema de los atentados y la violencia en masa, "Prosperity Gospel" describe la codicia que sigue en aumento a cada momento ("hazte rico, tú ganas", canta Arm), "Paranoid Core" es el reflejo de lo que ocurre cuando el miedo se apodera de las personas solo para que alguien dirija sus pensamientos y sentimientos como si fuesen ovejas, mientras que "Hey Neanderfuck" (que comienza con un riff muy de los comienzos de Mudhoney) describe a ese alguien, un Donald Trump no demasiado disimulado. Ni falta que hace disimular. "21st Century Pharisees" arremete contra los muchos religiosos hipócritas que pueblan su país (y otros tantos), mientras que el cierre de "Oh Yeah" es una especie de "fuck you" a los problemas (seguramente no exenta de ironía), que, insinúa, se pueden arreglar u olvidar momentáneamente a través del puro hedonismo.
A comienzos de este año el grupo publicaba "Lie" (2018), un disco en directo que recopilaba sobre todo canciones no tan trilladas de su amplio repertorio. Cualquier otra banda se hubiera contentado con publicar ese conveniente artefacto y quizás hubiese llevado a cabo la "gira del treinta aniversario", o algo similar. Imposible que pase así con Mudhoney, pues ellos siempre fueron a su bola y siempre tuvieron algo que decir. Líricamente este álbum es un soplo de aire fresco, da totalmente en el clavo con la (penosa en muchos aspectos) situación actual de Estados Unidos y del mundo en general, pero es que además, estos cuatro cincuentones suenan con una potencia sónica muy similar a la que desplegaban hace tres décadas. En varios sentidos y para muchas personas Mudhoney son unos auténticos ídolos, y con razón.